Agonía y Metamorfosis. La gente tiene el poder. Por doctor psiquiatra Sergio Canals L.

por La Nueva Mirada

El verdadero viaje de descubrimiento, no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos para mirar” (Marcel Proust).

Patti Smith, canta “La gente tiene el poder”:

“Yo estaba soñando mi sueño/ sobre algo brillante y justo/Y mi sueño se interrumpió/ Pero mi sueño permaneció/ bajo la forma de brillantes valles/ Donde el conocido aire puro/ abre mis sentidos nuevamente/Me desperté al grito/ de que la gente tiene el poder/ de redimir el trabajo de los necios/ Sobre los mansos llueven las gracias / se decretó la norma de la gente

La gente tiene el poder
La gente tiene el poder
La gente tiene el poder”

Turbulencias y cambios en medio del tiempo y la historia joven.

El espíritu y la verdad de la democracia se encarnaron en el apasionado y masivo triunfo del apruebo y la convención constituyente.

Se escuchó con fuerza el grito democrático y pacífico de los excluidos, sumados a el de los que, frustrados y desencantados, habían decidido hasta ahora mantenerse escépticos. Al margen de su historia.

Renace un nuevo pueblo ciudadano, impulsado como siempre, por la fuerza, la pasión, y el idealismo de la juventud. Bueno, ha sido y es su tarea. Torcer la historia.

Las antiguas elites de poder político económico agonizan.

La revolución social iniciada el 18 de octubre del 2020, continúa más allá de un punto de no retorno las reformas y las mutaciones necesarias para el desarrollo.

El cambio permanente garantiza la estabilidad al largo plazo.

La “crisis remediable”, cedió paso a una convulsión de agonía en medio de una metamorfosis. Pero, cuidado, “ningún elemento del desenlace puede ni debe ser anticipado”, como advirtió Jean Luc Nancy refiriéndose al mayo del 68 en Francia.

El futuro se construye en “función de la visión y los medios que se tiene para ello, recorriendo un camino incierto que se fragua entre el azar de los acontecimientos y la necesidad de alcanzar los objetivos”, advierte Hubert Landier.

El mecanismo de participación de las personas independientes, en la génesis de la nueva Constitución, está diseñado para intentar mantener el poder de las elites actuales minimizando las probabilidades de cambio. Pero no sus posibilidades. Por ahora es ilegítimo, mientras los independientes y las etnias no tengan su participación aseguradas. O todas están representadas y representados, o el resultado final, también será ilegítimo.

“Aquí no hay vencedores ni vencidos”, se apresuraron a decir los flagrantes perdedores.

“Ganó Chile”, y en eso tienen razón. Pero ganó el Chile verdadero. El qué emergió en el rechazo y el apruebo, entre los negocios y el dinero. El Chile de los pobres y los campamentos. El Chile del 80/20. Desapareció un país que no era más que una ficción, una ilusión. Un simulacro comunicacional construido con datos, cifras y valores.

Una nueva constitución nunca parte de cero” aseveran con pánico. El acto creador por excelencia nace en la nada. Es parte de ella.

La gente cree que la escritura consiste en reproducir las formas y las semejanzas. Lo antiguo y lo qué existía. No, el lápiz, “sirve para hacer que las cosas salgan del caos”. (Chou Ta)

Es necesaria “la hoja en blanco” creadora.

“Ganó la esperanza”, dijeron de forma apresurada.

Pero la esperanza sin confianza se vacía en la nada.

Hoy no sólo se confía en uno mismo. También en la fuerza del pueblo ciudadano movilizado en torno a una idea, a un relato pleno de sentido.

¿Quién dijo qué habían desaparecido los “meta relatos”?

¡El pueblo unido, jamás será vencido! El pueblo ciudadano y joven, los pobres, cantaron y bailaron nuevamente.

Los fantasmas de la “imaginación al poder” danzaron enfervorizados en la “plaza de la dignidad”.

“Sólo la emoción perdura”, dijo Ezra Pound.

Se escucha y se lee, “llegó el período del diálogo, dejando atrás nuestras diferencias por el bien de Chile”.

Pero el verdadero diálogo, está dirigido siempre a un encuentro generador de verdades.

Quién está al frente se expone al otro en sus debilidades y fragilidades. Se configura un espacio de humanización compartida responsable, en respeto y aceptación de las diferencias absolutas de cada uno.

Este tipo de diálogo personalizador y humanizador, pocas veces se ha dado, y dudo qué se de en los nuevos “juegos de poder” que ya se iniciaron hace un año atrás.

Es lo único que permitiría la cristalización de este nuevo cambio copernicano que nace tras un largo y doloroso esfuerzo democrático embarazado de futuro.

Hasta antes de octubre, lo bueno para el mercado y el poder económico político, que tenía “secuestrada” la democracia e impedía al estado su deber social prioritario en búsqueda del bien común, debía ser lo bueno para para el país y pocas personas.

Desde ahora, lo qué es bueno para todas las personas, para la justicia social y el bien común, debiera ser lo bueno para el poder económico político -y también para el mismo mercado-, liberando” a la democracia y posibilitando una fuga ética permanente hacia el bien común.

Una nueva “patria joven”, que ya no es cristiana ni revolucionaria del pasado, mira expectante el futuro, y marcha con fuerza y a paso firme, sin mirar atrás.

Una nueva “patria joven”, que ya no es cristiana ni revolucionaria del pasado, mira expectante el futuro, y marcha con fuerza y a paso firme, sin mirar atrás.

La nueva Constitución, debiera ser un ejercicio no sólo racional y emocional, sino ético y estético.

Habrá que perderse en lejanías, más allá de espacios conocidos, en extrañas soledades, recónditas y fantásticas, donde nunca llegan mentes estrechas” (Souen Tch’ouo)

¿Será entonces la nueva Constitución un hermoso acto poético humanizador?

La respuesta la hacemos todos.

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