Cuando iniciábamos enero pasado, hace casi 365 días, la historia por venir se presagiaba absolutamente distinta de la que fue. Partía un año complejo -post estallido social- y de a poco se recomponía la vida cotidiana cuando asoló la pandemia del covid-19. Sucesivas y extensas cuarentenas parceladas dieron forma entonces a una nueva vida, redibujando los límites de la interacción social y desafiando viejas prácticas de atavismo gregario, casi invisibles hasta entonces.
Cuando iniciábamos enero pasado, hace casi 365 días, la historia por venir se presagiaba absolutamente distinta de la que fue.
Ahora sabemos que termina un año raro, quizá el más extraño de nuestras vidas, en donde la industria de los medios de comunicación prosiguió su caída libre de inversión publicitaria, obligando a repensar los modelos de negocio, en especial de la prensa escrita y la TV generalista, con bajas entre el 60% y el 35% respectivamente. Todo, mientras se plasmaba la paradoja de revitalizar el consumo de estos medios fruto del encierro forzoso; pero sin el natural o esperado rédito económico de vender audiencias a cambio de publicidad o avisaje.
Lo anterior se suma a la enorme lista de personajes del mundo de la música, el cine, la literatura, el deporte y la creación en general que fallecieron, dejando tanto su legado trascendente, como un espacio irreemplazable en sus campos de expertise.
Lo anterior se suma a la enorme lista de personajes del mundo de la música, el cine, la literatura, el deporte y la creación en general que fallecieron, dejando tanto su legado trascendente, como un espacio irreemplazable en sus campos de expertise.
Réquiem sonoro
Al mirar atrás se da forma a un catastro de figuras inigualables que parecían eternas. Por eso, abro la lista con uno de los más prominentes: el guitarrista, arreglador y laudista británico Julian Bream, quien murió a los 87 años el viernes 14 de agosto, heredándonos su rol clave en la transición de la guitarra clásica de inicios del siglo XX, de la mano de Andrés Segovia, y el mundo guitarrístico contemporáneo. Su aporte fue esencialmente el de un genio insuperable en su musicalidad y técnica al servicio de la interpretación, así como al abrir el instrumento a repertorios universales y complejos, derivados de los nuevos lenguajes desarrollados con posterioridad a la segunda guerra mundial (afianzando su categoría de instrumento solista). En paralelo a este trabajo, rescató también el laúd renacentista y barroco, en una transición técnica que posteriormente fue perfeccionada por maestros como Hopkinson Smith y Paul O’dette.
Poco más de un mes antes, el 6 de julio, nos había sorprendido también el fallecimiento de uno de los principales compositores de música al servicio del cine, el italiano, Ennio Morricone, de 91 años de edad. Originario del Trastévere romano, su herencia en el séptimo arte y en su faceta de creador de estilos contemporáneos también nos permite repasar una larga lista de obras en donde demostró su versatilidad para componer y hacer de las bandas sonoras obras que valen independientemente de los filmes a los que refieren: Por un puñado de dólares; El bueno, el malo y el feo; Érase una vez en América; Los cuentos de Canterbury; El Decamerón; Saló o los 120 días de Sodoma y Gomorra; Los intocables; Novecento; Frantic; La jaula de las locas; Días del cielo; Los hijos del día y de la noche; La cosa; La batalla de Argel; ¡Átame!; La misión; Los odiosos ocho; Estamos todos bien; Malena; Cinema Paradiso y El fabricante de estrellas.
Pasando al plano de la música popular, este lunes 28 de diciembre y víctima del covid-19 dejó de existir una de las más relevantes voces y compositor de boleros, el mexicano Armando Manzanero. Dueño de un sonido estilizado y fino, acompañado siempre de su piano, inmortalizó algunos clásicos como “Somos novios” y “Esta tarde vi llover”, tema de 1967, inspirado en sus momentos de soledad. Conversador inteligente, pese a su pequeñez física, su estatura musical traspasó fronteras e idiomas, universalizando su nombre como una de las figuras más relevantes en su género.
