La película estrenada en 1990, escrita y dirigida por Allan Moyle, protagonizada por Christian Slater y Samantha Mathis, muestra lo que le sucede a un joven que, amparado en el anonimato de un personaje creado por él mismo, inventa un programa de radio pirata para contar lo que le sucede cuando llega a un lugar nuevo y el panorama educacional es bastante adverso.
“Suban el volumen” (1990) perfectamente se podría haber convertido una de las clásicas cintas ñoñas gringas de chico-conoce-chica que tantas veces han llenado las pantallas de los cines. Sin embargo, contiene tres elementos que para mí la han convertido en una de las tantas películas de mi vida: buena música, buen argumento, buen casting, especialmente en los personajes principales.
La trama es la siguiente: Mark Hunter (Christian Slater) es un adolescente que llega a un tranquilo suburbio de Arizona, donde crea un programa de radio en onda corta para comunicar lo que le pasa, lo solo que se siente y lo que observa en su nuevo colegio. De día es bastante tímido, no habla con nadie, pero de noche se convierte en un locutor deslenguado que critica el sistema que lo rodea e instiga a quienes lo escuchan a que reaccionen y se manifiesten frente a lo que está pasando. Se hace llamar “el duro Harry” o “Harry erecto”, como una manera de llamar la atención de su radio escuchas, la mayoría adolescentes inquietos que asisten a su colegio. Sus punzantes diálogos los combina con canciones de Peter Murphy, Pixies y Bad Brains, entre otros, con la cortina principal del programa, la canción de Leonard Cohen “Everybody knows”, cuya traducción de su primera estrofa señala:
Todo el mundo sabe que los dados están cargados.
Todo el mundo los lanza cruzando los dedos.
Todo el mundo sabe que la guerra ha terminado.
Todo el mundo sabe que los buenos perdieron.
Todo el mundo sabe que la lucha estaba arreglada.
Los pobres siguen siendo pobres,
los ricos se hacen ricos.
Así es como es.
Todo el mundo lo sabe.
La voz profunda y cavernosa de Cohen lo dice todo: los dados están cargados. Hunter lo sabe y lo critica en su programa, comienzan a suceder cosas, se despiertan las conciencias, se abren las mentes. Aparece lo bueno y también el lado negativo, el lado que Harry Erecto no puede manejar, especialmente cuando Nora Diniro (Samantha Mathis), una de sus compañeras en el colegio, comienza a darse cuenta de su verdadera identidad.
La película critica el sistema educacional norteamericano con todas sus luces y recovecos. La falta de oportunidades, el desdén, la poca consideración hacia algunos alumnos, las jerarquías y la violencia excesiva. Allan Moyle escribió la cinta inspirado en lo que pudo ver en colegios de su natal Canadá, en el mal trato especialmente de las autoridades sobre los estudiantes. A la luz de los años y de los hechos no veo muchas diferencias con lo que sigue pasando en Chile, con la sensación que en los colegios se establece con alumnos que son subestimados y manejados a la voluntad propia de ciertos grupos. Lo he vivido yo, mis amigos, en cierta manera también le tocó a mi hijo, especialmente en sus primeros años escolares. Es muy fuerte la sensación de desamparo, de descontento. “Suban el volumen” fue censurada, escondida. En su momento de estreno me costó verla porque el cine que la daba la tuvo una semana y después la sacó de cartelera, tampoco estaba en todos los videoclubs, La perseguí, como se hace con todo lo que uno realmente quiere conseguir. Después de unos meses lo logré. La vi en reiteradas oportunidades, quizás demasiadas. La compartí con algunos amigos y me compré la banda sonora en CD. La disfruté. Me sentí un poco Harry Erecto porque me tocó vivir algo similar en el último año de colegio, por una publicación que logré instalar en un medio de circulación nacional, amparado en el anonimato. Hablaba sobre un aspecto de mi colegio que nadie quería reconocer. Se demoraron poco en descubrirme. Nada. Fue evidente. No la supe hacer. Quizás inconscientemente quería que supieran que yo también era capaz de escribir, de comunicar, de decir las cosas de otra manera. Afortunadamente, no hubo consecuencias fatales. Con el pasar de los años, no me arrepiento de lo que pasó porque al menos la publicación removió ciertas conciencias y se entendió que lo que estaba pasando en el colegio no era lo que correspondía. Recuerdo que, incluso, los auxiliares de aseo, cuando supieron que era yo el autor del escrito, me felicitaron con cariñosas palmadas en la espalda.
Más allá de la experiencia personal, la gracia de “Suban el volumen” es atreverse a contar, a transmitir con frases claves como “Roben el aire” “Hablen duro”, una realidad bastante fuerte en un mundo en el que en ese entonces no existían las redes sociales. Los estudiantes estaban cansados de los gobiernos republicanos de Reagan y George Bush padre. En esa época los alumnos querían ser escuchados, gritar un poco. Hoy también. Han pasado más de 30 años y nada ha cambiado. “Escúchennos, aquí estamos. Suban la radio, por favor no la bajen. Aquí estamos”, parecen decir con sus vidas, sus gestos destemplados.