La recuperación económica mundial no está a la vista. La reactivación después del Covid no será lo misma que después de un terremoto. Nuevas realidades económicas y políticas. Cambios en la existencia.
Se escuchan declaraciones parecidas al entusiasmo de un hincha anunciando una recuperación de la economía mundial, como si el sistema pudiera reaccionar ante las dificultades económicas y sociales agudizadas por el coronavirus, tal como lo hace después de los terremotos o guerras. Cuando el estado usa sus recursos y políticas para impulsar planes de reconstrucción más masivos y urgentes de lo que son capaces de hacer los grupos económicos a través del mercado.
Para analizar el asidero de ese optimismo solo una muestra, es evidente que los circuitos de distribución y producción a nivel nacional e internacional se lentificaron por el frenazo provocado por la pandemia y no cambiarán mientras no disminuya el contagio.
Puertos, aeropuertos y, en general, los grandes medios de transportes de carga disminuyeron el ritmo porque han tenido que cambiar su organización para tomar los resguardos sanitarios y además bajaron los flujos de carga. La producción de insumos, especialmente electrónicos, chips y otros adminículos claves para todas las industrias frenaron su producción a nivel global. Tecnócratas y empresarios conservadores no atinaron durante el primer semestre del Covid. Estos retardos no son fáciles de sustituir con nuevas industrias. Un empresario de ingeniería del medio oeste estadounidense, conminado a aumentar su producción después de haber cerrado por un tiempo, afirmaba: es más fácil apagar la luz y poner candado en una industria que volverlo a abrir pues al prender la luz no todo va a funcionar automáticamente como antes. Aunque haya aumentado la demanda como era su caso. La diferencia principal es la actitud hacia los trabajadores y la de estos en una economía que se afectó sistémicamente con las restricciones de movilidad generadas por el Covid. La cantidad de trabajadores a contratar o recontratar y el monto de sus salarios que, por diversas razones, ambas partes van a querer variar ya generan nuevas realidades laborales.

Mientras en Chile son evidentes los retardos de abastecimientos en materiales de construcción, escasea la madera cepillada, algunos tipos de tornillos y hay artefactos importados que no se encuentran. Lo mismo ocurre con los automóviles y otros productos importados.
Los conservadores no tienen coraje para ver y enfrentar las nuevas realidades y se empeñan en recuperar, con un afán propagandístico y de comodidad ideológica, modelos que dieron todo lo que tenían que dar en los noventa. No pueden ser los campeones de predicciones fallidas quienes insuflen optimismo y entusiasmo en una realidad internacional tan distinta a las de sus años dorados. Hoy la globalización y la pandemia, excepto en lo financiero, no reproducen en la realidad lo que sostenían sus tesis políticas y económicas en cuanto a un crecimiento distribuido en una cascada infinita de inversores, y en las grandes producciones y cadenas comerciales y de servicios. Hay crecientes sectores de la población que no necesitan y cuestionan estas opciones.

Ya antes del 2000 la globalización mostraba que tenía más de un protagonista, con fuerte disputa comercial y financiera. En Asia el desarrollo productivo y tecnológico también se reflejaría en lo militar. Y llegó Internet, que por su naturaleza como conocimiento no pudo ser apropiado por nadie. Este producto de las ciencias de la computación intervino todo, a lo largo y ancho del planeta, en las formas de producir, distribuir, conocer y comunicar. Esa fue una explosión de libertad y lo sigue siendo, el costo ha sido la pérdida de privacidad y el dominio que lograron las compañías de los países con mayores recursos tecnológicos que proporcionan el uso masivo de la red y la multitud de servicios que estas permiten, posibilitando a los organismos del estado controlar el espacio público y el privado. En todo caso, no hay que mistificar esos poderes pues no basta con un solo Google, un solo Facebook, un solo Microsoft, un solo Apple.
Los cambios de los últimos 20 años se reflejaron globalmente en la política. China prolongó en el cargo a su Presidente, los republicanos en EEUU fueron controlados por movimientos ultra conservadores que se sienten afectados por la globalización y retoman banderas nacionalistas. Lo mismo ocurrió en Brasil, en parte aquí en Chile, y en Colombia, generando grandes frustraciones políticas. El resto de los países del continente vive la fragmentación política como una realidad. Se desarman ideas y liderazgos, aunque persistan plataformas y programas. Ya no son los mismos, es un debilitamiento que genera más autonomía en los movimientos sociales los cuales expresan primero sus reivindicaciones y al no lograrlas surgen nuevas demandas políticas.

Esta globalización atraviesa por una intensa disputa comercial y financiera con una inestabilidad recurrente propia de la estructura del modelo económico clásico, junto a un variado cuestionamiento a sus consecuencias más negativas: la desigualdad económica y social. Hace ya un tiempo que el pensamiento único enfrenta desafíos prácticos y teóricos, y el anti – neoliberalismo o anti – neoconservadurismo ya no es una consigna, pues ha logrado construir programas económicos reformistas y transformadores que obtienen el respaldo de importantes sectores de la población en las Américas.
A más de un año de pandemia no hay un escenario optimista en lo económico anclado en el pasado reciente. El optimismo necesita coraje y la economía es temerosa de asumir toda la potencialidad generada por las nuevas formas de trabajar, asegurando universalmente ingresos para el costo de esa transición y regulando las aglomeraciones humanas regidas por mercados que segregan las ciudades y fuerzan a desplazamientos físicos que generan discriminaciones diarias. La lucha contra las consecuencias del Covid podría generar una nueva épica en la búsqueda práctica de la re – dignificación de la existencia humana.