Emulando al desmemoriado Henry Kissinger, que continúa cumpliendo años olvidando convenientemente su financiamiento al golpe de Estado en Chile, mientras calificaba a Salvador Allende como “enemigo jurado de la democracia”, Sebastián Piñera – investigado por la fiscalía de Alta Complejidad del Ministerio Público en razón de numerosos delitos de lesa humanidad cometidos durante el estallido social, tras haber declarado al país “en Guerra…” – definió como antidemocrática la gestion del inmolado mandatario durante el bombardeo al Palacio de La Moneda hace casi 50 años.
Sin resistir su inocultable ansiedad brindó una iracunda entrevista a “El Mercurio”, más que funcional a la implacable operación mediática del diario de Agustín contra el actual gobierno. La anunciada publicación de sus dichos coincidió con el día en que su amigo “El Tronco” Torrealba, sometido a proceso por millonaria defraudación de las arcas municipales de Vitacura, amanecía encarcelado provisoriamente en el Anexo Capitán Yáber. ¿Simple coincidencia? ¿Visitará Sebastián al amigo en desgracia?
Volviendo al origen de estas líneas, fue la consecuencia democrática de Salvador Allende y su respeto a las instituciones republicanas durante su extensa e intensa trayectoria política, reconocidos por frontales adversarios, la que estimuló la conspiración golpista y traición de Augusto Pinochet al legado del general Carlos Prats, a quién el dictador ordenó asesinar un año después en Buenos Aires.
En radical diferencia con el Presidente Allende, a quién, pese la brutal campaña de asesinato de su imagen emprendida por la dictadura civil militar y sus controlados medios de comunicación, jamás se le pudo imputar un peso en beneficio propio, ésto de los desfalcos es un territorio transitado largamente por el locuaz Piñera. Debutó en esas lides hace 41 años como joven promesa en el hoy desaparecido Banco de Talca, escapando de la mano de la justicia. Hizo carrera en turbias aguas, con artimañas de experto, hasta transformarse en multimillonario líder politico capaz de rascarse con sus propias uñas, involucrando a sus retoños herederos en audaces movidas financieras. Ha jugado en los bordes como ninguno, con mejor suerte que sus cercanos compadres, entre ellos “El Choclo” Délano, que la viene sacando barata, pero con la pintura algo más que rayada tras sus millonarias trampas y robos en el bullado caso Penta.
Tras su desastrosa gestión presidencial Sebastián intenta borrar huellas y mueve recursos financieros y mediáticos, incómodo ante la condena de volver a someterse a la opción presidencial de José Antonio Kast. Más allá de las palabras de buena crianza que brinda al republicano en estado de gracia, le inquieta su eventual manejo económico y las expectativas para sus finanzas futuras.
Pero el tiempo pasa y Sebastián sabe que dificilmente igualará el récord centenario de Kissinger, que se florea mundialmente, ignorando convenientemente las horrendas huellas de crímenes contra los derechos humanos que alentó en nuestro continente durante sus tiempos de poder junto a Richard Nixon.
Sebastián disfruta fotografiándose rodeado de libros, algo distinto a su real capacidad lectora, escogiendo titulares que lo conducen a continuos errores con los que ha ganado lamentable fama. Probablemente nunca ha leído en el ensayo “La Ilusión Económica” de Emmanuel Todd: “Vivimos hoy en día la culminación lógica de la estupidez ultra liberal que buscando” liberar al individuo” de toda cortapisa colectiva, no logró sino fabricar un enano asustado y entumecido que busca la deificación del dinero y en su atesoramiento. En ausencia de grupos activos, definidos por creencias colectivas fuertes(…) los políticos del mundo occidental están reducidos a su estatura social real, por naturaleza insignificante”
Piedras en el camino para un Sebastián desmemoriado…