El tipo que va a salir ahora, además de tener un envidiable éxito como cantante, tiene la desfachatez de pintar, de hacer poemas, ¡bueno! ¡bueno! ¡bueno! estáis en un error. De hacer poemas, últimamente de dirigir cine, y además tiene tiempo y talento para hacer bien todas esas cosas… sería conveniente, e incluso deseable, por eso de las compensaciones, que fuera bajito o gordo, o víctima de una extraña enfermedad incurable. Pero, además el muy cerdo: es alto, guapo, caótico, sentimental, y todas esas cosas, que esas chicas gritan y consideran interesante y de las que yo, lamentablemente carezco. Además, no se le puede odiar como se merece, porque también es un maestro en el arte antiguo de la generosidad y la amistad… Con estas palabras el cantante Joaquín Sabina presentaba en 1987 en su recital “Joaquín Sabina y VicEversa” a su amigo Luis Eduardo Aute invitándolo a subir al escenario. Hoy se cumplen cuatro años desde que, este maestro en el arte antiguo de la generosidad y la amistad, ya no esta con nosotros. Partió en medio de la incertidumbre, cuando nada sabíamos, cuando todo era preguntas, cuando todas las noticias golpeaban nuestras vidas sin excepción y perdíamos las certezas por causa del COVID. Hice un largo silencio. Los versos del poeta César Vallejo abren una herida. Con una rara sensación leí la noticia Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Luis Eduardo Aute estaba muerto. Sobre mi escritorio tengo sus libros, varios CDs., un vinilo de 1968: “24 canciones breves” y el viejo casete pirateado con el que conocí su trabajo en los ochenta. Un par de artículos, una nota del país.cl comunicando su muerte, mensajes de WhatsApp, los últimos correos electrónicos… Lo conocí caminando una tarde de otoño de 1987 por calle San Diego, entre unos pequeños locales de venta de libros de Plaza Almagro. Fue la primera vez que oí hablar de Aute, la primera vez que lo escuché cantar en un casete, “Entre amigos” (1983), que mi amiga Bernardita Pazos había encargado en la antigua disquería “Huente”. Un casete pirateado, que había sido grabado desde un vinilo que el dueño de la tienda guardaba celosamente, y que no dejaba tomarlo con las manos. Se mira, pero no se toca, decía. El casete en cuestión había sido un regalo de cumpleaños atrasado, aún lo conservo.
Han pasado cuarenta años de aquella caminata por parque Almagro, mucha agua ha corrido por ese río. Esta nota quiero dedicársela, desde lo más profundo a Luis Eduardo Aute, un ser humano sencillo que tradujo luces y sombras de la vida en poemas, pinturas, películas, canciones y abundante generosidad. Once años han sucedido desde que el pueblo de Calanda, la cuna de Luis Buñuel, se cruzó en nuestras vidas. Ahí está su número telefónico, ahí su correo electrónico, dijo mi querido amigo Ginés Conesa con algo de ironía y mucha satisfacción. Así comenzó una bella amistad de colaboración y apoyo.
Luis Eduardo Aute perteneció a una generación cuya ideología estaba declarada en una canción, en el más poético manifiesto que he conocido… “Blowin in the Wind” de Bob Dylan, todo está allí, todo está en el viento. Fue férreo crítico de las ideologías de ocasión que hoy movilizan las aspiraciones individualistas de la humanidad: el combate es la escalera / y el que trepe a lo más alto / pondrá a salvo su cabeza / aunque se hunda en el asfalto (La belleza, 1989).
