Primera vuelta presidencial. Nada fue como mucha gente imaginó.

por Rafa Ruiz Moscatelli

En este mes los conservadores cristianos – así definió JAK a su corriente política en el discurso de celebración televisado – se aglutinaron bajo al autoritarismo y la rabia “Kastista”. Este, sus aliados, Piñera, y los medios de comunicación masiva, estimularon y cosecharon el miedo a la migración en una situación de incertidumbre económica, el miedo y la rabia frente a los asaltos y robos, el pánico ante el poder territorial de los narcos y los saqueos paralelos a las movilizaciones y manifestaciones. El broche de oro fue imponer una respuesta militar para agudizar el conflicto en la Araucanía. En un mes la ultraderecha y el gobierno consolidaron un llamado al orden autoritario, aprovechando sucesos dramáticos, montaron una tragedia, se revictimizaron y optaron por un ángel salvador, un ángel malo.

Lo anterior también es consecuencia de la incomprensión y resentimiento que causa en los conservadores cristianos, el florecimiento de libertades e igualdades y la posibilidad de convertirlas en derecho en la Convención.

Las movilizaciones abrieron el espacio político destrabando los cambios y el desarrollo de la crisis de la centroizquierda y estimulando la concreción de una izquierda emergente, liderada en esta elección por Boric. Él pasó a segunda vuelta con un dos por ciento menos que los “kastistas” y con porcentajes que doblan y más a otros candidatos de centro, derecha, e izquierda.

La sorpresa sin sorpresa se llama Parisi que obtuvo 13% en la presidencial, antes había logrado el 10%. Ya es una moda chilena, de influencia periodística, sentirse sorprendido sin interiorizarse de las trayectorias de personas o procesos y olfatear las huellas con más detención y menos fiesta. Parisi es un candidato antipolíticos que oferta soluciones económicas rápidas. Tiene una huella financiera personal y de negocios con variadas anotaciones que no inmutan a sus pragmáticos votantes.

Quedan veintisiete días para la segunda vuelta. Basados en lo diferente que han sido las elecciones entre sí durante los últimos cuatro años, deberíamos abordar y ver a la segunda vuelta como una elección distinta a la primera vuelta. En Chile de hoy salvo una reducida base electoral todo es provisorio. Los electores son consumidores de ofertas. En lo reivindicativo y económico se confunden en una gran ofertón. Sin embargo, en lo político está definido entre democracia y autoritarismo. Aunque sea difícil comprender por sectores de izquierda hay pocas cosas irreversibles en política, en ella no hay un sumatoria lineal de progresos acumulativos y menos hay fotocopias útiles de otros procesos de transformación. En Chile la transformación es contemporánea y sudamericana o será un fracaso político estruendoso.

En la oposición sólo hay espacio para una unidad electoral inmediata para la segunda vuelta.  Los caminos propios son la antesala de una libertad de acción que anulará los efectos positivos de apoyar a Boric. Nada ha estado escrito en política de alianzas: hay partidos que, con los mismos principios y otros con las mismas convicciones se acomodan a cualquier alianza. No va a ser ahora en una segunda vuelta tan decidora que los tasadores de capital político hagan exigencias de última hora.

Un pendiente de todas las elecciones, hasta ahora, es un sector principalmente de la juventud que al negarse a votar por considerarlo “yellow submarine” fortifica tácticamente las movilizaciones, pero estratégicamente se aíslan y debilitan lo decisivo de una movilización que es su masividad y no su radicalidad. A pura radicalidad las movilizaciones mueren y surgen los exterminadores.

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