El horror del matrimonio, el más atroz, el más repugnante de todos los lazos que la humanidad ha ideado para su propia incomodidad y degradación (Donatien Alphonse Marqués de Sade)
Curiosamente, el marqués de Sade que abominaba del matrimonio y que fue quizás uno de los casanovas más depravados de la historia, también un escritor notable que escapó de la forma de pensar de su época y, me atrevería a decir, de la actualmente imperante, estuvo casado la mayor parte de su vida con Renée- Pelagie de Montrueil, su fiel esposa que le dio tres hijos y lo siguió a todas las cárceles y manicomios donde permaneció unos 27 años de su vida, formando parte activa de su existencia.
Sin embargo, pocos hablan de ella. El marqués se ha llevado todas las luces de la historia, y pese a que sus numerosas novelas estuvieron prohibidas por décadas, incluidas en el Index librorum prohibitorum, en español Índice de libros prohibidos por la iglesia católica, y cuyo libertinaje dejó huellas imborrables, no son pocas las ocasiones en que, pese a todo, él se ha transformado en personaje recurrente en novelas que se ambientan en su época o en lugares donde vivió.
“La ley solo existe para los pobres; los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero.” (Marqués de Sade)
A Renée-Pelagie, también marquesa de Sade, se la ha tenido un tanto olvidada a la hora de contar la historia y su nombre suele quedar entre bambalinas, pero su interesante figura, su lealtad conyugal, el misterio de su fidelidad, ha despertado el interés de escritores de la talla de Yukio Mishima que escribió una notable obra de teatro: Markisinnan de Sade que ha sido puesta en escena en varios países, entre ellos México, y que fue convertida en película para la televisión, nada más ni nada menos que por el inigualable Ingmar Bergman. Por otra parte, hace algunos años, una autora de novelas históricas, Mireille Calmel, publicó La Marquise Roman libertin que fue traducida y publicada por Grijalbo como La Marquesa de Sade, en el 2017. Estas y otras obras han despertado el interés por conocer más a esta curiosa y enigmática mujer.
Renée-Pelagie era una jovencita católica inocente, educada por su madre y su confesor que al cumplir los 21 años fue obligada a casarse, apenas conociendo a Donatien Alphonse dos días antes de un matrimonio acordado estrictamente por interés entre las familias de ambos. Ella era noble y adinerada, pero su linaje era reciente. En cambio, Donatien Alphonse pertenecía a la nobleza antigua, emparentada, aunque en forma lejana, con el rey, pero empobrecida. Fue un matrimonio por interés donde Renée-Pelagie fue vendida al mejor postor, es decir a aquel que daría a su familia entrada a la corte de París.
La leyenda (o historia) nos cuenta que esta grácil jovencita intachable y femenina acabó atrapada en las redes del depravado, porque se enamoró a primera vista del libertino marqués de Sade. Tanto, que no se separaría de su esposo hasta poco antes del final de su vida y lo acompañaría en todas sus vicisitudes, llegando incluso en una oportunidad, a disfrazarse de hombre para ayudarlo a escapar, quedándose ella en la cárcel en el lugar de él. Hay muchas especulaciones acerca de cómo una jovencita tímida y asustada se enamoró del marqués, pero la más lógica apunta a que ella traspasó los límites de su estricta educación para descubrir el placer en compañía de su esposo.
Sea como sea, la relación entre los marqueses duró muchos años, atravesando momentos muy difíciles, sobre todo, tomando en cuenta que la familia de Renée (que fomentó el matrimonio) se convirtió en una de las mayores críticas y persecutoras del marqués. Su vida se transformó así en una lucha casi permanente por mantener a Donatien fuera de la cárcel o el manicomio donde fue a parar en innumerables ocasiones, de preferencia por el delito de sodomía que en aquella época era altamente penalizado e incluso podía llevarlo a una condena de muerte. Renée fue la mejor amiga y confidente de Donatien y su estrecha colaboradora, tanto, que, según Calmel, fue ella quien recopiló el manuscrito de Justine para que pudiese ser publicado de forma anónima y fue además la primera lectora de la obra de su marido, hecho confirmado por cartas que se conservan y en las que le da sus opiniones sobre los mismos.
