En un momento en el que la devastación del Covid – 19 es cada vez más patente y difícil de superar, la novela de George Orwell, publicada en 1948, mantiene viva una realidad mundial donde prevalece el valor de doctrinas autoritarias e importa más el “yo” que el “nosotros”.
Para nadie es ajeno que la realidad muchas veces supera la ficción, que el Coronavirus ha llegado a límites máximos que ha traspasado las barreras de cualquier novela de ciencia ficción. Sin ir más lejos películas como “Contagio” (2011), de Steven Soderbergh, describen a la perfección el fenómeno de una pandemia muy similar al Covid -19 desde el punto de vista científico y ciudadano.

Algo parecido sucede con “1984”, escrita por el británico George Orwell y adaptada al cine varias veces, que reseña un mundo ficticio donde el control sobre la gente ha convertido la vida de sus habitantes en una rutina espantosa. Militares y policías reprimen, los medios de comunicación hacen lo propio y la presencia permanente a través de pantallas del líder, El Gran Hermano, actúan como elementos de vigilancia permanente que jamás terminan. En el libro “La rebelión en la granja” (1945), George Orwell anticipó su impresión sobre los regímenes totalitarios con una obra donde un grupo de animales organiza una administración dictatorial según su propia conveniencia. Se trata de una crítica abierta a los gobiernos autoritarios que formaban parte de la estructura mundial en ese entonces.

“1984” apareció en las librerías en 1948, poco tiempo después del temprano fallecimiento de George Orwell a los 46 años de edad. Nacido como Eric Blair, el autor, que murió de tuberculosis, describe en su texto un mundo polarizado que se centra en Oceanía, un régimen totalitario que permanece en perpetuo conflicto con sus vecinos. Todo es vigilado. Hasta las conductas personales de las personas están controladas. El enemigo del Gran Hermano es Emmanuel Goldstein, el líder de los rebeldes, figura que representa a Trotski, personaje político admirado por el escritor que, aunque nunca perteneció a un partido político, siempre se mostró comprometido con la izquierda. En el complejo escenario de “1984” aparece Julia como una de las seguidoras de Goldstein que quiere rebelarse contra el sistema. Winston, el protagonista de la novela, un hombre al borde de los cuarenta años, avejentado y agobiado por el régimen, se convierte en su amante. Quiere dejar de estar subyugado al Gran Hermano, pero en su intento es tomado prisionero y torturado. No aguanta las violentas vejaciones y termina delatando a su amada Julia.

¿Cómo se relaciona el Covid-19 con el libro “1984”? Frente a un panorama mundial adverso, el Coronavirus ha causado, a estas alturas, una inmensa cantidad de víctimas. Ha generado un caos donde el control público está sobredimensionado, las actividades culturales y comerciales están funcionando en sus mínimas expresiones y el cierre de fronteras y controles sanitarios están completamente administrados y vigilados al antojo de cada uno de los países. No se trata de una ficción orwelliana, de segmentos extraídos de páginas de “1984”. Estamos en medio de un intenso proceso donde la realidad ha superado con creces la ficción. Lamentablemente en este tipo de crisis prevalece siempre el “yo” sobre el “nosotros”, los avances aparecen como retrocesos y la existencia humana adquiere cada vez menos importancia.

Los hospitales se saturan con los muertos por Coronavirus que son dejados en los pasillos porque no caben en otro lado. En un país sudamericano cientos de personas irresponsables son detenidas por participar en una multitudinaria fiesta. En la entrada del lugar, un subterráneo, un letrero inmenso y luminoso los bendice con un mensaje categórico: “Dios nos protege”.

El Gran Hermano parece controlar la peste con su imagen omnipresente. Se trata de la expresión deforme e irreal de la vida, la dominación absurda y antojadiza de las comunicaciones de masas, el impacto sin piedad que han adquirido las redes sociales en los individuos. Es el callejón oscuro, esa delgada línea que, sin discriminación, separa la verdad de la mentira y divide los contagios de la muerte.