Otros íconos de la transición musical de los 50 a los 60 en Estados Unidos nos abandonaron para siempre este 2020. Trini Lopez, cantante de ancestros latinos y que incursionó también en la actuación, murió a la edad de 83 años y nos deja éxitos mundialmente conocidos como “If I Had a Hammer” y “Lemon Tree”. Representante de la oleada que renovó los sonidos juveniles de su tiempo, también diseñó guitarras para la afamada marca estadounidense Gibson. Su deceso se produjo también por covid-19. En tanto, Richard Penniman, apodado Little Richard, falleció a los 87 años, pasando a la historia como uno de los padres del rock ‘n’ roll junto a Elvis Presley. De gustos estrafalarios y de vestimenta extravagante, influyó a innumerables creadores del rock-pop de los 70 hasta los 2 mil, entre ellos Prince. Por último, entre los más conocidos en el mundo del country y con una dilatada trayectoria, el cantautor, baladista y actor, Kenny Rogers, murió a los 81 años en marzo pasado. En su carrera incursionó también en el rock con ribetes sicodélicos y mantuvo una larga colaboración con la cantante Dolly Parton. Se encontraba retirado de los escenarios desde hace dos años.
En tierras españolas hubo dos pérdidas que –cada una en su estilo- deja una estela de viudos y viudas. Se trata del multifacético creador Luis Eduardo Aute, cantautor, actor, pintor y escritor, pasó a la historia como una de las voces de la contracultura en los finales del franquismo e inicios del retorno a la democracia. También nos hereda una serie de colaboraciones con diversos artistas de fama mundial, como un recital en conjunto con Silvio Rodríguez en los años 80, junto con una veintena de filmes de corte crítico e intimista. En el mundo del rock hispano, el cantante y líder del grupo Jarabe de Palo, Pau Donés, falleció en junio víctima de un largo combate por un cáncer de colon. “Depende”, “La Flaca” y “Bonito” son tres de sus hits que serán recordados por siempre.
Letras huérfanas
En el ámbito literario este pandémico 2020 dejó varios caídos en el camino. Uno de ellos el ensayista, periodista y escritor chileno radicado en España, Luis Sepúlveda.A los 70 años se contagió de covid-19, que se le complicó y le provocó la muerte en abril pasado en Asturias, donde residía. Su novela “Un viejo que leía novelas de amor” lo hizo mundialmente conocido, además de haber sido un activo luchador contra el régimen militar en Chile.
Otro novelista y narrador magistral de la posguerra inglesa, John le Carré, murió hace pocas semanas. Entre sus numerosos trabajos también fue espía encubierto del servicio secreto británico, cuestión que le inspiró su afición a contar historias de espionaje en tiempos de plena Guerra Fría. George Smiley, fue uno de sus personajes clásicos que sirvió de inspiración para James Bond.
En la literatura chicana, el escritor de 82 años, Rudolfo Anaya, es otra de las bajas del 2020. Hizo toda su vida en tierras de Nuevo México, trabajando como académico universitario y principalmente marcado por su novela debut, Bless Me, Ultima, publicada al iniciarse la década de 1970.
El sorpresivo deceso producto de un rebelde cáncer de uno de los fenómenos de popularidad y ventas de la literatura hispana, Carlos Ruiz Zafón, marcó también el año. A los 55 años, el autor que residía en Estados Unidos nos deja la tetralogía compuesta por clásicos como La sombra del viento, El juego del ángel, El prisionero del cielo, y El laberinto de los espíritus.
Del deporte al humor y la performance trasandina
La muerte del ícono del fútbol mundial del siglo XX post Pelé, el argentino Diego Armando Maradona, marcó a fuego a la fanaticada de su país a fines de noviembre. Se le lloró como un referente de identidad popular más allá de ser un personaje de aristas controvertidas en su vida personal y en sus acciones públicas.
A su modo también, el deceso del narrador de historietas y dibujante, Joaquín Salvador Lavado -más conocido como Quino-, al finalizar septiembre remeció al mundo. Creador de tiras clásicas de humor crítico en plena Guerra Fría como Mafalda, o de la saga de libros temáticos que le sucedieron, su partida a los 88 años provoca una pérdida irreemplazable por la agudeza en describir las miserias del mundo contemporáneo arraigadas en la conducta humana cotidiana.
