Racimos mortales

por Jorge A. Bañales

El envío de bombas de racimo a Ucrania es más una cuestión de inventario que de estrategia militar. Poco hay de moral en toda guerra y con esta medida Estados Unidos se coloca al mismo nivel que Rusia y Ucrania.

Obuses con cría

Las tan mentadas bombas de racimo no son una novedad en el conflicto territorial de Rusia y Ucrania y por puro prurito técnico en esta ocasión deberían describirse como obuses de racimo.

El artefacto consiste de una munición convencional diseñada de manera tal que a cierta altura en su trayectoria dispersa sub municiones, cada una de menos de 20 kilogramos que son, básicamente, granadas con aletas que las conducen en direcciones varias. Estas sub municiones explotan al golpear el terreno y todo el conjunto afecta un área mucho más grande que la explosión de un solo proyectil.

Esa dispersión indiscriminada que cubre un área similar a una cancha de fútbol pone en riesgo de heridas o muerte a quienes allí estén, sean soldados o civiles.

Estas municiones pueden presentarse en la forma de obuses de artillería, o pueden dispararse con cohetes, o dispersarse desde aviones. El anuncio del Departamento de Defensa menciona solamente municiones para artillería, de modo que son obuses de racimo.

Un análisis hecho durante la guerra de Vietnam, y citada por el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), encontró que las municiones de racimo eran ocho veces más efectivas para causar bajas –esto es, despachar tropas enemigas- que los proyectiles estándar con alta carga explosiva. En otras pruebas las municiones de racimo resultaron 60 veces más efectivas en el uso contra vehículos.

En cambio, las municiones convencionales, en forma de bombas lanzadas desde el aire u obuses disparados por la artillería, son más eficaces contra edificios.

Remilgos

Al menos 123 países han firmado la Convención sobre Municiones de Racimo que entró en vigor en 2010. Rusia, Ucrania y Estados Unidos no han firmado la convención internacional.

La razón principal para la renuencia global al uso de estas armas es que las submuniciones tienen una tasa alta de fallas: caen a tierra mal ladeadas y el detonador no funciona.

Según dijo el 7 de julio en la Casa Blanca el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, Rusia ha estado usando munición de racimo con tasas de falla que van del 30 al 40 por ciento y, en cambio, “las municiones de racimo que proveeremos tienen tasas de falla mucho más bajas, que no pasan del 2,5 %”.

Sea cual sea la tasa de fallas que la propaganda acomode, lo cierto es que esos artefactos explosivos quedan dispersos en calles y campos donde, por las próximas décadas, seguirán causando heridas y muertes en muchos casos de niños que encuentran las municiones y no conocen el peligro.

Ésa es la razón principal por la cual más de un centenar de naciones coinciden en prohibir el uso, el desarrollo, la producción, la adquisición, el almacenamiento o la transferencia de municiones de racimo. Estados Unidos, que no ha firmado la convención, dejó de producir esas municiones en 2008.

Todos en la misma

El grupo Human Rights Watch, que ahora ha exhortado a Rusia, Ucrania y Estados Unidos para que cesen el uso de estas municiones, ya había denunciado en 2014 el empleo de munición de racimo por parte de las fuerzas del gobierno ucraniano en áreas pobladas de la ciudad de Donetsk.

La semana pasada el presidente ruso Vladimir Putin dijo en una entrevista que su país tiene “un arsenal suficiente” de municiones de racimo, y advirtió que Rusia “se reserva el derecho de tomar acción recíproca” si Ucrania emplea esas armas.

Ése fue el primer comentario público de Putin al suministro de munición de racimo de Estados Unidos a Ucrania, pero el presidente ruso sostuvo que su país no ha usado esas armas en Ucrania.

Hasta ahora, no lo hemos hecho, no las hemos usado”, afirmó Putin. “No lo hemos necesitado”.

Y, justamente, una de las razones que el gobierno del presidente Joe Biden ha dado para la decisión de enviar a Ucrania las municiones de racimo es que Rusia ha estado usándolas.

Razones puntuales

En abril pasado comenzaron a circular noticias sobre una inminente ofensiva ucraniana con el objetivo de empujar a las fuerzas rusas de algunas regiones ocupadas desde el comienzo de la guerra en 2022.

