Páginas Marcadas de Antonio Ostornol ¿A quién beneficia políticamente el indulto presidencial?

por Antonio Ostornol

Hay hechos que, en primera instancia, aparecen como indiscutibles. Por ejemplo, que el Presidente de la República tiene la facultad de indultar a presos condenados. También es un hecho que el indulto a los “presos de la revuelta” estaba en su agenda de campaña. Otra evidencia, es que el presidente declaró en alguna ocasión que él no indultaría a quienes hayan participado de saqueos, incendios o agresiones a la policía. Por otra parte, el argumento de favorecer la paz social (que se esgrime para situaciones de conflicto grave, como la que nosotros vivimos), supone medidas que, de alguna forma, compensen a las partes en conflicto. Y, por último, el hecho evidente de que el presidente, para cerrar el año 2022, indultó a condenados que saquearon, incendiaron y agredieron a policías. ¿De dónde nació o cómo se gestó esta decisión? Si se trataba de garantizar una gestión exitosa del gobierno, todo indica que alguien se equivocó.   

Termino de leer una antología de las columnas que Ernesto Ottone, quien fuera asesor principal de Ricardo Lagos en el segundo piso de su gobierno, escribió entre octubre de 2019 y noviembre del 2022. Crónica de una Odisea Del estallido social al estallido de las urnas (Catalonia, 2022) es su título. En este texto, el autor expone muchos de los ejes que guiaron probablemente su accionar mientras fue parte del gobierno de Lagos. Al seguir el texto una línea cronológica, mes a mes, a través de los textos se aprecia su mirada de la coyuntura política y uno puede imaginarse que esa misma agudeza analítica la empleaba en su trabajo junto al presidente. La mayoría de las columnas es una especie de consultoría gratuita para los actores políticos que hubiesen querido escucharlas. Sus observaciones, hechas con un estilo que a veces es sibilinamente irónico y no escatima el sentido del humor, hablan de una cierta agudeza para leer el acontecer político. ¿Cómo evaluar los momentos? ¿O apreciar las fuerzas en juego? ¿O las consecuencias de corto, mediano o largo plazo? ¿O los sustratos ideológicos que se ocultan en ciertas contingencias sociales y sus implicancias más allá de los hechos mismos? Estas, y muchas otras preguntas, se busca responder en las columnas, para acceder de la forma más completa y consistente a la verdadera naturaleza del acontecer. Al leer estas columnas, es notable cómo el autor va adelantando el curso de los hechos, anticipando reacciones y escenarios previsibles y los no tanto, identificando las fuerzas en juego y sus atributos o debilidades.

Yo sé que Ottone no es santo de la devoción de la gran mayoría de quienes hoy son parte del gobierno, e incluso de quienes alguna vez formaron parte de la Concertación y estuvieron en el poder. Pero si se trata de aprender el ejercicio de un análisis político realizado con la distancia necesaria para que las creencias y convicciones propias no se superpongan a la realidad, este libro podría ser un verdadero manual.

Y me detengo en estos atributos del libro y, por supuesto, de su autor, porque siento que son completamente pertinentes al momento de analizar la pregunta que me hacía al inicio de esta columna. Desde mi punto de vista, el error del gobierno (y lamentablemente el precio lo paga el presidente) no es solo de falta de prolijidad sino de cálculo político. Es obvio que las acciones de un gobierno tienen efectos. Por lo tanto, los asesores del presidente –sus ministros, subsecretarios y su “segundo piso”- debieran haber analizado los escenarios posibles y las consecuencias positivas o negativas en la concesión de estos indultos respecto a los objetivos estratégicos del gobierno. Después de unos primeros meses de gobierno donde la percepción pública era que al gobierno no le interesaba o no entendía la relevancia de la seguridad ciudadana, con la conducción del presidente y el ministerio del Interior, esa imagen comenzaba a modificarse y la propuesta del gobierno comenzaba a asentarse con un plan claro y un discurso coherente, frente al cual la oposición no le quedaba más que sumarse. Siendo esta la primera prioridad para los chilenos hoy y la principal exigencia que los ciudadanos le hacen al gobierno, ¿en qué ayudan los indultos? Mi impresión es que en nada. A lo más satisface a un sector minoritario que todavía sigue atado a la imaginería del estallido social y su discurso acerca de la violencia como forma legítima de acción política en democracia. Todos los presidentes han indultado, es verdad. Aylwin indultó a los presos que habían ejercido su derecho legítimo a rebelarse contra la dictadura. Una mirada simple diría que se trata de lo mismo, pero hay una distancia sideral entre un momento y otro. El Chile del 2019 no era ni de cerca el de los años setenta y ochenta.

Ahora vivimos en democracia y eso es una realidad. Es posible organizarse colectivamente, manifestarse públicamente, tener medios de comunicación, postularse a ser parte de la institucionalidad política, etc. Reventar el país, destruir la infraestructura que beneficia a la gran mayoría, amedrentar a quienes piensan diferente, agraviar el patrimonio cultural de todos, no es legítimo en democracia. Cuando el presidente decide indultar a quienes han saqueado, incendiado, agredido a la policía, más allá de que sus acciones y discurso efectivamente han asumido que no habrá espacio en nuestra democracia para una violencia política como la del 2019, en la práctica produce una señal política ambigua y, en cierto sentido, contradictoria con su política de seguridad. Y esto no ayuda a su consolidación o la hace más difícil y de mayor costo.

Entender a quiénes lo asesoraron y le sugirieron ejecutar en este momento los indultos me sugiere dos hipótesis: una, no tuvieron a la vista el mapa completo de la acción del gobierno; o dos, definitivamente no le interesa un éxito de gestión al costo de prescindir de una bandera emblemática. Me cuesta imaginar que las renuncias de la ministra y el jefe de gabinete sean solo producto de las desprolijidades en el trámite de la medida. Me gustaría creer que, más bien, es una sanción a la desprolijidad política, y un llamado de atención para que quienes tienen responsabilidades dejen de actuar en el gobierno como si se tratara de una asamblea universitaria o un foro académico.

Ser gobierno es un desafío mayor.  Obliga a tener una mirada amplia, a priorizar objetivos, a mediar y acordar, a posponer y consolidar. Leer a Ernesto Ottone permite asomarse a lo que debiera ser la asesoría profesional de un presidente. Más allá de las pasiones propias, de los credos de cada cual, tiene que haber una cuota de realismo a toda prueba. Y decidir desde ese lugar, es efectivamente gobernar para que la acción política sea en beneficio efectivo para la gran mayoría de los ciudadanos y no solo para satisfacer las teorías o convicciones propias. Que todos las tenemos, es verdad. Pero no todos somos el gobierno.

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