Vivienne Haig-Wood. La histeria de la musa inspiradora

por Cristina Wormull Chiorrini

La vida es como ir andando apresuradamente en la oscuridad: un traspié a ciegas. La muerte, en cambio, debe ser como abrir la puerta de una casa iluminada y decir jadeando: bueno, ya estoy aquí, aunque no sé cómo llegué.  Vivienne Haig-Wood Eliot

La historia de los hombres y las mujeres, qué duda cabe, ha sido escrita por hombres y así como la historia del mundo ha sido escrita por los vencedores, en este caso las mujeres han sido olvidadas. Eventualmente, se ha debatido su posible aporte, pero la mayoría de las veces se ha negado y, solo en los últimos años, algunas han logrado ser reconocidas luego de décadas o centurias de invisibilización.   La mayoría nunca vivió lo suficiente para ver que su esfuerzo, su inteligencia, su aporte ha sido reconocido por las actuales generaciones y muchas perdieron la vida o fueron internadas en manicomios para curarles la “histeria” o la “locura” de pensar.

Histeria, un vocablo que suele aplicarse a las mujeres… ¿quién ha oído que se tilde a un hombre de histérico? Es poco probable, ya que por histeria se entiende   que es una enfermedad nerviosa que se caracteriza por frecuentes cambios psíquicos y alteraciones emocionales que pueden ir acompañados de convulsiones, parálisis y sofocaciones (Freud) o un estado de intensa excitación nerviosa, provocado por una circunstancia o una situación anómala (en general referida al período menstrual de las mujeres), en el que se producen reacciones exageradas. La verdad es que se aplica de preferencia a las mujeres que osan sostener su punto de vista, sus iniciativas, frente a audiencias masculinas.

T.S. Eliot, premio Nobel de literatura, un hombre reprimido que se mantuvo virgen hasta los 26 años y del que siempre se ha dicho que no tenía mayor interés en el sexo, quizás porque ocultaba una homosexualidad latente que nunca se atrevió a asumir (un defecto menor en tiempos que se le penalizaba fuertemente), siempre sintió una admiración desmedida por otros grandes escritores de la época como Joyce o Russell.

Vivienne Haigh-Wood Eliot, escritora inglesa, ha pasado a la historia como la primera esposa de T.S. Eliot. Sus escritos y la medida en cómo ella influyó en el trabajo del Premio Nobel, es poco conocido, entre otras cosas porque Valerie Eliot, la segunda esposa del escritor, reclamó los derechos de autor de los escritos de Haigh-Wood en 1984, incluidos sus diarios privados, complicando investigar sobre su papel en la vida del escritor.   Vivienne ha sido descrita tanto como la mujer fatal que atrapó a Eliot en un matrimonio desastroso, como la musa que inspiró sus mejores obras, la mujer sin la cual nunca habríamos conocido obras notables como La tierra baldía o Los Cuatro cuartetos, donde, se especula, hay versos de su autoría, así como intervenciones en las correcciones del texto.  Sin embargo, podemos asegurar que ella escribió varias historias y reseñas para The Criterion, la revista literaria que fundó junto a Eliot, pero nunca firmó con su nombre, sino empleando los seudónimos FM, Fanny Marlow, Feiron Morris, Felise Morrison e Irene Fassett.

Vivienne Haigh-Wood Eliot, escritora inglesa, ha pasado a la historia como la primera esposa de T.S. Eliot. Sus escritos y la medida en cómo ella influyó en el trabajo del Premio Nobel, es poco conocido, entre otras cosas porque Valerie Eliot, la segunda esposa del escritor, reclamó los derechos de autor de los escritos de Haigh-Wood en 1984.

…»la llamada al mundo salvaje que está en los hombres». Vivienne Haigh-Wood sobre el por qué se enamoró de Eliot.

Haigh-Wood y Eliot se conocieron cuando este estudiaba en Oxford durante 1915 y ella en el Merton College mientras trabajaba de institutriz en Cambridge. Tres meses después se casaron en secreto y el matrimonio terminó con la muerte de Vivienne en 1947, un año antes de que Eliot obtuviera el Nobel de literatura.