Desde el instante terrible en que me arrancaron tan ignominiosamente de tu lado, mi querida amiga, he sido víctima del sufrimiento más cruel. Me han prohibido darte detalles sobre esto, y todo lo que puedo decirte es que es imposible ser más desgraciado de lo que soy. Ya he pasado diecisiete días en este horrible lugar. Pero las órdenes que han dado ahora deben de ser muy diferentes de las de mi reclusión anterior, porque la manera de tratarme no se parece nada a la de entonces. Siento que me es totalmente imposible soportar más tiempo un estado tan cruel. La desesperación se apodera de mí. Hay momentos en que no me reconozco. Siento que estoy perdiendo la razón. La sangre me hierve demasiado para soportar una situación tan terrible. Quiero volver mi furor contra mí mismo, y si no estoy fuera dentro de cuatro días, estoy seguro de que me romperé la cabeza contra los muros. Carta de Sade a Renèe fechada el 8 de marzo de 1777
El marqués de Sade fue un sujeto de leyenda y muy pronto, apenas casada, esta dulce mujer descubrió las facultades (se afirma que Sade sufría de priaprismo) que convertirían a su marido en un sátiro incorregible cuyos escándalos lo atrapaban sin cesar mientras su incondicional mujer sobornaba jueces, alguaciles y gendarmes y lo encubría sin pausa con tal de protegerlo. Esta increíble mujer debería tener un sitial en la historia ya que Donatien practicó gran parte de sus fantasías lúbricas con su “inocente” mujer, que toleró las peculiaridades de su pervertido marido rompiendo con la tradicional ortodoxia conyugal, muy pobre en alternativas.
Renée y Donatien mantuvieron una nutrida correspondencia durante sus vidas, especialmente en los años de encierro del marqués, que fueron, como dijimos, muchos. Gran parte de estas cartas se encuentran en el libro de Calmel, sobre todo aquellas intercambiadas durante los primeros años de matrimonio. En una primera misiva, enviada por Renée a su marido en una de sus tantas reclusiones, se lee:
«¿Cómo has pasado la noche, mi dulce amigo? Yo estoy muy triste, aunque me dicen que estás bien. Sólo estaré contenta cuando te haya visto. Tranquilízate, te lo ruego».Renée-Pelagie Montrueil.
La voluptuosidad del marqués no le permitió la monogamia y las amantes (sin contar los escándalos que lo llevaron y trajeron de las cárceles) se sucedieron una tras otra a vista y paciencia de Renée, donde siempre regresaba Donatien-Alphonse. Pero éste era la imagen del desenfreno y Renée convirtió su obediencia e indulgencia hacia él en una especie de sacerdocio de la fidelidad que asombró tanto a su familia como a extraños. Incluso la bella hermana de Renée, Anne Prospére, cayó en las sutiles redes del libertino. Esta mujer hermosa, joven, virgen, pícara, fue atrapada por el descarriado marqués con el cual se escapó una temporada al extranjero. La familia de ambas, no lo perdonó. No así Renée. La tolerancia de su mujer y la connivencia de su hermana obraron milagros en la ficha policial del aristócrata y pese a la ira de su familia, los antecedentes permanecieron congelados. Su castillo de La Costees donde habitaban fue convertido en un laboratorio de erotismo donde Donatien elaboró todas las tramas de sus novelas. Renée-Pelagie se mantuvo impasible ante sus desenfrenos en aquel monumento a la depravación, mientras, al parecer, corrigió sus escritos que, según Bataille constituyen una “apología del crimen”, pero que hicieron que los surrealistas, con Breton a la cabeza, lo denominaran “el divino marqués”.
“Quien no fornique, pero lo parezca, está perdida; por el contrario, quien fornique con el mundo entero, pero se oculte, ésta es una mujer con buena reputación.” (Marqués de Sade)
La historia, como suele ocurrir en estos casos, no termina con un vivieron juntos para siempre. Sade salió de la cárcel junto con el estallido de la Revolución Francesa y durante un tiempo formó parte del nuevo orden establecido. Fue en esos años cuando Pelagie decidió divorciarse de él, quizás porque como parte de la nobleza, el temor que le inspiraba la revolución la llevó volver al círculo protector de su familia en Normandía. Así, Renée le escribe una última carta lapidaria a su consorte donde le reclama la separación de lecho y mesa. Aunque en ese entonces Francia había dado pasos gigantescos hacia el futuro, el divorcio no llegó hasta 1792. Renée- Pelagie vivió sus últimos años en compañía de sus hijos y murió en 1809, poco antes que el marqués que, habiendo contraído sífilis, producto de sus desenfrenos, vivía encarcelado nuevamente en el manicomio de Charenton donde, ya sin la ayuda desinteresada de su esposa, murió en la indigencia once años después.
1 comment
¡Felicitaciones, Cristina! Has develado una figura muy interesante, de una manera miy ágil y bien documentada.
Te agradezco sinceramente el trabajo que realizas al mostrarnos estas figuras femeninas que la historia tiende (no siempre, pero con frecuencia) a ocultar.