Desde la invasión rusa, EE.UU. ha comprometido más de 41.000 millones de dólares en armamentos, municiones y otros suministros a Ucrania, incluidos 2.000 sistemas Stinger antiaéreos, 20.000 sistemas Javelin contra vehículos blindados, y más de dos millones de obuses de artillería. En preparación para la ofensiva anunciada, Estados Unidos incrementó el envío de armamentos y municiones.

Un análisis de CSIS encontró que el inventario estadounidense de obuses de artillería estándar, de alta carga explosiva, es muy magro.

Aunque Estados Unidos continúa suministrando algunos obuses a medida que la producción los pone a disposición, los números no son suficientes para atender las necesidades de la artillería de Ucrania”, agregó CSIS. “Las municiones de racimo cubrirán la brecha. Estados Unidos ha implicado que las municiones de racimo no serán necesarias una vez que sea suficiente la producción de munición estándar. Pero eso, puede tomar años”.

El presidente Biden dijo que “ésta es una guerra relacionada con las municiones. Y estamos quedándonos sin esa munición, tenemos muy poco inventario”.

Discutidera

Biden calificó como “difícil pero necesaria” la decisión de enviar municiones de racimo a Ucrania, aunque es poco probable que el aporte estadounidense al uso de esas armas cambie mucho la situación en el terreno.

La semana pasada casi cincuenta representantes demócratas en el Congreso sumaron sus votos a una enmienda del proyecto de Ley de Autorización de la Defensa Nacional, promovida por la republicana Marjorie Taylor Green, de Georgia.

La iniciativa no tuvo mucha suerte en la cámara en pleno donde hubo 276 votos en contra y 147 a favor, incluidos 49 demócratas y 98 republicanos.

Entre los demócratas que se sumaron a la propuesta se cuentan los representantes Ro Khana, Katie Porter y Adam Schiff, de California; Pramila Jayapal, de Washington; Alexandria Ocasio Cortez, de Nueva York; e Ilham Omar, de Minnesota. Estos legisladores son algunos de los más “progresistas” en la bancada demócrata del Congreso.

El periodista británico Libanés Oz Katerji, quien por años ha cubierto los conflictos en el Oriente Medio y ha abogado por la convención que prohíbe las municiones de racimo, escribió para la revista Foreign Policy que se encuentra “apoyando de forma renuente la decisión del gobierno de Biden”.

Oz Katerji                                 Marc Garlasco

Entiendo el impacto que estas armas tienen sobre la población civil mejor que muchos políticos en Washington”, añadió Katerji. “En un mundo ideal todavía quisiera que Estados Unidos, Rusia y Ucrania hubiese firmado y ratificado la convención, y hubiesen erradicado todos esos armamentos”.

Pero no vivimos en ese mundo”, se resignó el periodista. “Rusia no sólo ha usado extensamente las municiones de racimo en su invasión de Ucrania, sino que ha usado repetidas veces estas armas indiscriminadamente contra blancos civiles, lo cual es un crimen de guerra bajo la ley internacional”.

Por su parte Marc Garlasco, asesor de la organización holandesa sin fines de lucro PAX, calificó el envío de munición de racimo como “una decisión en bancarrota moral”.

Éstas son armas que matan a civiles durante la guerra y que continúan haciéndolo mucho tiempo después”, escribió Garlasco en la revista Rolling Stone. El artículo recordó que EE.UU. y el Reino Unido usaron unos dos millones de municiones de racimo en la invasión de Irak en 2003. “Estas bombas son letales. Son también una atrocidad moral”.

Jack Watling y Justin Bronk son dos analistas del muy británico Royal United Services Institute (RUSI) que, desde su fundación en 1831 por el Duque de Wellington Sir Arthur Wellesley ha estado pontificando sobre geopolítica y asuntos militares.

Doctor uno y profesor el otro, los expertos de RUSI opinaron que “el envío de municiones de racimo a Ucrania es necesario y se justifica legal y moralmente”.

Watling y Bronk señalaron el detalle de que Polonia y Rumania –dos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a través de los cuales habrá que transportar las municiones de racimo estadounidenses hasta Ucrania- tampoco han firmado la convención internacional que prohíbe esos armamentos.

Por lo tanto, nadie involucrado en el suministro, tránsito o uso futuro de estas armas está obligado por alguna prohibición legal específica contra su uso”, añadieron.

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