Pedro Sánchez: El Rey de la Sorpresa

por Juan. G. Solís de Ovando

Nunca me gustó la frase que dice que La política es sin llorar. La consideré siempre una frase chuli macarra y propia de aquellos que consideran la falta de escrúpulos una virtud. Una frase idiota que se emparenta a la otra más idiota aún que decía que los hombres no lloran. Agradezco que nunca la escuché de labios de mis padres. Con el tiempo pude entender por qué me molestaba tanto. Porque en verdad llorar y reír es tan humano como conversar y constituye al fin su dimensión dramática; y por eso también, lo que nos hace a los seres humanos, animales humanos, esencialmente mamíferos, como nos enseñó el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana.

Pedro Sánchez no ha llorado, al menos en público. Pero en su carta llora. Y deplora una España en la que ya no hay escrúpulos. Todo vale. Y como todo vale, en las derechas españolistas tan dadas a invocar el amor de Dios, siempre están dispuestas a derramar el odio en la mesa de la convivencia política cuando el resultado de las urnas no les es favorable. Y que mejor para hacerlo, que hacer de Pedro Sánchez el objeto prioritario de ataques viles, groseros, e irresponsables. También cobardes. Como el de atacar mediante mano mora a la esposa del presidente. 

Y a pesar de todo, y de esas circunstancias terribles Pedro Sánchez sigue siendo imbatible, manejando el factor sorpresa. Aun para los que creemos que cuando el líder del socialismo español se dio un período de reflexión en una carta pública, no se trataba de un farol en los planes del juego, sino más bien, de un auténtico, genuino y real hartazgo de liderar un país donde la derecha ha impuesto un debate completamente degenerado de los propósitos políticos para transformarlo en un permanente diálogo de sordos plagado de insultos, injurias, calumnias y ofensas de toda clase.

¿Algo propio de la política? Nada más falso. Nunca hasta ahora se ha visto este nivel de insultos públicos dentro y fuera del hemiciclo parlamentario español incluidos entre ellos los de las comunidades autónomas.

El último miércoles las cámaras mostraban al presidente molesto y agotado de tener que debatir desde la grosería en vez de hacerlo como corresponde desde la racionalidad y el respeto. La gota que rebalsó el vaso fue la noticia de que un juez de Madrid había acogido a tramitación una querella contra la esposa del presidente de gobierno interpuesta por una organización autodenominada Manos Limpiasque tiene a su haber entre otros logros, conseguir pasar por el banquillo de los acusados a la infanta Cristina, hermana del rey Felipe VI, -quien dicho sea de paso fue absuelta absolutamente de todos los cargos-, y se había negado a pagar más de tres millones de dólares para que la falsa querella fuera retirada. En esa ocasión el responsable de estos hechos Miguel Bernard terminó en prisión, aunque fue liberado posteriormente porque los jueces supremos asumiendo la inmoralidad del acto, declararon en su sentencia que la extorsionada infanta no había probado que los extorsionadores quisieran extorsionarla. Sin comentarios. Todo el mundo sabe que la querella contra Begoña Gómez, esposa del presidente, no tiene destino. De hecho, el mismo medio querellante, el mismo día que interpuso la querella, reconoció la falsedad de varios hechos denunciados, atribuyendo la responsabilidad a los periodistas. Pero da igual. Todo vale en las estrategias de acoso y derribo del presidente.

Cuando el pasado miércoles, el presidente español se retiró solo e intempestivamente del hemiciclo y se fue al Palacio de la Moncloa, nadie, -ni siquiera su círculo más íntimo de colaboradores en el gobierno, como Felix Bolaños o María Jesús Montero- sabían que escribía una carta dirigida a los españoles y en el que medularmente decía: 

se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa.

No soy un ingenuo. Soy consciente de que denuncian a Begoña no porque haya hecho algo ilegal, ellos saben que no hay caso, sino por ser mi esposa. Como soy también plenamente consciente de que los ataques que sufro no son a mi persona sino a lo que represento: una opción política progresista, respaldada elección tras elección por millones de españoles, basada en el avance económico, la justicia social y la regeneración democrática, 

y recordando que en las elecciones del 23 de Julio el pueblo español votó contra una coalición derecha/ultraderecha agregó:

La democracia habló, pero la derecha y la ultraderecha, nuevamente, no aceptaron el resultado electoral. Fueron conscientes de que con el ataque político no sería suficiente y ahora han traspasado la línea del respeto a la vida familiar de un presidente del Gobierno y el ataque a su vida personal.

Sánchez señalando directamente a los líderes de la derecha y ultraderecha como autores de la máquina del fango, y mostrando la existencia de una estrategia dirigida a destruir a los adversarios políticos, se interrogaba:

Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también.

Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor. A pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han tratado de hacer de mí, nunca he tenido apego al cargo. Sí lo tengo al deber, al compromiso político y al servicio público. Yo no paso por los cargos, hago valer la legitimidad de esas altas responsabilidades para transformar y hacer avanzar al país que quiero.

