“La violencia, sea cual fuera, siempre fue para mí, una forma desmesurada de la estupidez humana” (Fernando Pessoa). Una oscuridad visible.
La máquina de guerra delincuencial y del narcotráfico con la máquina del capital ya son una sola. Welcome to the Big Machine. La mega máquina está en marcha. Ya no hay una máquina política revolucionaria de cambios radicales que valgan. Esta última, hace algún tiempo que abandonó sus trincheras y pide “una tregua” mientras retrocede y trata de negociar. Los frentes de resistencia capitularon tras una débil defensa y los desertores se ocultan o intentan pasarse, a veces rencorosos, a los vencedores. La máquina de los medios publicitaria y de propaganda se suma desvergonzada a este avance brutal. “La circulación del miedo, la angustia o el pánico constituyen el clima, tonalidad o atmósfera en que están inscritas nuestras sociedades de la seguridad pública”. Como ya mencionamos en columnas anteriores, están activadas de forma intensa por medio de “máquinas” y una “industria” con productos dirigida no sólo a la conciencia de las personas, “sino directamente al sistema nervioso central, a los afectos y emociones eludiendo la reflexión”.
Un gran murmullo plañidero cae sobre la ciudad después de los viles asesinatos. La franja publicitaria del “Chile Seguro” en “paz y orden social” hace tiempo que comenzó fuerte. La de los “Derechos Sociales”, sólo parece una luz mortecina y temblorosa.
Vivimos en una ciudad llena de sonido de sirenas, de balas en muchas poblaciones, de miles y miles de imágenes con testimonios, reportajes y comentarios sobre asesinatos, sicariatos, robos y actos violentos. El problema, es que esta realidad de Santiago y regiones sólo afecta, (en distintas proporciones), a los sectores populares y territorios llenos de inmigrantes, marginalidad y pobreza. En otras palabras, para la gran, gran mayoría, no hay balas locas o disparos de guerra mortales a la cabeza. Allí las personas en general trabajan y duermen tranquilas sin necesidad de blindajes y no tienen miedo de salir a la calle.
¿Estado policial? ¿Ciudad pánico? Una ciudad y territorios llenas de Uzis y autos blindados contra los delincuentes, criminales, y narcotraficantes. Por fin el orden y la seguridad tomarán el control. El penoso armisticio constitucional ya está en marcha y tiene fecha. El gobierno con el estado, protegen a sus pacificadores con nuevas leyes. La ciudad los protege. Se anhela en silencio una mega cárcel “bukeliana”. El país suspira aliviado, y pareciera exclamar: ¡Qué gobierne un General con estados de excepciones militarizados y un toque de queda permanente! Sueños delirantes antidemocráticos, odiosos y desconfiados, asolan al país. ¿Sólo Justicia y castigos necesarios para preservar el control de la seguridad pública y la vida de sus profesionales?
La verdad, es que el crimen “florece donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades o donde existen marcadas desigualdades económicas. Especialmente fecundas para el cultivo de la delincuencia son las subculturas abrumadas por la pobreza, el desempleo, la discriminación, la anomia y la marginación, la desintegración familiar, el alcoholismo, las drogas ilegales, el fácil acceso a las armas (la corrupción y las ideologías de la violencia), un sistema escolar ineficaz, una política penal deshumanizada y revanchista que ignora las políticas más básicas de la rehabilitación” junto a la violación de los D.D.H.H. Así, su control y prevención emergen de forma colectiva en distintos planos de este entretejido. Es decir, el crimen florece en medio de un campo de violencia que perturba el desarrollo de las personas como sujetos de forma ética y valórica. Su abordaje no emerge en caminos populistas llenos de degradaciones democráticas.
La razón y las emociones, sin reflexión crítica y ética engendran monstruos y pesadillas. La cara abrumada y el ceño fruncido del presidente y una ministra lo dicen todo. Están bajo asedio. No pueden dormir.
Recomiendo leche tibia y un poema.