“Este nudo que fui (inextricable de cóleras, traiciones, esperanzas, vislumbres repentinos, abandonos, hambres, gritos de miedo y desamparo y alegría fulgiendo en las tinieblas y palabras y amor y amor y amores) lo cortarán los años”, Rosario Castellanos.
Rosario Castellanos, narradora y poeta mexicana, considerada una de las poetas más importantes del siglo XX en su país, nació un 25 de mayo de 1925 (hace casi 100 años) en ciudad de México, pero vivió su infancia en Comitán (Chiapas), de donde procedía su familia. Fue ahí donde realizó sus estudios secundarios y vivió dos hechos que marcaron su vida: la muerte de su hermano menor de una apendicitis a la edad de 7 años y la desigualdad de su entorno debido al Porfiriato en el que los estancieros o finqueros, en su mayoría, explotaban y menospreciaban a la población indígena.
Es posible que esas situaciones hayan despertado su extraordinaria sensibilidad que derivó en talento poético a temprana edad, ya que apenas cumplidos los 15 años publicó sus primeros poemas en un diario de Tuxtla Gutiérrez.
Contemporánea de Ernesto Cardenal, Jaime Sabines y Augusto Monterroso, mientras cursaba sus estudios de letras en la Universidad Autónoma de México se relacionó con ellos en un tiempo en que para la mujer en México y en el mundo, era muy difícil ser aceptada como ser pensante, como un igual y por lo tanto, cuando tuvo que defender su tesis lo hizo bajo los ataques de los académicos que se escandalizaron y cuestionaron el hecho de que una mujer se atreviera a tanto, en vez de dedicarse a las labores propias de su sexo. Sin embargo, su desempeño académico fue tan sobresaliente, que obtuvo una beca para estudiar Estética y Estilística en Madrid.
Rosario perdió a su madre en 1948, pero su recuerdo quedó grabado en su personalidad y fue la fuente de contradicciones ya que había sido un “ama de casa” que renegaba de serlo, para después aceptarlo feliz. Así, una de las reflexiones frecuentes de Rosario fue preguntarse si la labor de la mujer era ser ese al parecer destino obligado de ella. Y con frecuencia citó a Gabriela Mistral (nuestra adelantada poeta, Premio Nobel de literatura) que había expresado alguna vez que las mujeres tenían que elegir entre la maternidad y la escritura y ella, Rosario, se había decidido por la escritura.
Cuando Rosario regresó desde Madrid a México, se convirtió en profesora de la Facultad que la formó en la UNAM y, posteriormente, dictó cátedras en la Universidad de Wisconsin, de Indiana, y en la estatal de Colorado, en Estados Unidos.
«No te acerques a mí, hombre que haces el mundo, déjame, no es preciso que me mates. Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren de algo peor que vergüenza. Yo me muero de mirarte y no entender.” Rosario Castellanos.
Uno de los temas recurrentes en la obra de Castellanos fue el amor, sobre todo porque lo vivió en carne propia: se enamoró profunda y definitivamente de Ricardo Guerra, al que conoció en la facultad de Filosofía. Guerra – a él solo lo conocemos por haber sido el marido de Rosario Castellanos- inicialmente no correspondió a su amor e incluso se casó con otra mujer. Sin embargo, Rosario perseveró y por fin, en 1958, se casó con él.
Ese mismo año, Rosario Castellanos, con su primera novela, Balún Canán, recibió el Premio Chiapas y un par de años después, en 1960, gano el Xavier Villaurrutia con Ciudad Real. En 1967 fue nombrada la Mujer del Año.
Me entregué a usted: nunca me he puesto a considerar si fue sólo un momento. Sé que antes de conocerlo era yo una persona completamente distinta de la que soy ahora y que tal como me ha hecho le pertenezco. El que usted me sea fiel o no, no me hace variar de actitud. Yo le seré fiel siempre, a toda costa. Rosario Castellanos en carta a Ricardo Guerra
Prueba de su intenso y desgarrador amor a Ricardo, son las más de 70 cartas que Rosario le escribió a su marido, publicadas póstumamente en 1994 (según las indicaciones entregadas por Castellanos) en un libro denominado Cartas a Ricardo. Más de 600 páginas a través de las cuales la pasión se desborda con el talento poético innegable, pero atormendado, de una escritora que se definió como “hambrienta de ternura”.
El matrimonio no fue lo que ella soñaba y estuvo signado por las exigencias de Ricardo Guerra para tener hijos, un tema no prioritario para Rosario y que, además, la hizo sufrir varios abortos involuntarios e incluso la muerte de una hija al nacer para al fin, tener a su hijo Gabriel en 1961.
Por supuesto, Ricardo la empezó a presionar porque dejara su cátedra y se dedicara al cuidado de su hijo. Aún así, un año después, publicó su novela Oficio de tinieblas, con la que ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.
Pero además de las exigencias de Ricardo, la poeta fue objeto de la “envidia” de su marido que no solo trató por todos los medios de confinarla al hogar para impedir que desarrollara su obra, sino que llegó a romperle la máquina de escribir a la que consideraba su “rival” o descalificándola en público ante la prensa señalando que Rosario necesitaba su “Valium”. Un ejemplo de maltrato sicológico, diríamos hoy.
