Allende, en su viaje “al fin de la noche”, quiso ser Castro y Guevara. Fracasó en un golpe injustificable. El presidente quiso ser el relato de Allende, dirán las memorias del futuro. Y fracasó en compañía de sus demonios y ángeles personales y políticos con su suicidio simbólico. Un nuevo socavón. ¿Tiene la necesidad de mantener vivos a demonios y ángeles? Por lo demás, fue Rilke el poeta, quien habló de ellos durante los 10 años que demoró en escribir sus “Elegías” en el castillo de Duino. Según Herman Hesse, allí “resonó la música del universo”. ¿Encontraremos las elegías musicales y poéticas del presidente ocultas en los sótanos de la Moneda? ¿O sólo sus huellas sin zapatos sobre el polvo del vacío?
“Que raras son las calles en la ciudad del dolor”. Llena de gemidos silenciosos y vacíos. “En el falso silencio preñado de estridencias”, el presidente estudiante marcha apasionado donde resuena el invierno. Overoles blancos y encapuchados de negro. Romerías. Marchan personas. Marchan los muertos. Marchan los vivos. Familiares dolientes. Detenidos desaparecidos. Marchan símbolos y signos. “En el vasto paisaje de los lamentos (…) pastan las bestias de la tristeza”.
Torturadores y asesinos aúllan camino a sus guaridas. Mal olientes en un rastro de dientes y uñas sangrantes. Corazones rotos imposibles de tristeza. Podridos, y sin ojos para no mirar, copulan a mordiscos con la muerte verde. Orgasmo carroñero. Vidrios rotos.
Desfilan carabineros y carros lanza agua pintados de blanco. La muerte encapuchada de negro. En medio de la bruma lacrimógena, un perro corre entusiasmado. Un ciclista brumoso trastabilla. Los agentes “del diálogo” lucen consternados (también de un blanco exangüe). No comprenden que contra la violencia negra y opaca hasta el espíritu retrocede temeroso. La palabra ya no tiene nada que hacer. Sólo el Logos puede intentarlo, pero el lunes 11, estuvo ausente. No fue invitado (o la carta llegó tarde). Hace mucho tiempo que los dioses nos abandonaron donde aún “aguarda el espanto saciado de los ancestros”. Romería de mujeres. Ni los muertos del cementerio descansan en paz.
Luego los espectáculos y peleas. Dos zapatos inmóviles esperan a su dueño inquietos en esta especie de gran conjuro ritual. De gran locura. Pero ya no es tiempo de fantasmas ni fantasías trasnochados a pie pelado… El país quiso ser socialista… y fracasó. Quiso ser capitalista a sangre y fuego, y triunfó. Quiso ser pacífico, y nunca lo será. “Miren como vivo, pero ¿de qué? Ni la infancia ni el porvenir menguan”. Miremos como vive el país. Como vivimos. Sólo del consumo y su órgano genital, el dinero. Ocultos entre el pasado y sus tumbas. Chile ha sido siempre un país separado “ancestralmente”. Hoy por un socavón abisal y oscuro.
Después se habló de unidad, empatía y compasión. De negacionismo campeador. El problema es que las experiencias no se explican, se viven. Las vivencias son un mundo y una infinitud. Pocos hablaron del perdón. De la necesidad de escapar del “odio tóxico” que corroe como el óxido de un riel que sujetó a un cuerpo abrazado por una estrella de mar fosforescente y multicolor. ¡Estamos jodidos! (Perdón por la exclamación). Por 1000 años más esperando al Cristo del perdón. En 50 años más, que la I.A. y la historia nos salven. Ya llegará ese día nevado, frío y luminoso.
*(Citas de Rainer María Rilke en sus “Elegías del Duino”)