Un lugar soleado para gente sombría”: el horror y Mariana Enríquez

por Tomás Vio Alliende

En este último libro de cuentos de la escritora argentina, se despenden historias de terror que involucran al lector y lo atrapan en un universo con los colores y tonos que caracterizan a la autora.

Debo confesar que me atrae Mariana Enríquez (1973) como figura literaria, posiblemente porque nació un año después que yo, porque somos de épocas similares y porque, como he mencionado en otros artículos, tiene una particular visión de mundo que me llama la atención y me conmueve especialmente con sus cuentos. Esta vez le toca el turno a su libro “Un lugar soleado para gente sombría” recién publicado este año con la inquietante portada del pintor chileno Guillermo Lorca, a quien conocí hace años, en la época en que los lienzos de gran formato los pintaba en el garaje de la casa de su madre. En la imagen de la portada del libro titulada “La cama inglesa”, un felino lame la cabeza de una niña que permanece acostada. No se sabe si la intenta sanar o la prepara como parte de su futura cena. Nada más acertado para este libro de Enríquez que, fiel a su estilo, relata en doce cuentos el horror de vivir en este mundo. 

De la cotidianeidad del lenguaje de la autora, con un tono muy bonaerense y cercano, se desprenden historias que involucran al lector y lo atrapan en un universo con colores y tonos sudamericanos, aunque los protagonistas se encuentren en Estados Unidos o en cualquier otra parte del mundo. Esa marca personal y el toque rockstar que tiene al dar entrevistas y al referirse a sus fans, hacen atractiva la figura y lectura de Enríquez, autora de “Las cosas que perdimos en el fuego” (2016) y “Nuestra parte de noche” (2019), entre otros libros. Sin embargo, en su última obra, más allá de mi deslumbramiento personal por la escritora, hay cuentos que están mejor narrados que otros y eso se nota en algunas estructuras y desenlaces. En esta oportunidad quiero destacar dos relatos que me llamaron la atención. 

El primero de ellos, “Diferentes colores hechos de lágrimas”, donde la escritora narra lo que le sucede a una mujer que va a comprar vestidos y joyas finas a un hombre mayor que las vende muy baratas porque quiere deshacerse de ellas. La protagonista trabaja para una tienda vintage, con una clientela cautiva, que aprecia una buena oportunidad en este lote de mercancía ideal para la reventa. El cuento tiene tono y está bien perfilado con la descripción del personaje principal que desde un principio comenta que le tiene fobia a la gente vieja, demostrando sin eufemismos el esfuerzo que debe hacer para tratar con una persona mayor como el dueño de los vestidos. Las sorpresas vienen después de que se ha hecho la compra, el horror se hace presente en las páginas y en la pluma de la autora. Enríquez tiene la gracia de combinar muy bien lo rutinario con lo paranormal, fantástico y horroroso. Entonces la vida común y corriente de cualquiera puede convertirse en un martirio de un momento a otro y el desenlace también puede ser incierto. Eso motiva al lector a avanzar y a leer hasta el último suspiro de cada historia.

El otro relato que quiero destacar del libro es “Cementerio de heladeras”. En Chile las heladeras son los refrigeradores y en este caso la narradora cuenta la historia de tres niños que jugaban en un cementerio de refrigeradores a quien aguantaba más con la puerta cerrada dentro de ellos. En medio del peligroso juego se produce un hecho fatal y los sobrevivientes callan lo que pasa. Muchos años después se ponen de acuerdo para volver y saber que quedó del compañero que dejaron abandonado en el refrigerador. La historia me recuerda a “El cuerpo”, la novela de Stephen King, donde un grupo de amigos va a buscar a un conocido que supuestamente ha fallecido en el bosque y que inspiró la película “Cuenta conmigo” (1986). El cuento de Enríquez también tiene algo de doloroso como es el tema de los detenidos desparecidos, debido a que el niño “que nunca regresa” se mantiene como un enigma para todos, menos para los que estuvieron con él en el cementerio de refrigeradores. No sé si la escritora pensó en eso al redactarlo, pero a mí me hizo mucho sentido especialmente por la desidia con la que la niña protagonista asume el problema desde un comienzo, pensando que se trata de alguien al que sólo su familia va a echar de menos porque tampoco era muy conocido en el barrio. Una actitud solapada y negacionista, bastante parecida a la que algunos asumieron frente a temas vinculados a los detenidos desaparecidos en Sudamérica.

Los cuentos de “Un lugar soleado para gente sombría” muestran las historias de una autora muy particular que convive con facilidad con el horror. Enríquez está tan empoderada en su rol literario que, imagino, incluso una visita al dentista podría convertirla en su mente en un acto tenebroso con la presencia de demonios y fantasmas vestidos con delantal blanco. Si la escritora argentina llega, por esas cosas de la vida, a leer este artículo, le mando humildemente esta sugerencia como posible idea para un futuro cuento. Uno nunca sabe.

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