Trumpismo triunfante

por Jorge A. Bañales

Donald Trump fue reelegido presidente de Estados Unidos y su partido controla ahora la mayoría en el Senado, la Cámara de Representantes y el Tribunal Supremo de Justicia

Cimbronazo

Para decepción de quienes esperaban un aluvión de querellas en el escrutinio de las elecciones del 5 de noviembre, los resultados pronto mostraron de manera clara el triunfo de Donald Trump y su partido.

 Después que se ha pasado años denunciando supuestos fraudes y manipulaciones ilegales del sistema electoral, obviamente Trump esta madrugada ya no tuvo más que elogios para las elecciones que le dieron su segundo mandato presidencial.

 A pesar de la intensidad con que se libró la campaña electoral, la cifra de ciudadanos que concurrieron a votar fue inferior a la de 2020, un año marcado por la pandemia. Este año votaron unos 137,7 millones de ciudadanos, en comparación con los más de 162 millones hace cuatro años.

 Mientras que Trump supo mantener sus huestes enfogonadas e impacientes por votar, el entusiasmo de los demócratas se desinfló. Es probable que muchos de los que se quedaron en casa hayan sido demócratas, incluidos los que han centrado su desencanto en el apoyo que el gobierno de Joe Biden da a Israel en su guerra en Gaza.

 Una encuesta de la cadena CBS News encontró que el 45 % de los votantes siente que está ahora en una situación financiera peor que la de 2020 y un 30 % más percibe que está estancado en la misma situación que hace cuatro años.

 Las cifras finales tendrán ajustes, pero las conocidas ya indican el umbral de un experimento diferente en la política de EE.UU.: la hegemonía de un partido fiel a un caudillo con bríos autoritarios.

 En el voto directo de los ciudadanos en todo el país Trump recibió el 51 % y su rival demócrata, la vicepresidente Kamala Harris obtuvo el 47,5 %, superando así el magnate con creces los delegados necesarios para ser declarado presidente electo. 

El partido ex Republicano y que ahora Trump hizo suyo aparecía encaminado a obtener 52 curules en el Senado donde los demócratas han tenido una escasa mayoría de un voto (el de Harris).

  El control del Senado le asegura a Trump la confirmación de casi 1.400 funcionarios que encabezarán los puestos en el gabinete, incluidos los mandos militares, y agencias federales como las que regulan la protección ambiental, la protección del consumidor o la corporación de difusión pública.

 Durante la campaña los demócratas advirtieron del peligro de la politización del funcionariado público: los directores trumpistas de las agencias federales bien pueden disponer despidos de empleados para sustituirlos con fieles a su partido.

 En la Cámara de Representantes el partido de Trump al mantener su mayoría contará con un buen sustento para su política económica y el presupuesto federal.

 Y la decisión reciente del Tribunal Supremo de Justicia otorga al presidente inmunidad por crímenes cometidos en el ejercicio de su cargo.

 La presidencia de Trump pondrá a prueba la solidez y resiliencia de las instituciones de la república.

Despistados

 El cineasta Michael Moore, que se jacta de tener una sensibilidad especial para el sentir del electorado había pronosticado la victoria de Harris atribuyéndole un ímpetu mayor al “tsunami del voto femenino”.

Las encuestas tras el voto señalan que el 54 % de las mujeres apoyó a la candidata demócrata, comparado con el 57 % en la elección de 2020. Lo cual significa que el 46 % de las mujeres que concurrieron a votar no tuvo problemas en dar su sufragio para un candidato grosero, insultante, condenado por abuso sexual, mujeriego, adúltero y, lo más grave, responsable por el ingreso en el Tribunal Supremo de Justicia de tres jueces que contribuyeron a pulverizar la legalidad del aborto.

Harris y su campaña hicieron del aborto un asunto casi central, lo cual expuso al Partido Demócrata a las denuncias de miles de predicadores y sacerdotes y pastores de almas que en coro constante condenaron a los “asesinos de bebés”.

El énfasis de Harris y del Partido Demócrata en la coalición multicolor que da la bienvenida a grupos que definen su identidad por el color de la piel o la anatomía y preferencias de su sexualidad no se ajustó ni chirriando a las preocupaciones de la mayoría de la población que labura, tiene penurias financieras o no puede pagar por su seguro médico.

La encuesta de CBS News mostró que el apoyo de los votantes latinos para la candidatura demócrata bajó del 65 % en 2020 al 53 % este año, y entre los votantes jóvenes disminuyó del 60 % al 55 %.

En el curso de una entrevista con el programa “The View”, de la cadena ABC, la anfitriona Sunny Hostin le preguntó a Harris qué hubiera hecho diferente de lo hecho por Biden en los últimos cuatro años.

No hay una sola cosa que me venga a la mente”, respondió Harris.

Para el electorado Harris representó una continuidad del gobierno de Biden, lo cual no dio mucho para entusiasmarse.

Según a quien escuche

Trump mantuvo la pasión de sus seguidores y –obviamente- la de quienes al menos quisieron escucharlo en su descripción de EE.UU. como un país quebrantado, sumido en el crimen y la violencia, invadido por hordas de migrantes de dudosa humanidad.

 Sin tapujos, Trump afirmó que EE.UU. es un tacho de basura donde otras naciones descargan sus multitudes malolientes, un país del cual el resto del mundo se burla y al cual los extranjeros roban.

 La situación económica de EE.UU., al menos observada con los instrumentos que usan los economistas, es buena considerando que hace apenas cuatro años tuvo el revolcón de la pandemia. Las ganancias de las empresas siguen subiendo, el desempleo se mantiene bajo, la inflación se ha atenuado, el precio de la gasolina es bajo.

 El problema es que los precios que subieron cuando la inflación se apuró, no han bajado y siguen doliendo en el presupuesto de las familias reales, ésas que no leen a los economistas.

Para t odo ello, el ex y ahora futuro presidente ha ofrecido remedios varios, pero sin demasiado detalle porque de todos modos provienen de una fuente sana: la presencia misma del caudillo.

 La crítica de Trump a la política exterior del gobierno del presidente Joe Biden, del cual Harris es vicepresidente, se nutre de la veta aislacionista presente en EE.UU. por más de un siglo. La solución a los conflictos como el de Ucrania o el Oriente Medio pasa, según Trump, por su acción propia, personal y casi mágica.

 Para los votantes lo que suena atractivo es la promesa de que Estados Unidos no se involucrará en guerras sin fin que sólo son disputas entre bandos ajenos y que no amenazan a la seguridad nacional de su país.

 Eso no quiere decir que Estados Unidos abandonará el papel de policía mundial que se autoasignó desde la presidencia de Woodrow Wilson (1913-1921). Sólo significa que Trump, quien no frecuenta la esquina de la verdad, promete que nuestros muchachitos y muchachitas no morirán por líos de otros.

 El sistema político de Estados Unidos ingresa ahora en un territorio desconocido: el candidato que triunfó claramente en la elección presidencial está condenado por 34 crímenes y aguarda sentencia en Nueva York, mientras siguen abiertas otras causas judiciales federales y estatales…Ciertamente aquello ya no lo inquieta.

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