Vivienne había nacido en Lancashire accidentalmente ya que su parto se adelantó   por el traslado de su familia a Londres.  Este era un sector asociado a la clase trabajadora, y aunque su familia tenía una excelente situación económica, haber nacido en Lancashire siempre acomplejó a Vivienne frente a los aristocráticos amigos de su marido.

Además, arrastraba un largo historial de enfermedades como tuberculosis del hueso en el brazo izquierdo (recordemos que todavía no existían los antibióticos) que tuvo que ser operado numerosas veces durante su infancia.  También tenía menstruaciones abundantes e irregulares que la hacían sufrir una grave tensión premenstrual que le provocaba (por supuesto, como a cualquiera que esté adolorido) cambios de humor, también desmayos y jaquecas.  Como era habitual en esa época, su madre la llevó al médico que le recetó bromuro de potasio para sedarla, lo que indica que le había puesto la etiqueta común para mujeres difíciles y creativas de entonces:  HISTERIA.

Vivienne era extravagante, una gran bailarina, decía lo que pensaba, fumaba en público, vestía colores llamativos y parecía una actriz. Impresionado por sus antecedentes económicos, el padre artista y el hermano de Sandhurst, no se dio cuenta de que, dentro del rígido sistema de clase de inglés, Haigh-Wood no era rival para su formación en Nueva Inglaterra o para los aristócratas ingleses con los que se había rodeado él mismo.  Carole Seymour Jones, biógrafa de Haigh-Wood.

Muchos años después, cuando ya Eliot tenía 60 años y probablemente seguía enamorado de Emily Hale, su novia de juventud, bostoniana y perteneciente a los círculos aristocráticos de Estados Unidos, con la que mantuvo un largo epistolario durante años, sin concretar nunca el matrimonio prometido para cuando Vivienne muriera, le escribió  que lo que él había pretendido de Haigh-Wood era tan solo un coqueteo, pero que su amigo Ezra Pound le había hecho ver que casarse con Vivienne le permitiría concretar su deseo de quedarse en Inglaterra y convertirse en poeta evitando volver a Harvard.   Pero, por otro lado, el mismo Eliot le confesó a otro amigo, Conrad Aiken, que deseaba casarse y desvirgarse.

Desde la luna de miel el matrimonio pareció anunciar que se convertiría en tragedia y fue una frustración sexual mayor donde Eliot durmió la mayoría de las noches en una hamaca ubicada en la terraza, mientras Vivienne destrozaba la habitación. Para rematar el mal comienzo, no tenían ni pensado dónde vivir al regreso y es, en este momento que el filósofo aristócrata Bertrand Russell, también famoso por la cantidad de novias que tuvo, entró a formar parte de la historia.  Vivienne y Bertrand se conocieron y sintieron una atracción irresistible.  Ambos le propusieron a Eliot compartir el piso de Russell lo que a éste le pareció un regalo del cielo, pero que en realidad provocó una tragicomedia de enredos. 

Desde la luna de miel el matrimonio pareció anunciar que se convertiría en tragedia y fue una frustración sexual mayor donde Eliot durmió la mayoría de las noches en una hamaca ubicada en la terraza, mientras Vivienne destrozaba la habitación.

«Puede resultar vergonzoso observar esa reverencia casi universal a un inglés falso, autocrático, inhibido, deprimido, bastante estrecho de mente y considerablemente intolerante, especialmente si somos lo suficientemente mayores para haber formado parte de esa ola de adoración. En su persona, si no en su poesía, Eliot era, después de todo, una falsa moneda«. Cynthia Ozick en Fame and Folly ensayista y escritora estadounidense describiendo el carácter de Eliot

