Hijas, hermanas, sobrinas, entre otras, escribieron a sus desaparecidas en un viaje doloroso y solitario, guiadas por el deseo de reiterarles que no han sido olvidadas
María Isabel Joui Petersen era baja, tenía el pelo largo y oscuro, ojos almendrados y una bella sonrisa. Fue integrante de la Juventud de Estudiantes Católicos, de ahí pasó al Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER) y la Brigada Secundaria del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Egresada del liceo, entró a estudiar Economía en la Universidad de Chile. En 1974 se casó con Renato Sepúlveda. Vivían en el Barrio Brasil, en Santiago.
El 20 de diciembre de ese año detienen a María Isabel en un departamento de calle Compañía en Santiago (a su marido lo habían secuestrado días antes). Fue llevada al recinto clandestino “La “Venda Sexy”, en la comuna de Macul y, luego, trasladada a Villa Grimaldi. Ambos permanecen desaparecidos e integran la lista de 119 chilenas y chilenos de lo que se conoce como Operación Colombo.
María Isabel tenía 19 años al momento de su desaparición. Forma parte del grupo de 19 mujeres detenidas desaparecidas y ejecutadas políticas que son homenajeadas por medio de un proyecto titulado “Mujeres escriben a mujeres”, realizado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Se reunieron 27 cartas (hay familias que escribieron más de una) escritas por madres, hermanas, amigas, tías, sobrinas, sobrinas nietas desde distintos puntos de Chile (Temuco, Santiago, Antofagasta) y del exterior (París, Buenos Aires, Londres, Montevideo, Copenhagen)
A 48 años del Golpe, las ausentes, víctimas de la feroz represión de la dictadura, cobran vida y recuperan su voz y su huella por medio de un espacio virtual llamado Epistolaria de la Memoria 2021 (la primera versión del año pasado fue con hombres), un cuidadoso trabajo de cerca de 80 actrices agrupadas en la Red de Actrices de Chile (RACH).
De acuerdo a cifras del Museo de la Memoria, un total de 200 mujeres fueron detenidas y hechas desaparecer o ejecutadas con motivo de la dictadura chilena.
Alejandra Ibarra, coordinadora del proyecto, sostiene que “se trata de construir una genealogía femenina distinta y diversa a partir de estas cartas. Ellas ya no están entre nosotras, pero sus historias personales vuelven y te das cuenta de que las víctimas son mujeres que tenían ideales, sueños, afectos, familias, vidas como las de uno. Esta idea surgió como una deuda con aquellas mujeres. detenidas, desaparecidas y ejecutadas. Fue una experiencia muy intensa, inolvidable. Un acto de memoria, resistencia y ternura.”
Veinticuatro años tenía Carmen Bueno Cifuentes cuando fue detenida el 29 de noviembre de 1974, en Santiago. En febrero de ese año se había integrado al equipo de realización de la película A la Sombra del Sol de Silvio Caiozzi y Pablo Perelmann. Al día siguiente del estreno de la película, Carmen es detenida por agentes de la DINA con su pareja Jorge Müller, camarógrafo y director de fotografía, mientras se dirigían a su lugar de trabajo en Chile Films. Fueron llevados a Villa Grimaldi y posteriormente a Tres Álamos. Ahí se les pierde el rastro.
“Lo que quiero decir”, le escribe su sobrina Eloísa Casanova Bueno, “es que te siento en movimiento vivo, en imágenes que se desplazan por las raíces y el espacio, por el cuerpo de nuestra familia que a pesar de todo siguió siendo luminosa, como las luciérnagas y las noctilucas que brillan en la noche.”
Y continúa: “Hoy personas desconocidas te recuerdan en las calles, en películas, en nombres de estaciones de metro, cada vez sales más al sol y las personas te buscan y te conocen, tienes vida propia.”
Las destinatarias de las cartas son jóvenes idealistas, de convicciones profundas, que luchan por alcanzar la justicia social. Desean aportar a su país, ayudar a que la clase trabajadora tenga derechos, oportunidades de educación, una vida digna, libre de abusos y atropellos. La mayoría son militantes de partidos de izquierda (PC, PS, MIR, MAPU), profesionales, luchadoras, alegres, potentes.
El ejercicio perdido de escribir cartas, el rescate de la memoria personal y colectiva. Una tarea dura, solitaria, un abrazo con el pasado, un reencuentro con la pérdida irreparable, la pena que quita el aire, el sueño, la esperanza. El duelo prohibido. No todas pudieron hacerlo. La jefa del área de colecciones e investigación del museo María Luisa Ortiz explica que “significaba rememorar, volver a la ausencia, recordar cómo transcurrió la vida todos esos años sin ellas, sin saber dónde están. Son procesos largos, muy dolorosos y nosotras, obviamente, respetamos ese dolor. Tuvimos muchas bellas y profundas conversaciones con las mujeres. Las escuchamos, las acompañamos.”
Introvertida y de pocas palabras era Cristina Carreño Araya, víctima de la Operación Cóndor, detenida y desaparecida el 26 de julio de 1978, en Buenos Aires. De familia PC, en su adolescencia se une a las filas de las Juventudes Comunistas.
Tras el Golpe, su familia sufre la persecución. El 8 de julio de 1974, su padre Alfonso fue detenido junto a otros dirigentes por agentes de inteligencia de la Fuerza Aérea. Muere a causa de las torturas.
