No serían cartas de amor si no fuesen/ ridículas/. También escribí en mi tiempo cartas de amor/ como las demás/ ridículas/. Las cartas de amor, si hay amor/ tienen que ser/ ridículas/. Pero, al fin y al cabo/ solo las criaturas que no escribieron cartas de amor/ sí que son ridículas. Las cartas de amor son ridículas, Fernando Pezoa.
En tiempos en que el género epistolar practicamente ha dejado de existir, uno no deja de preguntarse si los amores de antaño, también. La immediatez de los mensajes a través del correo electrónico y los mensajeros de celular, sin contar los emojis de caritas sonrientes y corazones de todos los colores, han complotado contra las cartas de amor. Estas crónicas han abordado las cartas de Kafka a Milena Jesenská y las de Rulfo a Clara Aparicio. Cartas, que fueron testimonios de los sentimientos de grandes escritores a las mujeres que amaron y que fueron vitales para su escritura, su vida, formando parte de su legado. No es que podamos aseverar que, “tras todo hombre importante, hay una gran mujer” porque también sucede que tras mujeres notables, han existido grandes hombres. Y existen bellísimas misivas entre persona del mismo sexo locamente enamoradas. Pero sin duda, nadie construye en solitario su legado y siempre hay alguien que te acompaña en el camino o, al menos en un trecho de la ruta.

Y, pocos y pocas desconocerán quién fue Mark Twain o, al menos habrán leído o le sonarán Las aventuras de Tom Sawyer o Las Aventuras de Huckleberry Finn que no solo se han publicado en todo el mundo, también han sido objeto de películas y series de televión.
Samuel Langhorne Clemens, más conocido por sus contemporáneos y para la posteridad por su seudónimo, Mark Twain, se describía a si mismo en una carta como » de 5 pies y 8 pulgadas y media de alto (1.74 mts); peso alrededor de 145 libras , a veces un poco menos, a veces un poco más; cabello castaño oscuro y bigote rojo, cara llena con orejas muy altas y hermosos ojos grises claros y radiantes y un carácter moral muy bueno» le faltó agregar que poseía uno de los bigotes más impresionantes de la época y que era muy amigo de Nikola Tesla, rivalizando en locuras, aunque sin llegar a la excentricidad final del científico. En las fotos que se conservan de él parece muy alto, pero en realidad es quizás su bigote lo que más nos impresiona.
¡Cuánto, cuánto, cuánto te quiero, Livy! Todo mi ser está impregnado, renovado, fermentado con este amor y cada vez que respiro, su noble influencia me convierte en un hombre mejor. Y entonces seré digno de tu inestimable amor, Livy. Éste es el feliz cometido de mi vida, la ambición más pura y la más sublime que he conocido jamás; y nunca, nunca me desviaré del camino marcado para mí, mientras la meta y tú estéis ante mí. Mark Twain, extracto carta a Livy.
Samuel o Mark, el humorista, notable escritor, orador, y, por qué no decirlo, aventurero que en sus años mozos, hasta pasada la treintena fue un juerguista que desempeñó multiples actividades y protagonizó innumerables aventuras, entre las cuales destacan pilotar un barco en el Misisipi, recorriéndolo de arriba abajo, viajar por el mundo, nadar desnudo con mujeres en Hawai, beber, fumar y destacarse por ser un boquiflojo con las groserías. Pero tras ese hombrón de impresionante bigote, se escondía, un hombre doméstico o domesticado por una mujer dulce y de lánguida belleza que conoció a sus 32 años y a la que solo en el año que la cortejó, envió 200 cartas inflamado de una casta pasión. Pero la correspondencia no fue solo para la Conquista ya que le siguió escribiendo a través de toda su relación, durante 34 años: Olivia Langdon, ‘Livy’, la pillina, gatita y diablilla de las cartas de Mark.