Todos se enteraron por el primer twitter que lo publicó a las 19:09 minutos. Lo que vino después fue el desconcierto generalizado. Las reacciones diferentes en el mundo político y la gente en general. En la calle Ferraz -sede del partido socialista de Madrid- esa tarde y hasta el mediodía del día siguiente, predominaba el inmovilismo de los militantes y el mutismo de sus dirigentes. No se movía una hoja. Más tarde empezaron unas escuetas declaraciones de los ministros Bolaños Montero, llamando a compartir un momento de reflexión con el presidente y expresando la esperanza de que su decisión final no fuese la de marcharse.

Mas importancia tuvo, en esos momentos, la entrevista al expresidente Rodríguez Zapatero que realizó la periodista Angels Barceló en la radio Cadena Ser, el matinal más escuchado de España, en la que el expresidente exhortó a los socialistas a movilizarse en la defensa del gobierno, su presidente y sobre todo la convivencia democrática de España.

La derecha, como era de esperar, tachó inmediatamente la actitud de Sánchez como irresponsable e inmadura. Y, la extremista Díaz Ayuso lo llamó show: Cree el ladrón que todos son de su condición.

Entretanto, la izquierda en general se manifestó apoyando al presidente y destacando la responsabilidad de la derecha política y mediática en su política criminal de derribo y acoso al presidente. Los nacionalistas vascos y catalanes apoyaron, en general, las palabras del presidente, especialmente los primeros (que necesitan a los socialistas para gobernar en el país vasco) y, con algo de distancia, los segundos.

Los medios escritos informaron en general dependiendo de su orientación política, y todos terminaban con la pregunta obvia: ¿Qué sucederá el lunes 29? ¿Tendremos presidente o tendremos elecciones? 

La respuesta a esta pregunta es ya pura facticidad: el presidente se queda. Y aunque en su comparecencia (sin preguntas) dijo que: 

He decidido seguir. Seguir con más fuerza si cabe al frente de la presidencia del Gobierno de España. Esta decisión no supone un punto y seguido. Es un punto y aparte, la verdad es que la declaración deja más preguntas que certezas. Porque no solo era evidente que la reacción de la derecha iba a ser como de hecho fue, o sea, la de descalificar absolutamente la resolución del presidente (Feijoo no tardó en motejarla de bochorno y esperpento señalando que España no tiene un presidente a la altura de sus ciudadanos, y que la España indignada (lamenta) el teatro de Sánchez por pura estrategia electoral o judicial, o ambas prefiriendo huir hacia adelante que dimitir mientras Díaz Ayuso afirmó que la continuidad de Pedro Sánchez  no es ninguna sorpresa y no tiene otro objeto que gobernar sin control ni contrapesos), sino  porque después de la decisión de quedarse no se sabe bien, que es lo que se espera que cambie en el escenario político si los actores y el guion de la obra siguen siendo los mismos.

Especialmente este último: El guion de la derecha. No olvidemos que, para la oposición, el presidente Sánchez es, en términos negativos, el primero en varias cosas: Fue el primero en llegar a ese cargo por medio del mecanismo constitucional de la destitución. Fue también el primero de la historia de la España democrática actual que gobierna con la izquierda. Esto justifica, para ellos, sobradamente, considerar ilegítimo el gobierno: los indultos, y luego la amnistía a los sancionados por el proces en Cataluña son pretextos. 

Esa estrategia ultramontana -ya lo hemos dicho- tiene al menos dos problemas graves: primero que reduce el discurso a la descalificación del adversario y pone a ese sector (subliminalmente que sea) como una oposición carente de ideas, programas y políticas públicas lo que genera desconfianza en el electorado. Y segundo, no se hace cargo como solía hacerlo la derecha tradicional, de las cosas de comer. O sea, la economía desde el sentido común socializado que ve básicamente tres cosas: la inflación  que acumulada desde enero del 2021 es de un 16,3 en tanto que el promedio de Europa es de un 20 por ciento; el PIB que conforme a las previsiones del FMI será de un incremento de un 1,5 %  y el 2% el de mayor crecimiento de Europa; y el del desempleo que aun implementando medidas de redistribución de la riqueza, ha conseguido récords históricos: España lidera el incremento del empleo al convertirse en el país que generó la tercera parte de los nuevos empleos de toda Europa, o sea, de los 27 países que la componen.

Además, esa derecha crispada y enojada tiene el problema adicional de que su alianza natural importa juntarse con un socio apestado, el ultraderechista VOX, que con sus políticas antifeministas y retrógradas resta el apoyo social fundamental al PP para abrirse hacia el centro y quitar votos al PSOE.

