Trump, por la vuelta.

por Jorge A. Bañales

Abollado por los resultados decepcionantes de las elecciones de medio término, y apurado por investigaciones del Congreso y de la justicia, Donald Trump se dice víctima de persecución política y lanza su candidatura para la reelección en 2024.

Si es Trump, tiene que ser entreverado

Desde su derrota electoral en 2020, Donald Trump y su equipo han operado una formidable red de recolección de fondos que tiene más de 100 millones de dólares en un puñado de diferentes comités de acción política, PAC por su sigla en inglés, siendo el mayor Save America.

El problema es que esos fondos, recolectados y usados para apoyar candidatos trumpistas en las primarias y las elecciones de medio término, no pueden transferirse legalmente a una cuenta de campaña presidencial.

         Poco después de que anunció, la semana pasada, que buscará la candidatura presidencial por el Partido Republicano en 2024, Trump presentó a la Comisión Electoral Federal los documentos que establecen esa postulación y el Comité de Campaña lo cual le permite recibir contribuciones en cumplimiento con las leyes federales. Bajo esas reglas, Save America puede aportar apenas 5.000 dólares al Comité de Campaña presidencial al cual un contribuyente individual puede añadir sólo 2.900 dólares.

         Ducho como es en el uso de rulos legales, Trump podría pasar los fondos que ahora aparecen en la cuenta Save America a otro PAC, fundado a fines de septiembre, y llamado MAGA, Inc. (por la consigna trumpista Make America Great Again). Este comité, según la ley, no puede coordinar su trabajo con Trump y su Campaña Presidencial oficial, pero sí puede cooperar indirectamente con propaganda que ataque a los posibles adversarios de Trump o promueva la candidatura del expresidente.

         La semana pasada un grupo llamado Centro Legal de Campaña presentó una queja ante la Comisión Federal de Elecciones alegando que Trump violó la ley federal cuando, en octubre, transfirió 20 millones de dólares del PAC Save America al PAC Maga, Inc.

Danza de las encuestas

Los resultados de las elecciones de medio término dejaron en evidencia que la mayoría de los encuestadores, los expertos y los analistas erró en su expectativa de un “tusnami rojo”, el color del Partido Republicano. Con la popularidad del presidente Joe Biden apenas asomándose por encima del 40 % y la tasa de inflación más alta en décadas, parecía inexorable una victoria republicana a todos los niveles, y especialmente en la Cámara de Representantes y el Senado.

         Pero no ocurrió.

         De modo que las encuestas, ahora acerca de las probabilidades que tendría Trump si sigue empecinado por retornar a la Casa Blanca en 2024, han de tomarse con parsimonia.

         La de Emerson College indica que, si los republicanos tuviesen que elegir ahora como candidato presidencial entre Donald Trump y el gobernador de Florida, Ron DeSantis –que luce como su retador mayor … ahora- el expresidente recibiría el apoyo del 55 % de los republicanos comparado con el 24 % para DeSantis.

         De hecho, Trump supera por más de 30 puntos porcentuales no sólo a DeSantis sino a los potenciales rivales que se asoman a esta altura incluidos el exvicepresidente Mike Pence, el senador de Texas, Ted Cruz; la ex gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley; el ex secretario de Estado, Mike Pompeo, y el senador de Florida, Marco Rubio.

         Y si el actual presidente Joe Biden fuese el candidato demócrata en una batalla de ancianos en 2024, recibiría el 45 % de los votos comparado con el 41 % para Trump.

         La Encuesta Marista a nivel nacional encontró que el 52 % de los votantes republicanos cree que el partido tendrá más probabilidades de ganar la próxima elección presidencial si el candidato es cualquier persona excepto Trump, y un 37 % opina que Trump será el mejor candidato.

         Según la encuesta de Ipsos después de las elecciones de medio término, la proporción de votantes demócratas que cree que Biden, si lo intenta, ganará la elección presidencial de 2024 saltó al 71 %, en comparación con el 60 % que compartía esa opinión en agosto.

         Ese mismo sondeo de opinión encontró que el 75 % de los votantes republicanos cree que Trump podría ganar en 2024 pero, aunque eso está por encima del optimismo demócrata por Biden, en realidad ha bajado siete puntos desde antes de las elecciones que abollaron la imagen del expresidente.

