Otra vez, el primero

por Jorge A. Bañales

En el país, un poco aburrido ya de los cuentos de Donald Trump, esperan que un gran jurado en Nueva York que este jueves aprobó su encausamiento revele los cargos contra el expresidente relacionados con su encuentro adúltero en 2006 con una actriz pornográfica profesional, y el pago diez años más tarde de 130.000 dólares para mantenerla callada.

El braguetazo

En cierto sentido es burlesco que, de todas las investigaciones, los litigios y otras querellas que han condimentado la vida adulta de Donald Trump, el millonario será encausado como consecuencia lejana de un encuentro cercano, aunque todavía no conocen los crímenes que se le imputan.

         En el verano de 2006, y según su versión, Stephanie Clifford, de 27 años de edad y conocida en el ambiente pornógrafo como Stormy Daniels, conoció en Lake Tahoe, Nevada, al entonces astro del show televisivo “El aprendiz”, Donald Trump, de 60 años de edad, casado con Melania quien poco antes había parido al hijo único de la pareja.

            Siempre según Stormy Daniels, Trump la invitó a cenar y ella fue a su habitación de hotel donde tuvieron relaciones sexuales.

         Cinco años más tarde en una entrevista con la revista In Touch, Stormy describió el encuentro íntimo con Donald a cambio de un pago de 15.000 dólares (que, según la mujer, no se hizo efectivo). Pero la historia no se publicó porque, según dos empleados de la revista, Michael Cohen, el abogado de Trump, amenazó con demandar a la revista. Stormy dice que pocas semanas después, cuando estaba de visita en Las Vegas, se le aproximó un individuo que, en tono amenazante, le dijo que se olvidara del asunto y dejara tranquilo a Trump.

            Diez años después del supuesto apretuje en Lake Tahoe, en julio de 2016 Donald Trump fue designado por el Partido Republicano como candidato presidencial y el 8 de octubre, esto es un mes antes de la elección, el abogado Keith Davidson, que representaba a Stormy, le comunicó a Dylan Howard, editor en jefe de National Enquirer, que la mujer estaba dispuesta a hablar públicamente sobre el asunto.

         El presidente de American Media, la compañía dueña de National Enquirer, David Pecker y Howard se pusieron en contacto con Cohen, el abogado de Trump quien negoció un pago de 130.000 dólares para Stormy Daniel a cambio de los derechos de publicación de su historia, y un acuerdo de confidencialidad.

         Tras algunas pujas como en toda buena negociación, Cohen estableció en Delaware una empresa llamada Essential Consultants y, tomando un préstamo por el cual puso como garantía su propia casa, transfirió 130.000 dólares a Davison, el abogado de Stormy. De este modo, y con un modus operandi típico, Trump no aparece vinculado directamente con el pago a Stormy por su silencio.

         El 8 de noviembre de 2016, Trump ganó la elección.

         En enero de 2021, la Organización Trump, ese conglomerado de negocios que hizo famoso a Donald, pagó a Cohen 180.035 dólares, de los cuales 130.000 eran reembolso del pago a Stormy, una tarifa por la transferencia y una propina de 50.000 dólares. Como si no hubiese sido suficiente, la Organización Trump dobló el reembolso a 360.000 dólares, con una propina de 60.000 dólares para un total de 420.000 dólares a paga en 12 cuotas mensuales.

Hasta aquí, con todo lo sórdido que el asunto parezca y pecaminoso que el adulterio sea, nada de lo ocurrido es un crimen.

A menos que se le dé un contexto.

Quién pagó para qué

    El 20 de enero de 2017, Trump prestó juramento constitucional como el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos, y en enero del año siguiente el diario The Wall Street Journal publicó un artículo con detalles del pago de 130.000 dólares a Stormy Daniels. Cohen dio la cara a la prensa y dijo que Trump negaba rotundamente el amorío con Stormy, pero no dijo palabra alguna acerca de los pagos.

         Y recientemente, en su restablecida cuenta Twitter, Trump escribió: “Con respecto a la insensatez ‘Stormy’, es MUY VIEJO y ocurrió hace mucho tiempo, ya pasado con creces el plazo muy bien conocido públicamente y aceptado del Estatuto de Caducidad”.

