¿Por qué tan niños?

por Mario Valdivia

Una psicóloga infantil doctorada en algún lugar de La Mancha, y bastante recorrida, que se mantiene al tanto del acontecer internacional y sigue con preocupación los avatares de la geopolítica, me comenta un día de lo infantiles que se ven los líderes europeos. Como explicación se limita a compararlos con Vladimir Putin y Xi Jinping. Tiene un punto, ¿cierto?, volantines con peso en la cola v/s volantines chupetes. ¿Y Biden?, pregunto, un cruzado belicoso senil infantilizado, responde. ¿No será que confunde adultez con autoritarismo? Nones, la vieja Merkel era adulta, Felipe González era adulto. ¿No será machismo? No, la única que salva un poquito del infantilismo es la Meloni; sé a qué se refiere. Los de ahora valen hongo si no andan en patota, agrega. De nuevo, tiene un punto. 

 Su pareja, un valorado politólogo de la plaza, sugiere que es por la debilidad de los estados nacionales europeos. La santa verdad, digo yo, sobre todo si los comparo con el ruso y el chino. Pero la falta de poder puede manejarse con una aceptación adulta, afirma la psicóloga, en cambio en estos personajes hay una rebeldía infantil ante el poder perdido, de no ser los de antes, un no poder ni querer oler el tufo azumagado de sus monumentos, sus estatuas, sus celebraciones. Debe ser difícil, imagino pa callado, si a uno le cuesta, tan escaso de pirámides y pucaras en los cielos, y tan abundante en cruces de palitos amarrados y animitas al paso, qué decir de los habitantes de tamaños cementerios. Igual, el instinto del quiltro que somos nos precave del destino que se le aproxima al matón del barrio que todavía no se cacha al recién llegado rottweiler. 

Hay que ver con qué alegría irresponsable de niños bravucones estos líderes aleonaron a los ucranianos en la grandilocuente cruzada de protección de valores y principios universales (la grandilocuencia como tal es un punto ciego típico del niño, asegura la psicóloga). Hasta las últimas consecuencias, con total seriedad siguen prometiendo el apoyo total de su poder acojonante, y ¿con qué ropa? Amenazan con armas mortíferas que son juguetes por comparación con la dentadura del nuevo vecino, y siendo los últimos en enterarse, llenos de indignado asombro, acusan faul. Es tan infantil eso de acusar al otro de hacer trampas, como si la vida fuera un juego. En Ucrania muere de verdad gente de verdad.

 ¿Disimulan y mienten?, como carretoneros, asegura la pareja a dúo, pero niños que son, no se dan bien cuenta de que lo hacen, hablan y hablan de sus convicciones hasta el cansancio, sabiendo que nada de lo que dicen ocurrirá. Juegan. ¿Deliran?, más de un poco, con senilidad infantilizada, recluidos en viejas casonas destartaladas, llena la vista de pulidos cementerios venerables al otro lado de los ventanales, siguen desempeñando roles en el antiguo drama de cruzados e infieles, el viejo Dios reconvertido ahora en democracia liberal. La misma democracia que debilitan debilitando sus estados nacionales jugando el juego del bocón escandalizado por los valores, los derechos, la verdad y la decencia amenazados por la maldad, el cinismo, el poder arbitrario, el atropello al ser humano, de los enemigos de la cruzada civilizatoria. Total, tener valores es más barato que crear el poder necesario para tomar responsabilidad, concluye el científico estudioso de la política. 

Proclamarlos engatusa a gente sin Dios que sigue hambreada de fe, además salen bien en la selfi mientras esperan confiados y resentidos a que la protección del papá gringo les permita seguir con el juego (sin mancillar su ingenuidad de niños, a la que evidentemente tienen derecho) Deprimen por el poco interés que despiertan, hace pocos días atrás uno de ellos visitó Chile y no lo pescó nadie, recuerda el politólogo, siempre atento a la agenda nacional.  

 El ex – marido de la psicóloga, junto con la actual pareja juegan a la amistad, un economista brillante como todos ellos, interviene para exhibir guarismos que demuestran en forma inequívoca que las economías de los países europeos se quedan atrás sistemáticamente de la americana, la china y la rusa desde hace tiempo. Cree que apoya el punto de vista de su ex – mujer. Puede que sí. Igual, los tres me dejan la idea de que los dirigentes europeos se niegan a ver que vienen guarda abajo, encandilados por el brillo de sus principios, como si respetar las reglas del paco ladrón produjera pacos poderosos, supuesto, nada más, que Papá proteja de los fauls.   

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