Modista, obrera, funeraria, camarera, acróbata y la modelo más retratada por algunos artistas aclamados de su tiempo como Henri de Toulouse Lautrec, Pierre Auguste Renoir, Berthe Morisot, Amadeo Modigliani, Paul Gauguin o Edgar Degas, saltó sobre el caballete para transformarse en una de las mejores artistas del postmodernismo …también, en la única pareja que se le conoce al excéntrico y notable músico Eric Satie.
Marie-Clémentine Valade, quien pasaría a la historia como Suzanne Valadon, hija de una madre lavandera y soltera, nació el 23 de septiembre de 1867 en Bessines-sur-Gartemoe, Francia. Tuvo, como es de imaginar, una infancia dura y una juventud aún peor, empezando a trabajar apenas cumplidos los 11 años. Un poco por azar y otro por destino, a los 16 se convirtió en acróbata de uno de los circos más concurridos de la Belle Époque: el Mollier, frecuentado por artistas que muy pronto apreciaron la especial belleza de Marie-Clementine. Entre los asistentes habituales se encontraban pintores de la talla de Henri de Toulouse Lautrec, Pierre Auguste Renoir, Amadeo Modigliani, Paul Gauguin y Edgar Degas. Todos ellos la contrataron como modelo luego que un accidente acabara con su carrera de acróbata. A través del modelaje, Susanne Valadon cultivó amistades ilustres (también muchos amantes), se convirtió en la mujer más retratada de Europa y aprendió los rudimentos de la pintura.
Entre aquellos artistas, Suzanne era como una bella mariposa condenada, igual que muchas otras – como Marguerite Gautier de La dama de las camelias (modelos, actrices, cantantes, bailarinas, demi – mondaines, prostitutas) – a la miseria y al olvido, pero con inteligencia y voluntad giró su destino. Lo hizo integrándose a la bohemia de ese entonces con coraje y libertad, como si siempre hubiera sido su lugar en aquel mundo y ello le permitió cierto éxito con el cual pudo sostener a su familia y, lo más importante, logró trascender a través del arte.
Susanne Valadon fue inmortalizada en importantes lienzos como Baile en Bougival de Pierre Auguste Renoir, quien la consideraba su modelo favorita; y en varias pinturas de Henri de Toulouse Lautrec como La lavandera, La resaca, o Retrato de Suzanne Valadon, pintora, entre muchos otros.
En sus tiempos de modelaje y secreto aprendizaje del dibujo y la pintura, Renoir la pintó con la frente abombada, secándose el pelo, bailando con sombrero de flores; Toulouse- Lautrec la dibujó sentada, la mano en el mentón frente a una botella y un vaso, la boca amarga, los ojos turbios; Degas la inmortalizó atándose la zapatilla de ballet, pero de todos ellos, ¿quién la embarazó? Se daba por descontado que había sido Puvis de Chavannes, su primer protector, un viejo enamorado del que todo el mundo en Montmartre se burlaba, pero el padre también pudo ser Renoir, un hombre sensual que pintaba mujeres muy carnales, o cualquiera de sus múltiples amantes ocasionales.
Así, Suzanne tuvo a los 18 años a su único hijo Maurice Valadon, de padre desconocido. Años después, el pintor Miguel Utrillo, en un acto de amor o amistad, lo reconoció como suyo y le dio su apellido al que sería el gran pintor de Montmartre conocido como Maurice Utrillo.
Con Toulouse Lautrec se hicieron amigos y amantes. Ambos deambulaban por las noches a través de las pequeñas calles adoquinadas de Montmartre y se perdían en cafetines y bares del barrio más bohemio de París. Lautrec le sugirió entonces cambiar su nombre por uno más corto y fácil de recordar, atendiendo a que la joven posaba a menudo como modelo de hombres que le superaban en mucho la edad, por no decir que eran viejos, le aconsejó tomar el de “Susana bíblica”, transformándose entonces en Susanne Valadon.
Susana, una bella mujer, esposa de Joaquín, un rico e influyente judío en el Exilio Babilónico, es vista y deseada por dos ancianos que habían sido nombrados jueces entre los judíos en el exilio en Babilonia. Los dos viejos se ponen de acuerdo para sorprender a solas a Susana y así abusar de ella. Libro de Daniel, versión griega de la Biblia.
Lautrec, fascinado con el talento que veía en los dibujos de su amiga, la puso en contacto con Degas que la tomó bajo su tutela e impulsó su carrera, siendo, además, uno de los primeros en adquirir algunos de sus trabajos.
En 1893 pinta uno de sus cuadros más conocidos, el retrato de Eric Satie, el célebre compositor francés que sintió un profundo amor por Suzanne -la única pareja que se le conoce- con la que mantuvo un breve romance que formalmente duró solo unos meses, pero que marcó la vida del creador de las Gnossiennes y de las danzas góticas que se cree fueron inspiradas por Suzanne. También compuso entonces, en cuatro compases, para piano y voz, ¡Bonjour Biqui Bonjour! Hay que precisar que apodaba Biqui a su amada.