En la misma línea del humor inteligente, pero esta vez mezclado con la música y la performance, el actor, escritor y comediante Marcos Mundstock, fundador y figura angular de las rutinas de humor de Les Luthiers, falleció en abril a los 77 años, producto de complicaciones por un cáncer cerebral. Tuvo un rol clave en la creación de letras de canciones y en los guiones de las rutinas del grupo por más de 50 años, aunque su enfermedad le había obligado a hacer un receso hace dos años.
Luto en el telón
Faltaría espacio en esta columna para dar real cabida a todas las estrellas de la actuación que partieron este año, pero en un breve recuento la lista se llena de figuras inolvidables. Entre ellos, el británico Sean Connery (90 años), clásico por su rol de James Bond y su participación en incontables superproducciones desde los años 60 hasta hoy día. Otros artistas octogenarios, nonagenarios o centenarios también partieron en estos doce meses. A saber: Lucía Bosé (89 años), madre de Miguel Bosé, de origen italiano; Diana Rigg (82 años), británica conocida por su rol de la seductora y aguda agente Emma Peel en The Avengers; Olivia de Havilland (104 años), premiada intérprete que participó de clásicos como “Lo que el viento se llevó”; Kirk Douglas (103 años), referente de filmes de acción e históricos de mediados del Siglo XX como “El Campeón”, “Espartaco”, “Lust for Life” y “Paths of Glory”; Max von Sydow (90 años), intérprete sueco que participó de referentes del cine arte como “El Séptimo Sello”, “El Exorcista” o “Hanna y sus hermanas” hasta íconos populares como “Star Wars”. Otro que también integró esta saga, pero en un referente como el villano Darth Vader es David Prowse (85 años), un británico que medía 1,98 metros y cuyo deceso se produjo en noviembre.
Completan parcialmente esta lista otros actores y actrices que nos dejaron, tales como Helen Reddy (78 años),actriz y cantante australiana conocida mundialmente por componer en 1971 una de las canciones que se transformaría en ícono del movimiento feminista, “I am a woman”; Naya Rivera (33 años), referente de la serie juvenil Glee, quien desapareció luego de un paseo en lancha junto con su hijo pequeño en el lago Piru en Los Ángeles, donde días después su cuerpo fue encontrado flotando en las aguas; Chadwick Boseman (43 años), quien se hizo famoso y multimillonario tras interpreter roles en superproducciones de aventuras como “Star Wars” y “Lord of the Rings”; Kelly Preston (57 años), actriz y esposa de John Travolta, quien falleció de cáncer de mama.
Arte y diplomacia en la hora final
Al despedir esta crónica no pueden quedar fuera de una lista enorme de figuras trascendentes en diversos ámbitos creativos otros nombres que ayudaron desde sus espacios a hacer este mundo más humano y pacífico o a cuestionarnos nuestro sentido de vida. Uno de ellos fue Christo Vladimirov Javacheff, más conocido simplemente como Christo (84 años), referente de intervenciones públicas e icónicas gigantescas en distintos lugares del orbe mediante grandes estructuras. El otro, el diplomático y político peruano Javier Pérez de Cuéllar (100 años), Exsecretario General de las Naciones Unidas que debió intervenir en conflictos como la guerra Irán-Irak y el retiro de las tropas soviéticas de Afganistán.
Más allá de la pandemia, este 2020 nos quita la posibilidad de contar con innumerables talentos que desde sus propios ámbitos creativos contribuyeron a hacer parte de la historia del siglo XX y del comienzo del presente siglo. Un mundo que nos desafía hoy a buscar cómo sobrevivirlo más humanamente y donde la compañía de las obras que nos heredan son también el llamado a superarlas desde quienes tenemos la posibilidad de seguir creando, pensando e incentivando la reflexión cotidiana.
¡Salud por un distinto y ojalá mejor 2021!