¡Por suerte no soy Ministro de Hacienda ni de ningún otro ministerio! Entre ayer y hoy, he ido escuchando las reacciones a la propuesta que hizo Mario Marcel para avanzar con un Pacto fiscal. La más incomprensible, posiblemente, sea la de la UDI, que anunció su propósito de recurrir al Tribunal Constitucional para evaluar la constitucionalidad de las propuestas del gobierno. El Ministro respondió con santa paciencia: “Este es un planteamiento que se ha hecho sobre la base del supuesto que el gobierno quiere enviar ahora un proyecto que supuestamente sería igual al que rechazó en marzo. Es decir, es un doble supuesto”. O sea, de modo elegante, les dijo que lean bien, revisen lo que les están proponiendo, evalúen y después comiencen con su discurso airado y confrontacional. Esa es una buena opción. De lo contrario, digan de una buena vez que no quieren entrar a la discusión de fondo: que los que tienen más paguen más, y dejen de usar todos sus recursos para evadir o eludir el pago de los impuestos.
Debe ser muy frustrante para un ministro como Marcel trabajar con ahínco para avanzar en una materia de la cual dependen aspectos tan relevantes en la vida de los ciudadanos, como son disponer de una pensión o un sistema de salud dignos, y encontrarse con una oposición atrapada en su política de cerrar cualquier atisbo de acuerdo para que el gobierno pueda avanzar en su agenda, aunque a estas alturas la agenda sea muy té con leche. Esta oposición aparece a veces como esas fieras que han olido la sangre y ya no pueden contenerse. Apenas aparece una iniciativa del gobierno, en el ámbito que sea, le saltan a la yugular, sin dar la más mínima posibilidad de que esta pueda ser evaluada en su mérito y, ojalá, no haya ni una sola opción de que la ciudadanía llegue a conocerla en plenitud.
Para quienes no estamos en el día a día de la política y solo vemos los rostros desfigurados por la rabia y la intolerancia de algunos parlamentarios, esta es una actitud odiosa, abusiva e incomprensible. Esta discusión es un claro ejemplo: cuando la oposición rechazó el proyecto de reforma tributaria del gobierno, lo que la derecha llamaba “una pésima reforma”, lo hacía en base a, principalmente, dos argumentos. Uno se refería al impuesto al patrimonio, el que se descalificaba porque era una pésima política que en todo el mundo venía en retirada. Y el otro tenía que ver con la agenda pro – inversión, que según ellos no se incluía. Y al momento en que el gobierno les enrostraba que, tal vez, se trataba de que no querían avanzar con una legislación más robusta para combatir la elusión y la evasión tributarias, aseguraban que ellos estaban dispuestos en ese mismo momento a aprobar esas normas.
Entonces Marcel, con santa paciencia, se puso a trabajar en las condiciones para que una propuesta alcanzara los consensos necesarios y legislar en estos temas. Hubo conversaciones con múltiples sectores (33 reuniones) y puso sobre la mesa, entre otros asuntos, las objeciones de la derecha: se desistió del impuesto al patrimonio, abrió la agenda pro – inversión y agregó, a pedido del mismo sector político, lo relativo a modernización del estado y el buen uso de los fondos públicos. Me imagino al ministro y sus equipos preparando los power point para presentar en las 33 reuniones, lo veo revisando una y otra vez las cifras, las proyecciones, los cálculos, las propuestas que iban y venían, en fin, todo ese trabajo que no conozco pero que soy capaz de sospechar, para ofrecer una propuesta que abra un espacio de discusión.
¿Y cuál es la respuesta? Ir al Tribunal Constitucional para impugnar un proyecto de ley que no existe y cuyo contenido exacto no se conoce. Como tanto le gusta decir a tanto parlamentario, ¡impresentable! Uno esperaría una respuesta más seria o, al menos, más honesta. ¿Quieren o no discutir estos temas? El ministro lo dice con una santa paciencia que, creo, yo no podría: “dado que lo que hemos planteado es una invitación a ponernos de acuerdo en torno a los contenidos del pacto fiscal, incluyendo la priorización de los proyectos de ley, el ordenamiento en el tiempo, el compromiso para darle una tramitación expedita, me parece que es un poco adelantarse y aplicar prejuicio con respecto de lo que el gobierno estaría planteando”. Y es verdad, parece una respuesta desde el prejuicio. Yo agregaría: también podría ser desde la profundidad de su ser, es decir, la respuesta de la derecha es entrañable, nace desde lo más íntimo, lo más anclado y tal vez ancestral de su ser. No le gusta la idea de que el estado tribute más. Y menos le gusta que sean los más ricos quienes tributen más. Y al parecer, ahora tampoco le gusta la idea de que el estado sea más moderno y más eficiente.