Es notable el autorretrato que Suzanne pintó en esta primera época. Allí luce un rostro severo y una impactante mirada de penetrantes ojos azules. Esta pintura acompañó a Eric Satie hasta su muerte en 1925. El romance entre ambos terminó en 1896 cuando Suzanne decidió casarse con un banquero corredor de bolsa: Paul Moussis, luego de un complicado triángulo amoroso. Satie quedó con el corazón destrozado por esta mujer y se aisló del mundo.
“Que los hombres me hayan amado, sea. Pero hubiera querido ser amada por aquellos que nunca me vieron, por los que en sus sueños me imaginaron delante un lienzo donde, con mis colores, habría dejado un poco de mi alma”. Suzanne Valdon
Paul Moussis protegió económicamente a Suzanne y a su hijo Maurice, y de esta manera ella pudo dedicarse por completo a la pintura en el estudio que instala en su nuevo domicilio en Montmartre. A partir de entonces sus pinturas se relacionan con el placer sexual, con una visión del hombre como objeto de deseo para la mujer. De esta época datan Adam et Eve, La joie de vivre y Lancement du filet. Suzanne elaboró alrededor de 300 dibujos y más de 450 pinturas al óleo durante toda su vida y fue la primera mujer que administró la Société Nationale des Beaux-Arts.
Por supuesto, su condición de mujer no le impedía visitar los antros de mala reputación de Montmartre con sus colegas y enrollarse con quien le apetecía cuando le apetecía. La moral burguesa del siglo XIX, una de las más restrictivas para la mujer en la historia, le resbalaba a la libre Suzanne.
La artista tenía muchas extravagancias y entre ellas hay que mencionar que siempre llevaba consigo un paquete de zanahorias y en su estudio mantenía una cabra a la que le daba de comer los dibujos que estimaba malos. Vivía rodeada de gatos a los que todos los viernes alimentaba con el mejor caviar, pero ella comía muy frugalmente.
En 1909, luego de varios años de matrimonio decidió separarse de su primer marido y cumplidos los 44 inicia una relación amorosa con André Utter, joven pintor de 23 años y amigo de su hijo. Se casaron en 1914 y se mantuvieron juntos por 24 años, viviendo junto a Maurice que entraba y salía de tratamientos contra el abuso del alcohol. Suzanne pintó Adan y Eva con Maurice y André como modelos, pero la Sociedad de Bellas Artes, la obligó a cubrir el sexo de André con un detalle de hojas para poder exhibirlo en sus salas. Con los años, a este particular grupo familiar se lo conoció como «el trío infernal» o la «trinidad maldita«, por sus excesos y dramas cotidianos que eran conocidos y comentados por todo Montmartre.
La obra de Valadon es magnífica. Destaca su dominio de las composiciones y lo vibrante de sus coloridos. Pintó todos los géneros, pero fue famosa por sus desnudos. Tengamos en cuenta que en la época era un escándalo que una mujer pintara desnudos femeninos. Masculinos ya era impensable, pero Suzanne los abordó sin tapujos ni miedo al escándalo.
“Tiene un estilo particular que reconocemos en la fuerza de la aplicación de sus colores, su gusto por los contrastes y esa característica línea negra que envuelve cada objeto, cada material, cada cuerpo. Es una pintura que nos habla de la fuerza de esta mujer”, María González, jefa de conservación del Musée de Montmartre.
Obras de Suzanne Valandon se encuentran en múltiples museos de Francia y el mundo y así se puede apreciar El futuro desvelado o La tiradora de cartas en el Palais de Genève; Retrato de familia en el Musée d’Orsay; El lanzamiento de la red en el Centro Pompidou-MMAM-CCI; Desnudo arreglando su cabello o La muñeca abandonada, estos dos en el Museo Nacional de las Mujeres en las Artes de Washington. A menudo para estas escenas de intimidad solía trabajar con amigas o conocidas, especialmente mujeres humildes que conocía en las calles. Valadon solía decir que pintaba a las personas para aprender a conocerlas y sostenía: “debes ser lo suficientemente valiente para mirar a la modelo a la cara si quieres llegar a su alma”.
La película “Maurice U.” de Eirik Smidesang Slåen, narra, en clave de ficción, la vida tumultuosa de Maurice, así como la relación con su madre y con su amigo y futuro padrastro André Utter.
Su hijo, Maurice Utrillo, empujado por su madre se casó en mayo de 1935 con Lucie Valore, una chica de fortuna, pintora aficionada y ex actriz de teatro. Ya tenía 52 años. Tres años después murió Suzanne Valadon producto de un derrame cerebral, a los setenta y dos años. Entre los asistentes a su funeral se encontraban sus amigos André Derain, Pablo Picasso y Georges Braque. Maurice, su hijo, no asistió.
André la sobrevivió diez años y murió en 1948. Ambos están enterrados en el cementerio parisino de Saint Ouen, juntos para toda la eternidad
1 comment
Excelente como siempre poeta