         A lo cual Stormy respondió en su cuenta Twitter: “Gracias por admitir que yo he estado diciendo la verdad acerca de TODO”.

         La disputa y las acusaciones han continuado, pero en lo que se ha enfocado la fiscalía en Nueva York es en la transacción.

            Como resultado de una investigación de cinco años la fiscalía convocó un “gran jurado”, una instancia del sistema judicial de Estados Unidos donde a un grupo de ciudadanos, elegidos al azar, se le presentan todas las evidencias que el gobierno dice tener acerca de los crímenes que cree se han cometido.

         Esto no es un juicio, no hay un juez imparcial, ni los miembros del gran jurado escuchan las refutaciones de la defensa. Su único propósito es determinar si, en su opinión, la fiscalía tiene un caso suficientemente sólido como para llevarlo a juicio. En Nueva York un gran jurado puede contar hasta con 23 integrantes, y para que una persona sea encausada la mayoría de los miembros del jurado deben votar a favor de la acusación.

         Los expertos en asuntos legales, que estas tres últimas semanas han poblado los medios mientras el gran jurado decidía su pronunciamiento, señalan que Trump probablemente será encausado por la falsificación de los registros contables de sus empresas con el fin de ocultar los pagos a Cohen como gastos legales

         En circunstancias normales esto sería un delito menor, pero puede elevarse a la categoría de delito grave si los fiscales prueban que los pagos estuvieron vinculados con violaciones de las leyes electorales que limitan las contribuciones a candidatos políticos a 2.700 dólares por persona y requieren que esas contribuciones se hagan públicas.

         ¿En qué forma el pago por el silencio de Stormy se conecta con las leyes electorales?

         Es claro que se hizo un pago por silencio para proteger la candidatura presidencial de Trump, y en tal sentido podría considerarse una contribución para su campaña.

         La semana próxima, Trump será arrestado y llevado a una estación policial, o allí se presentará voluntariamente. Le leerán los cargos por los delitos que se le atribuyen, se tomarán sus huellas digitales y fotografías de frente y perfil, y quedará en libertad a la espera del juicio.

         Así Trump sumará otro mérito a su historial: ha sido el primer presidente de Estados Unidos enjuiciado políticamente dos veces, ha sido el primer presidente que se ha negado a admitir su derrota electoral, ha sido el primer presidente que incitó una insurrección para anular el resultado de una elección nacional, y será el primero con retrato numerado.

         Todo por una mujer.

La comedia

Las deliberaciones del gran jurado son secretas no obstante lo cual el domingo 19 de marzo Trump proclamó, esta vez en su canal en Truth Social, que “versiones ilegales salidas de la oficina corrupta y altamente politizada de la fiscalía del distrito de Manhattan… indican que sin que haya sido posible probar crimen alguno… el candidato republicano que lleva de lejos la mayor delantera y expresidente de Estados Unidos de América será arrestado el martes de la próxima semana. ¡Protesten! ¡Recuperemos nuestra nación!”

            Pero las multitudes que en enero de 2021 asaltaron el Congreso no cuajaron esta vez. Los millones de seguidores de Trump que enarbolan banderas de la Confederación y portan las gorras rojas de MAGA no se sublevaron. Algunos cientos de simpatizantes se congregaron cerca de la Oficina de la Fiscalía en Manhattan.

         Y eso fue todo.

         Luego, por más de una semana circularon rumores de que en el gran jurado no había una mayoría dispuesta a encausar al expresidente, y de que el fiscal Alvin Bragg tenía dudas sobre la solidez del caso. El miércoles la máquina de versiones indicaba que el gran jurado no se reuniría por el resto de la semana.

         El jueves, para sorpresa general y consternación de Trump y sus allegados, se supo que el gran jurado había votado aprobando el enjuiciamiento.

         Así quedaron en evidencias tres cosas: que hay alguien en el gran jurado o en la fiscalía que le pasa chismes a Trump, que los mismos despistaron al expresidente en dos ocasiones, y que la amenaza del trumpismo encabronado es más ruido que nueces, por ahora.

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