Más de alguien podría pensar que esto lo escribo con mala leche (¡y puede que tenga razón! Yo no lo negaría), pero no me pidan tanto: si ayer no más rechazaban discutir los tributos porque el proyecto del gobierno no consideraba incentivos a la inversión ni mejoras significativas en el uso que el fisco hace de sus recursos, y ahora, cuando esos temas se ponen en la mesa de conversación, deciden recurrir al Tribunal Constitucional. En vez de haberse alegrado de que sus adversarios hayan recogido sus observaciones que parecían muy de fondo y se allanaran a trabajar sobre esos acuerdos, los rechazan a priori. Entonces, algo no huele bien en eso. Por lo menos, uno podría pensar en serias inconsistencias. Sería bueno que la derecha, en vez de enredar y desplegar voladores de luces que se enuncian con caras de personas muy preocupadas y muy enojadas, fijara posiciones más claras. El ministro Marcel les sugiere con mucho respeto y mucha paciencia que “lo primero que tenemos que preguntarnos es si queremos legislar sobre estos temas. Si creemos que en Chile existe abuso de las normas tributarias, si es importante el uso de resquicios para pagar menos impuestos y si corresponde fortalecer las normas y la fiscalización tributaria para que la norma se cumpla. Para nosotros la respuesta es bastante evidente, porque quien abusa de los resquicios legales para pagar menos impuestos, no solo está abusando de la legislación, sino que está restando financiando para cosas que son esenciales para el país”. Hace unos meses atrás escuchábamos a algunos de los parlamentarios de derecha, posiblemente los más vociferantes e indignados, alegando que ellos era los primeros en respaldar las medidas contra la evasión y la elusión. Dan ganas de plantárseles al frente y decirle: “Bueno, ya. Cumplan lo que dicen”. O algo así como: “Ya poh, decídanse: quieren o no combatir la elusión y la evasión”.
Me parece que en la derecha hay un disfraz, que lo puedo entender, pero que, en mi opinión, es muy pernicioso. Ellos se han propuesto una guerra frontal contra el gobierno. No están dispuestos a que obtenga ningún resultado, independiente si eso termina afectando a la ciudadanía. La fiera buscando la yugular, así podría llamarse esta historia. ¿Será solamente que están afectados por el estrés post traumático que se les produjo cuando el gobierno de Piñera estuvo en la estacada? A veces creo que el deseo de venganza es muy fuerte. “Te voy pagar con la misma moneda con que tú me acosaste”, parecieran pensar. La derecha fue víctima de una oposición feroz que también se le lanzó a la yugular cuando olió la sangre. Desde la buena fe, habría esperado que ellos no actuaran igual a como lo hizo el Frente Amplio y el partido Comunista. Pero el instinto de venganza es un sentimiento demasiado fuerte. Los griegos hablaban de la ley de Talión y sus dioses exigían su cumplimiento. Hemos intentado escapar de ella desde milenios y muchas de esas batallas han sido infructuosas. Este incidente de la política chilena, bastante trivial, es una muestra de ello. Al fin y al cabo, todas estas personas que se suben al ruedo público son humanos y tienen su corazoncito.
Nuestros líderes necesitan elevar su estatura, en todas las tiendas. Los parlamentarios, cautivos de su demanda mediática, debieran hacer un esfuerzo por dignificar su profesión. No basta con ser buenos guerreros. Hay que incluir un poco de sabiduría y, como nuestro ministro de Hacienda, mucha paciencia.
1 comment
Para mi, Marcel ha cometido errores. Varios. La Udi y entorno no tienen cabeza, curiosamente. El PC y FA fueron horrorosos en destruir a Chile en pos de sacar a Piñera. Sin embargo, hoy hay una voz del pueblo que no aparece en tus líneas. Y es que nadie está dispuesto a dar un peso más de su bolsillo porque se lo han robado todo. Esta izquierda, reyes de la ética, salieron ladrones de tomo y lomo. Y ahí están. Todos en sus cargos comiendo langostas. Cuatro idos..y listo. Todo funciona. Incluso los que roban. Da lo mismo los cuadros que haga Marcel. Él perdió credibilidad y el gobierno, incluso en su 30% de apoyo, también. Hasta los políticos históricos están dando vuelta la cara. Más de 94.000 contratados en un año…los sueldos gigantes. Y las mentiras también. No importan los cuadros de Marcel. Si el presidente va a buscar inversionistas diciendo que quiere derrocar al capitalismo, como cuando lo decíamos nosotros en los 60 y 70…perdió. y la lista de los «perdió» es tan grande que aterra.
Y la gente está agotada. Por muchas cosas. Una de ellas, la cara de palo.
Sería lindo que fuera como tu dices, y la Udi fuera siempre la mala. Hoy es tonta, pero los malos, están pidiendo más plata para robar. Si hay elecciones hoy en Chile, capaz que gane Milei. Y no se ve que vaya a mejorar nada.