La derecha, a no ser que haga un viraje drástico en su estrategia y modelo de liderazgo, no gobernará, al menos, en los próximos tiempos, aunque siga crispada y violenta atacando las Casas del Pueblo socialistas. Conviene considerar y no solo para el caso español, que la principal consecuencia según los estudios demoscópicos de la política de crispación y violencia verbal no es provocar el deseo de alternancia en la gente, sino la desafección con la política en general y el hartazgo de sus conversaciones consideradas inútiles.

Pedro Sánchez, ha provocado un gran remezón en la sociedad española. Eso es cierto. Si lo hizo aprovechando una oportunidad por los ataques a Begoña Gómez, su esposa, o por un cálculo sofisticado es algo que Dios no ha revelado a los hombres todavía. Pero lo cierto es que el pueblo español ha sentido el miedo a perder la estabilidad política, algo a lo que los pueblos no renuncian de buena gana y en Europa menos. En España, -soy testigo-, se vivió como una suerte de cataclismo político, con todos los ingredientes de un quiebre: dolor, incertidumbre y miedo. Por eso, el hecho movilizó a la militancia socialista que cerró filas inmediatamente con su presidente, y a la izquierda en general que reaccionó oponiéndose a que la ultra/derecha española consiguiera el cambio de gobierno por razones que no pasaran por las urnas.

Esto último, -la posibilidad de la pérdida del liderazgo tranquilo del presidente-, se reflejó inmediatamente en el estado de ánimo de la gente y no precisamente para inclinar la balanza en favor de sus contrarios. La encuesta flash realizada por el organismo público CIS Centro De Investigaciones Sociológicas (equivalente al INE, pero en el ámbito de los estudios demoscópicos y sociológicos) registró la sensibilidad de la opinión pública: Después de la carta del presidente español un evento electoral pondría al PSOE ganador de las elecciones con 38,6 % de los votos seguidos del PP a 9,4 puntos de distancia y con un 29,2 % de los votos, resultado que en buen romance significa un desplome de la derecha. Así de claro.

Obviamente esto no significa que haya cambios en la estrategia del PP, porque así funcionan las cegueras cognitivas: terminan reforzando el pensamiento que enloquece a sus desgraciados fervientes. Y, por eso también, las respuestas de la oposición derechista avizoran que el PP y sus socios apretarán el acelerador del lawfare, y el uso inescrupuloso de las comisiones de investigación del senado en contra del presidente y su entorno.

El remezón de Sánchez no tiene solo efectos en la derecha. También a su izquierda. Desde que se produjo la desafección de Podemos en Sumar, todos perdieron. Algo típico en la izquierda donde en materia guerras fratricidas y prácticas sectarias suelen ser expertos. Los resultados de las últimas elecciones muestran un sostenido desaparecimiento de los primeros y la irrelevancia de los segundos, condenados a ir detrás de VOX.

Por eso, la izquierda necesita de la coalición progresista no solo para gobernar sino para que su identidad se refuerce desde la implantación de políticas públicas de vocación social e igualitaria. Así lo hizo en la legislatura pasada Yolanda Díaz, con gran éxito en las políticas progresistas consensuadas con los sindicatos, principalmente, y los resultados están a la vista.

También los necesita el PSOE y de igual modo no solo para gobernar. Los necesita para conseguir apoyos sociales que sostengan políticas públicas que toquen intereses poderosos: la reforma a las leyes que sostienen el ordenamiento jurídico de las viviendas en España ya no resiste más remiendos. Es necesario emprender reformas estructurales. Y, de igual modo, hacerse cargo de deudas históricas como la derogación de la ley mordaza que tiene la deshonra de llevar la firma de Franco. Además, los socios del PSOE en el gobierno probablemente tienen razón cuando exigen legislar para cambiar los quorum que permitan renovar el Consejo General del Poder Judicial. ¿Qué irán a quejarse a Europa? Claro. Lo harán de todas formas, pero eso no justifica que la derecha tenga secuestrado el CGPJ, porque ya no lo controla.

Así las cosas, con la derecha y ultraderecha pisando el acelerador de la violencia verbal y judicial y la coalición progresista profundizando los cambios lo que viene es un choque de trenes. ¿Terminarán siendo en el colmo de la paradoja, los partidos nacionalistas los que impongan moderación a la España refractaria al autonomismo? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que los personajes solo se revelan a un guion cuando este los desnaturaliza. Y lo natural de Pedro Sánchez es que en los peores momentos y cuando las circunstancias se muestran mezquinas sale hacia adelante como el Conde Belisario escogiendo el lugar y momento de la batalla imponiendo sus victorias gracias al manejo virtuoso del factor de la sorpresa.

Esa que le ha permitido, en los tiempos actuales, poner a España navegando casi sola contra las corrientes ultraderechistas de Europa y en el liderazgo mundial por el reconocimiento del Estado Palestino.

Toda una hazaña.

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1 comment

Victoria mayo 2, 2024 - 5:55 pm

Muy bueno ,gracias

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