Aute fue siempre coherente en sus posturas, consigo mismo, y con su actitud ética, moral y artística en su relación con la sociedad que le tocó vivir. No nos conocíamos, hasta que el pueblo de Calanda del bajo Aragón nos colocó uno frente al otro. Ya no era el adolescente ochentero que escuchaba música en cintas pirateadas. Aute fue ese tipo de persona acogedora, generosa, ese poeta solidario de verdad, que no tuvo preguntas ni cuestionamientos con mi trabajo cuando escribió el prólogo para un libro que publiqué el año 2012. Un poeta “solitario y solidario», como lo definió una vez el poeta español Jesús Munárriz (1940). Un artista global. En su gira por México el 2014, se dio tiempo para viajar 415 km. desde el Distrito Federal al Estado de Guerrero y visitar a las familias de los 43 estudiantes normalistas asesinados en Ayotzinapa. Tuvo la conciencia y la consideración, del otro. La capacidad para salir del plano de uno mismo, y meterse en el plano del otro, en la piel del otro. Intentar ver, desde la mirada del otro. Que nos enriquecerá siempre.
también pudiera ser
que me este volviendo loco
porque me pegó el siroco
de la levedad del ser
y que le voy a hacer
si me falla alguna pieza
por creer que la belleza
no se rinde ante el poder
y así sucede
que entre la fe y la felonía
la herencia y la herejía
la jaula y la jauría
entre morir o matar
prefiero amor, amar
prefiero amar, prefiero amar
prefiero amor, amar
Estuvo entre nosotros uno de los autores españoles más respetado y querido, tanto por el público que escuchó sus canciones, leyó sus poemas, miró sus películas o se cautivó con sus pinturas, como por otros profesionales de las artes y las letras. Con su actitud humanista, exploró y levantó puentes de solidaridad entre poetas y músicos. Su poesía social, política está aceitada por una sinceridad que sacude hasta las arterias, y que no esquiva usar imágenes complejas o un lenguaje corriente para expresarse sin caer en una poesía panfletaria e intransigente. No esquivó reflexionar sobre temas sociopolíticos, románticos, eróticos y religiosos, valiéndose de la ironía y el humor. Fue un «renacentista del siglo XXI«. Igual que en los frescos de la capilla Sixtina, la estética de Luis Eduardo Aute nos dejó algo de sagrado y blasfemo a la vez.
Ánimos al “animal” más humano
El homenaje en vida que le regalaron a Luis Eduardo Aute en el WiZink Center de Madrid el 2018, amigos como Serrat, Joaquín Sabina, Ana Belén, Drexler, Ismael Serrano o Silvio Rodríguez es más que eso. Fue un “grito de aliento” a veinte voces y un “soplo de alegría” que animó al artista y a la persona, y vitorear sus canciones, esas que “espantan tristezas y melancolías”. En la ocasión, Silvio Rodríguez dijo que esto lo hacía porque quiere mucho, no solo al cantautor, yo te diría -añadió- quiero muchísimo mas a la persona. Las palabras de Silvio Rodríguez nos describen a un ser humano profundamente generoso y coherente, con el arte, el amor y la vida.
Hoy más que antes, me interesan aquellas y aquellos poetas que constriñen los códigos de lo predecible. Son los que mejor se aproximan a lo universal. Pienso en Fernando Pessoa, Gabriela Mistral, César Vallejo o Forugh Farrojzad, sus escrituras no tienen nada que presumir. Basta con organizar un punto de vista, un recuerdo, una mínima duda que se precisa en las palabras para sacar de su retiro una emoción, y provocar con ella una energía nueva, llena de renovados significados para el dolor y recuperar la fe en la realidad.Luis Eduardo Aute fue uno de ellos. He querido hablar de él y su legado artístico, que no están separados. También lo hice, y por, sobre todo, para dejar evidencia entre las nuevas generaciones sobre la vigencia de su obra. “No hay belleza sin bondad” cuando se nombra dolor, erotismo, protesta, injusticias, verdad, amor. Sin Luis Eduardo Aute, yo, no pasaba por aquí.
*Foto principal. De Concierto de Luis Eduardo Aute en el Auditorio de Barañain, 2016. – IÑAKI PORTO
3 comments
Hermoso articulo, lleno tambien de emocion y sentimientos, gracias
No es fácil resumir en pocas íneas la inmensidad de algunas personas como es el caso de Luis Eduardo Aute…pero lo logra en equilibrio este articulo sin dejar nada fuera , lleno de verdad y sentimiento.
Gracias al autor, Dante Cajales
Bella añoranza de un imprescindible Luis Eduardo Aute, su recuerdo es un viaje a lo humano y un homenaje a la vida sencilla y generosa, gracias Dante Cajales