En cualquier lugar que ella se hallase, allí era el Edén, Diarios de Adán y Eva, Mark Twain
Olivia, a la que llamaban Livy, pertenecía a una adinerada familia, reformista, religiosa y abolicionista y fue educada mediante una combinación de tutoría en el hogar y clases en el Seminario Femenino de Thurston y el Colegio Femenino Elmira. Desde pequeña fue frágil y sus salud nunca fue buena, tanto que parte de su adolescencia estuvo inválida porque sufría probablemente de mielitis tuberculosa que afecta la espina dorsal y las extremidades, ocasionando episodios de parálisis. Estos problemas de salud la acompañaron de por vida.
Olivia y Mark se conocieron a través de Charles, un hermano de ella que era compañero de aventuras y viajes de Samuel. Los tres asistieron a una lectura de Charles Dickens. Mark Twain se enamoró a primera vista de la hermosura melancólica de Olivia, que era el prototipo de la belleza en esa época: una mujer al borde del desmayo, frágilmente pálida. Para Mark no fue fácil que lo aceptaran en la familia por sus antecedentes de parrandero y vividor que lo precedían de la mano del hemano de Olivia que los había comentado ampliamente en su círculo familiar. Para colmo, no tenía fortuna ni empleo fijo. El cortejo fue arduo; no solo la familia desconfiaba de él, también Olivia rechazó su primera propuesta de matrimonio y solo aceptó que Samuel le escribiera para consolidar una amistad. Por supuesto que Samuel/Mark no pensaba hacer aquello y se dedicó a camelarla durante un año hasta que luego de un par de rechazos más, ella aceptó su oferta de matrimonio.
(…) todo mi ser está impregnado, renovado, fermentado con este amor y cada vez que respiro tu noble influencia me convierte en un hombre mejor, Mark Twain, carta a Olivia.
Paralelo al cortejo, Mark Twain tuvo que enamorar al padre, convenciéndolo que ya había hecho todas las calaveradas de su vida y que desde que se había enamorado de Livy solo vivía para adorar a su hija. La corresondencia entre Mark y Livy se desarrolló mientras el enamorado viajaba a lo largo de Estados Unidos para lograr la solvencia económica que le permitiera el matrimonio. Esto en realidad le llegó cuando adquirió particiáción en el periódico Buffalo Express, ayudado por su futuro suegro, lo que les permitió casarse en 1870.
“Mark Twain”, tomó este seudónimo de la expresión mark twain, típica de los cantos de trabajo de los negros en los riverboats del río Misisipi, que significa «marca dos», en referencia a dos brazas (3,6 m), el calado mínimo necesario para una navegación segura.
Después de casarse, como dijimos, Mark continuó escribiendo a Livy cartas durante sus muchas ausencias, todas bonitas y amorosas, en las que se refería a ella como «pillina», «gatita» y «diablilla». Además, eran muy correspondidas por Livy. Sam no se formalizó tanto tras la boda como había prometido, y volvió a beber en exceso, a decir palabrotas y abusar del tabaco. A Livy no le importó. Al contrario. Si bien ella nunca se desmelenó, aprendió a fumar y beber, aunque con moderación. La pareja, en fin, formó un equipo bueno y ella se transformó en la primera lectora de sus textos y la correctora en sus años más brillantes. Así que podría decirse que sin ella, y sin aquel torrente de cartas de amor, Mark Twain nunca hubiese sido Mark Twain.
Además de ser un apoyo incondicional paraTwain, Olivia fue una buena escritora y una ferviente abolicionista como habían sido sus padres y defensora de los derechos de las mujeres para lo que se rodeó de algunas muy influyentes, como Julia Beecher e Isabella Beecher Hooker.
Todo mi ser está impregnado, renovado, fermentado con este amor y cada vez que respiro tu noble influencia me convierte en un hombre mejor, Mark Twain, carta a Livy
Su primer hijo, Langdon Clemens, fue prematuro y Olivia contrajo fiebre tifoidea y su salud se agravó por lo que se mudaron a Elmira, para que la familia de ella pudiera cuidar a Olivia y a Langdon quien, pese a ello, murió un año y medio después de su nacimiento.

Luego, el matrimonio tuvo tres hijas: Olivia Susan (llamada Susy, y preferida de Samuel) Clara y Jean (llamada Jane). Susy murió de meningitis espinal a los 24 años, lo que supuso un golpe devastador para la madre.
¡Livy, no podría decirles a tu padre y a tu madre lo mucho que les quiero, y lo cruel que me pareció llegar al abrigo de su confiada y generosa hospitalidad, e intentar robarles el sol de su firmamento doméstico y privar a su hogar celestial de su ángel! carta a Livy, Mark Twain
La familia tuvo que trasladarse a Europa en 1891 y vivir allí durante cuatro años. Esto se debió principalmente a necesidades financieras provocadas por las malas inversiones de Samuel en una editorial y en el Paige Compositor (invento para formatear textos). En 1894, Samuel se vio obligado a declarse en quiebra y Olivia fue nombrada legalmente “acreedora preferente’ de modo que todos los derechos de autor de Samuel le fueron asignados a ella. Esto salvó a la familia.
(…) “desde aquel día hasta hoy la hermana nunca ha salido de mi cabeza ni de mi corazón”, Mark Twain

Olivia acompañó a su esposo por un incesante vagar por el mundo ayudándole a editar sus libros, artículos y conferencias. Continuó editando sus obras hasta unos meses antes de su muerte. Pero Olivia hizo muchas cosas más, aparte de ser la esposa de Mark Twain, y entre ellas, fue una de las fundadoras de la Hartford Art School que más tarde se convertiría en parte de la Universidad de Hartford.
La salud de Olivia fue empeorando a través de los años, tanto que fue aconsejada de mantenerse alejada de su marido para no sobreexcitarse y tuvo que pasar meses sin verlo. Sin embargo, Twain rompía con frecuencia la regla y la veía en secreto para intercambiar cartas de amor y besos. Hacia fines de 1903, por consejo medico se trasladaron a vivir a las afueras de Florencia, Italia, buscando un clima más cálido para la salud de Livy.
Pese a ello, Olivia murió en Italia de una insuficiencia cardíaca en junio de 1904. Fue incinerada y sus cenizas se enterraron en el cementerio Woodlawn en Elmira. Twain, quedó devastado por su muerte, de la que no logró recuperarse.
Un año antes de su muerte, Mark Twain recordó que había llegado al mundo junto con el cometa Halley y predijó que se iría con él cuando volviera. Su predicción se cumplió y murió de un ataque al corazón en 1910, a los 74 años, el día antes del perihelio del retorno a la Tierra del cometa.

Vine al mundo con el cometa Halley en 1835. Vuelve de nuevo el próximo año, y espero marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho, sin duda: ‘Ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir’. ¡Ah! Lo espero con impaciencia. Mark Twain