Votantes veleidosos

Una encuesta de la firma HARRIS para el Centro de Estudios Políticos en la Universidad Harvard encontró que Trump fue el gran perdedor en las elecciones de medio términoen las cuales no era candidato, pero sí fue el artífice de muchas de las candidaturas—en tanto que un 14 % opinó que los perdedores fueron los “republicanos de MAGA”, y un 12 % cargó la decepción a los republicanos centristas.

         “Trump sale de las elecciones como un candidato presidencial mucho más débil que antes de los comicios”, según Mark Penn, codirector de la encuesta. “Su nivel de popularidad está en el 44 %”.

         Otra encuesta universitaria, ésta de Quinnipiac, halló que el 57 % de los votantes no quiere ver a Trump de vuelta en la Casa Blanca pero casi la mitad de ellos cree que es probable su regreso. El 62 % de los votantes republicanos opina que la reelección de Trump sería algo bueno para el país y el 70 % de ellos cree que ha tenido un impacto mayormente positivo en su partido.

         Según Quinnipiac aproximadamente el 35 % de los votantes apoya al movimiento Make America Great Again (MAGA), una simpatía que se remonta al 79 % entre los republicanos.

A salto de mata

El apuro de Trump para lanzarse como aspirante a la candidatura presidencial 14 meses antes de que empiecen las elecciones primarias y cuando faltaban 717 días para la elección presidencial responde a los varios problemas legales que encara y la intención, clara, de presentarse como víctima de persecución política.

         En los discursos ante las multitudes y durante su anuncio presidencial en Mar-a-Lago, Trump, de 76 años de edad, aparece cada vez más plañidero que combativo, estancado en su mixtificación de un fraude electoral que le quitó el triunfo en 2020, y con un discurso abundante en hipérboles y escaso en propuestas específicas para los asuntos que ocupan a los votantes.

         Trump está en el centro de la investigación que un comité especial de la Cámara de Representantes ha llevado a cabo acerca de la asonada del 6 de enero de 2021, instigada por el entonces presidente, y que resultó en un asalto al Congreso para impedir la certificación del resultado de las elecciones de 2020.

         La semana pasada el secretario de Justicia, Merrick Garland designó a un investigador especial para que lleve adelante la pesquisa sobre el traslado por parte de Trump a Mar-a-Lago de documentos del gobierno clasificados como muy confidenciales o altamente secretos. El propósito de esa designación es aislar la investigación de la interferencia política, o aún la apariencia de tal intromisión.

         La Fiscalía Federal en Manhattan (New York) investiga si la Organización Trump cometió fraude fiscal u otros crímenes financieros y en el estado de Nueva York continúa una investigación que procura determinar si Trump y sus hijos mintieron a prestamistas y aseguradoras acerca de la condición financiera de la Organización Trump.

La fiscalía del Condado Fulton, en Georgia, investiga si Trump interfirió en el proceso electoral cuando llamó por teléfono y presionó al secretario de Estado, Brad Raffensbepger para que cambiar los resultados del escrutinio en 2020.

         Este martes el Tribunal Supremo de Justicia, donde son mayoría los jueces conservadores y tres de ellos fueron designados por Trump, rechazó una apelación de emergencia del expresidente que buscaba impedir que el Comité de Medios y Arbitrios, en la Cámara de Representantes, inspeccione las declaraciones de impuestos del exmandatario. Los demócratas, que tienen mayoría en la Cámara hasta enero, han requerido las declaraciones de impuestos de Trump por años, y el expresidente ha peleado como gato entre la leña para mantenerlas fuera de la vista pública.

         En la Cámara de Representantes hay decenas de investigaciones abiertas sobre diferentes acciones del gobierno de Trump, y todas ellas quedarán inconclusas cuando los republicanos sienten su mayoría en el nuevo período legislativo.

         La respuesta de Trump a éstas y otras investigaciones se atiene a la estrategia de “las tres D”. que corresponden a las letras, en inglés, de negar, distraer y demorar (deny, distract, delay). A partir de enero, Trump puede contar con el poncho político que le extenderán los republicanos cancelando las investigaciones actuales y abriendo otras tantas contra Biden y los demócratas.

         Pero las investigaciones del fiscal independiente a cargo del caso de los documentos secretos, y las causas judiciales seguirán su marcha, y para defenderse el expresidente conoce el guión que enfogona a sus 35 millones de simpatizantes: todo es una caza de brujas sin precedentes en la historia del universo para derribar al mejor presidente que haya habido en el mundo, si no en la galaxia.

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