Cristina siguió militando. Deja Chile rumbo a Hungría y, en 1978, viaja a Buenos Aires. El 24 de julio de ese año denunció ante las oficinas del CEAS -entidad de la Iglesia Católica que trabajaba en coordinación con ACNUR- que estaba siendo perseguida y pidió el estatus de refugiada. Dos días más tarde, desaparece en Buenos Aires. Fue trasladada al centro clandestino El Banco y, luego, a El Olimpo. La asesinaron y su cuerpo fue lanzado al mar junto con el de otros once detenidos.
En el año 2005 sus restos fueron hallados en las costas de La Plata y repatriados en diciembre de 2007. Tenía 33 años.
Le escribe Lilia Concha, su sobrina. ”Cuando crecí y fui indagando más en tu historia, a la tía de los regalos sorpresa se le sumó la Cristina militante, la mujer que portaba una buena causa, la que soñaba un país sin niños pobres. Supimos de tu marcha contra la guerra de Vietnam desde Valparaíso a Santiago, de tus trabajos voluntarios, tus anhelos y de tu consciencia social. “
“Cuando creía que ya no podía admirarte más”, sigue Lilia, “supe también de la manera en que enfrentaste el inferno en el Olimpo, ese lugar espantoso creado por la dictadura argentina para exterminar a sus opositores, ese horror en el que te sumergieron…”
También comunista era Marta Ugarte Román detenida en su casa y desaparecida el 9 de agosto de 1976, en Santiago, por la Policía de Investigaciones (PDI) y trasladada a Villa Grimaldi. Fue encontrada un mes más tarde en la playa La Ballena, en el sector de Los Molles. Su cuerpo fue arrojado al mar dentro de un saco desde un helicóptero. La prensa de la época publicó la noticia como el asesinato de una joven y hermosa mujer, aludiendo a un crimen pasional.
Su sobrina Paulina Tara Ugarte le escribe: “ Ahí quedo tu cuerpo tendido en la orilla………habías llegado (…) Mi tía me contó que fuiste envuelta en sábanas blancas y un chal del mismo color que cubrió tu cabeza. Esos pies descalzos con que te encontraron fueron cubiertos con suaves pantuflas para tratar de abrigar todo el frio pasado. se acercaba el momento en que serían llamadas por una persona para que se pudieran despedir de ti, tus ojos abiertos decían lo que habías visto…….dolor, tortura, castigos y apremios. Todo lo que te había tocado pasar en Villa Grimaldi hasta cuando te lanzaron al mar.” Marta tenía 42 años.
Mi hermana María Cecilia Magnet Ferrero, detenida y desaparecida el 16 de julio de 1976, en Buenos Aires. Era la mayor de seis hermanos. Se recibió como socióloga de Catholic University en Washington, D.C. y, posteriormente, cursó dos años de Economía en la Universidad de Chile. Fue militante del MAPU. Conoció a Guillermo Tamburini, médico argentino, militante del MIR, y tras el Golpe, viajan a Buenos Aires. Allí se casan en enero de 1974.
Vivían en la calle Córdoba 3300. De allí fueron secuestrados en la madrugada por efectivos del ejército argentino y policía federal. Son víctimas de la Operación Cóndor. María Cecilia tenía 27 años.
Magdalena López y Catalina Reyes le escribieron a su tía. “Miles de veces te debo haber escrito una carta porque muchas más veces me dijeron que nos parecíamos tanto, que nosotras compartimos sueños, ideas y nuestra manera de ver el mundo. Dicen que somos curiosas, nos preguntamos todo, nos quedamos frecuentemente con pocas respuestas, nos importa el mundo y nos quedan chicos los espacios cuando se encoge la diversidad. Seguro que te reirías al leer esto y dirías que te suena conocido …”
“Siempre te quise contar tantas cosas y con los años las historias se iban sumando y ahora no hay carta ni papel suficiente para contarlas todas. Te quería contar de los años que viví en Estados Unidos (…) Te quería contar de mis años en Catholic University y de mis profes y clases porque pensé que tal vez nos habíamos repetido una clase o de seguro una sala.”
“Cuando era pequeña”, dice una sobrina, “tenía un sueño recurrente: estaba en mi casa, sonaba el teléfono y eras tú. Llamabas para volver a entrar en contacto con la familia, después de haber estado escondida por la muerte durante años. Yo no podía creer la suerte que tenía de ser la primera en hablar contigo. Te imaginaba al otro lado de la línea, joven, sonriente y con un pañuelo playero en la cabeza como tu foto que más me gusta.”
Y sigue: “La alegría era infinita, pensaba en la emoción de mi madre al contarle la noticia, en el asado que haríamos para recibirte, en las historias increíbles que tendrías para contar. Y la frustración al despertarme y entender que el sueño era imposible, era igual de enorme.”
3 comments
Gracias Odette … solo ver estas semillas que siguen germinando y creciendo obstinadamente ….nos dejan el legado a no olvidar y seguir con la firme decisión de cambiarlo todo…
Hermoso y conmovrdor
Sabiendo de los “casos” desde noticias y denuncias de la violación
de los Derechos Humanos y más específicamente de las Mujeres
no es lo mismo para mí que leer estas cartas que conmueven
el alma y le dan una perspectiva diferente. Muy buena iniciativa.