Pocos años después la pareja se divorció, en parte por este maltrato constante y en parte por las infidelidades de Ricardo. Este divorcio causó gran sufrimiento a la escritora, que tuvo que luchar contra la depresión por más de 10 años.
Hay que destacar que el trabajo de Rosario no se limitó tan solo a las aulas, sino que fue una escritora prolífica que dejo una gran cantidad de obras entre novela, poemarios y ensayos. Además, fue una gestora cultural y promotora del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del Instituto Nacional Indigenista, sin olvidar que se desempeñó como diplomática con gran éxito. Sus escritos siempre se enfocaron en estudiar y reflexionar sobre la situación de la mujer y creía firmemente que esta debía deshacerse de los apelativos de “víctima” y “sexo débil”, para superarse y llegar a ser libre.
“Me parece que, con más años de vida, podría haberse internado más en la cultura de México, lamento lo temprano de su muerte, pero ella lo había dicho en algunos de sus escritos, que pensaba que no iba a morir de vieja en su cama”, señala Sara Uribe en Rosario Castellanos: Materia que arde.
Entre su actividad literaria, artículos periodísticos, poesía, ensayos, y prosas, recibió, el mismo año que fue declara Mujer del Año, el Premio Carlos Trouyet y luego el Elías Sourasky de Letras en 1972. Su tesis de maestría, titulada Sobre cultura femenina (1950), comenzó a trazar los fundamentos del feminismo integracionista, una verdadera vanguardia de la agenda femenina que hoy consideramos imprescindible.
En el intertanto, en 1971, Castellanos es nombrada embajadora en Israel. Ahí, junto con su trabajo como diplomática, trabaja dando una cátedra en la Universidad Hebrea de Jerusalén y publica Poesía no eres tú (1972), Mujer que sabe latín... (1973) y en forma continua colabora en el diario Excelsior.
Tres años después de su nombramiento, apenas cumplidos los 49 años, hace prácticamente 50 años, el 7 de agosto de 1974, Rosario Castellanos murió en su residencia en Herzliya Pituach, al norte de Tel Aviv.
El reporte oficial de su muerte la declara como un accidente por descarga eléctrica, cuando tocó un cable pelado de un teléfono o al encender una lámpara en su sala de estar saliendo de la ducha. Una segunda versión dice que Castellanos se suicidó porque nunca superó la depresión que la aquejaba y una tercera dice que habría sido asesinada por sus declaraciones, sus escritos feministas y su defensa de los pueblos indígenas que incomodaban a sectores muy poderosos de la sociedad.
¿Fue accidente? ¿Un suicidio? ¿Quizás un asesinato? Solo Rosario Castellanos podría aclararnos esto, al igual que en el caso de Marylin Monroe donde las causas nunca estarán claras porque lo cierto es que Castellanos, como ocurrió también con Monroe, se encontraba sola en casa en ese momento y un empleado la encontró inconsciente y, aunque llamaron a los servicios de emergencia, murió en la ambulancia antes de llegar al hospital.
Sin duda alguna, Castellanos entendió tempranamente que los sectores más vulnerables eran los indígenas y las mujeres. Por ello, dedicó su vida y su escritura a luchar para que se hicieran conscientes de sus condiciones y pudieran buscar su propia superación, así como lo hizo Virginia Woolf, Sor Juana Inés, Rosa Luxemburgo y tantas otras que marcaron la senda de las mujeres de hoy.
El año 2023 la filial mexicana del grupo editorial Penguin Random House, a través de su sello Lumen, publicó el libro Rosario Castellanos.Materia que arde, escrito por Sara Uribe y Verónica Gerber Bicecci, una revisión minuciosa de su pensamiento y el conjunto de su obra que vale la pena leer porque esta notable escritora fue clave para empezar a desterrar los prejuicios sobre la mujer que ella expuso visionariamente a mediados del siglo pasado.
“Mi sangre se enardece igual que una jauría olfateando la presa y el estrago, pero bajo tu voz mi corazón se rinde en palomas devotas y sumidas.” Rosario Castellanos
Para aquellos que les gusta el cine, pueden buscar la película Los adioses, que en los países angloparlantes tuvo un título mucho mejor: El eterno femenino y que aborda su libro Sobre cultura femenina, el más conocido y obligado para entender la condición de la mujer en México –no muy diferente a la de otros países- hasta 1947. En esta película queda claro aquello que decía Simone de Beauvoir sobre que los hombres son el opio de las mujeres que aguantan todo para mantener frente a la sociedad la ficción de la pareja o familia feliz.
«Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba”. Rosario Castellanos.
Rosario Castellanos, grande entre los grandes poetas del siglo XX, una imprescindible de conocer, una de las nueve mujeres ilustres que yace en la Rotonda de personajes ilustres (originalmente llamada de los hombres ilustres y que cambió de nombre en la primera década del siglo XXI), en ciudad de México.
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Gracias Cristina por contarme de tan bella forma la vida de Rosario Castellanos.