Esta convivencia duró aproximadamente tres años (casi el mismo tiempo que estuvieron juntos T.S y Vivienne) y terminó cuando Russell cambió a Haigh-Wood por otra y entonces ella se dedicó a las drogas a los amoríos intrascendentes, bajo la mirada impávida de Eliot que, años después, según sus declaraciones, ya molesto por la situación, decidió solicitar el divorcio, pero curiosamente, nunca lo hizo efectivo, aunque solo se volvieron a ver una vez en un accidentado encuentro en 1935.  Tres años más tarde, víctima de la sociedad que la acosaba, con la complicidad de la familia de Vivienne y el consentimiento de Eliot (Painted Shadow: A Life of Vivienne Eliot de Carole Seymour-Jones) esta mujer de brío y talento, diezmada y menospreciada, fue internada en el manicomio de Northumberland House hasta su muerte, casi 10 años después. Existen dos versiones sobre su fallecimiento:  para unos, producto de un paro cardíaco y para otros, por haber ingerido veneno y poner fin a su vida.  Durante todo ese tiempo, T.S. Eliot nunca la visitó, sin embargo, no sintió pudor alguno de seguir profitando de los bienes de su esposa.

Entre otros cronistas de Eliot, Louis Menand escribió en el The New Yorker, que Eliot nunca sacó la cara por sus mujeres porque las consideraba, al igual que a los judíos, irracionales y responsables del romanticismo.  Nunca se sintió cómodo con la sexualidad femenina y Menand agrega que la obra del poeta está habitada por mujeres hipersexuales a quienes veía como “suculentas. Y es por eso que Carole Seymour-Jones, argumenta que la visión de Eliot sobre Haigh-Wood era fuertemente misogénica ya que alguna vez se refirió a ella como “una mente original, y no la considero para nada femenina”, pese a que ella era una mujer innegablemente guapa y femenina.

Años después de la muerte de Vivienne, se casó con una de sus secretarias en Faber, treinta y ocho años menor: Valerie Fletcher, de la cual Mary-Kay Wilmers, editora y propietaria de la London Review of Books y que también fuera secretaria de Eliot en la editorial, hiciera un mordaz comentario acerca de las intenciones de Valerie: «Todos sabemos ahora que había decidido casarse con él mucho antes de llegar a Faber, algunos también sabían que ella guardaba un par de zapatos blancos en un cajón de su escritorio para usarlos cuando él la llamara a su habitación«.

Probablemente, en el trabajo de los últimos años del poeta hizo falta la entrega y el trabajo de Vivianne, la poeta y colaboradora de “Los hombres huecos” quien le ayudó a escribir: “Esta es la tierra muerta/ Esta es la tierra del cactus/ Aquí las imágenes de piedra/ son levantadas, aquí reciben/ la súplica de la mano de un muerto/ bajo el tintinear de una estrella fugaz.”.

La relación de Eliot con las mujeres ha sido ampliamente analizada en numerosos estudios y afirmaciones como la de Bertrand Russell sobre que era “exquisito y apático” retratan su forma de ser con el sexo opuesto e, incluso, explica el “supuesto” voto de castidad que aducía para eludirlas cuando ya fue evidente que su relación con Vivienne Haigh-Wood se había roto. Nadie puede negar que el poeta nunca dio la cara por sus parejas ni tampoco enfrentó las críticas de sus amigas como Virginia Woolf que nunca elogió a las parejas de Eliot, al contrario, siempre se expresó ácidamente sobre ellas y así, en su diario, se refirió a Vivienne como la “bolsa de hurones que lleva Tom alrededor al cuello” y a, Emily Hale como “la rica dama esnob americana de Eliot”.  Ante estos comentarios, el poeta optó siempre por no darse por aludido.

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3 comments

Albina Sabater Villalba junio 22, 2023 - 4:04 pm

Me encantaron estos retratos escritos de las mujeres que estuvieron en la vida de T.S. Eliot. ¡Cuánto drama! ¡Y cuánta injusticia para esas féminas inteligentes y decididas!

Gracias, Cristina Wormull, por ilustrarnos (y agradecer, de alguna manera, que hemos avanzado bastante).

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Carmen junio 22, 2023 - 4:46 pm

Épocas pasadas las mujeres estuvieron destinadas al claustro del escondite detrás del hombre. Hemos avanzado, pero aún falta.
Excelente historia que nos trae Cristina Wormull por traernos historias de mujeres » inteligentes e histéricas» que merecen estar en primera línea.

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Pilar Clemente junio 23, 2023 - 3:50 pm

Una vida pasional, talentosa y mortificada en un matrimonio intelectual pero tóxico. Gracias, Cristina

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