Corrupción que no es ni ha sido corrupción. Lobby imaginario. Lobby imaginario entre personas reales, pero que no es lobby. El gobierno ha terminado por ser su propio simulacro virtual de muerte. Abandona su mundo simbólico dotado de sentido en un simulacro digital vaciado de sus ideologías de izquierda transformadora que profetizó su solitario (y necesitado de mucho amor) líder político. Pero sin milagros ni sanaciones. Corre el riesgo de terminar siendo un gobierno que nunca existió. Una nada del metaverso.
Enceguecido con (¿la necesidad?) de un post pragmatismo radical, ayudado por una degradación extrema de un mundo político acrítico, pone en práctica una clara deriva autoritaria de control comunicacional para poder tomar acuerdos e intentar una última gestión política dirigida a satisfacer las necesidades justas del pueblo ciudadano, guiado por el bien común y la justicia social. Pero los hechos, los que sean, ya son sólo “facts” áridos y desnudos. Desvestidos y velados a la vez. El sentido de la realidad está roto. Sólo son imágenes y textos que puedo arrojar cuando quiero al “basurero” digital. Todo puede ser un fraude. Nadie sabe lo que es real en la interpretación infinita. Todo termina arrojado al “agujero negro del deseo donde la mediación entre la realidad y el deseo desaparecen”. El gobierno muere y se disuelve vacío. Necesita de un “levántate y anda”.
No duermo. Desesperanza nocturna. Esperando ver la luna y escuchar el murmullo de las estrellas. Clavado a la tierra mastico la decepción. Encuentro con el vacío luminoso de la nada. Una nada que respira desde su blancura, relata Jon Fosseen su libro donde describe una nada blanca como la nieve. ¿Será de este color luminoso? Algún día la beberemos acompañados.
El día siguiente camino. Treinta y dos grados de calor al medio día. Sonido caliente de un organillero. Un perro pequeño se esfuerza por hacer sus deposiciones. Suda la gota gorda, porque hace mucho calor. Resignado su dueño (bastante obeso), recoge sus deposiciones. Segunda semana de enero y sigo pensando en la muerte. En mi futura muerte. La del gobierno ya me da lata. Orgullosos, no advierten su desaparición y fracaso. Pienso y recuerdo.
“Me voy”, me contó mi madre que suspiró mi padre e inició su viaje al infinito. Católico fervoroso, se levantaba ligeramente el sombrero al pasar frente a una iglesia. Yo no estuve en ese último y primer suspiro. Suspiro misterioso. Es la nada que respira. Un vacío que late como un corazón cansado. El amor también vive (y muere). Cuando vi su cara, ya era blanca como la nada. Mi madre no dijo nada al morir. Simplemente dejó de respirar. Recién había salido de su pieza blanca en la clínica. No quería estar saludando al vacío donde nacen la pena y los recuerdos que atosigan siempre. Sólo estuve con la muerte de mi hermana. De pronto, cayó lacia y mustia con sus ojos cerrados. Es cierto que uno conoce la muerte frente al otro amoroso que muere. El resto es un misterio puro. Busco la sombra tibia de los árboles. El próximo año cumplo setenta y dos. El gobierno cumplirá tres años.
Debe ser por mi edad que ya pienso más en la(s) muerte(s). Me gusta esta frase filosófica: “somos seres para más allá de la muerte”. No creo que ella sea un viaje para encontrarse con Dios. Creo que Él habita desde siempre con nosotros. Aunque la realidad tienda ferozmente a gritarnos en la cara: No somos más que “vagabundos de la nada”. (Mejor me tapo los oídos).