Por Fernando Villagrán C
Has partido estimado amigo y admirada pluma. Como ocurre con otros grandes de las letras que nos van dejando, tu inmensa obra poética será ahora más conocida que durante tu fecundo paso por esta tierra que se continuará secando. Se reanimará tu prosa rabiosa contra poderosas bestias impunes – quedaron tus letras marcadas para Kissinger, Nixon, Agustín Edwards, Pinochet – y, más allá de tus seis decenas de libros, habrá que hurgar en aquellas miles de páginas que, a lápiz, fuiste acumulando con poesía cotidiana, de la que tuviste la generosidad de leerme fragmentos en tantas conversaciones mientras pasaban los años y, contrariando la imagen que construiste con tu prolija soberbia poética, te abrías a reflexiones más íntimas, escuchabas y regalabas humanidad dialogando sobre la infinita tontera humana que, por cierto, nos incluye.
contrariando la imagen que construiste con tu prolija soberbia poética, te abrías a reflexiones más íntimas, escuchabas y regalabas humanidad dialogando sobre la infinita tontera humana que, por cierto, nos incluye.
Tu obra habla por sí misma y la continuarán saboreando todos aquellos que al aproximarse se sorprendían con tu acogida, en particular los más jóvenes poetas. Algo más se descubrirá de tu agudeza sarcástica, pariente del humor sin carcajadas (cómo no recomendar la película “Pre – Apocalipsis”, realizado por Rodrigo Goncalves con tu sorprendente protagonismo). Tampoco puedo olvidar aquella conversación, con público presente en el Café Off The Récord, hace casi dos décadas, presentando la exposición de impactantes collages de tu amada Cecilia que había partido tan tempranamente, de la que nos contaste lo que pocos podían imaginar y yo había quedado con tantas ganas de preguntarle.
Se multiplican las palabras de tanto(a) s para despedirte que el silencio de algunos, con cuentas pendientes y acumuladas, no se nota. Creo que tuvimos el tiempo suficiente para despedirnos, conversando de tus obsesiones poéticas y esa tan extendida ausencia presencia de Cecilia que hoy disfrutarás como sólo tú podías imaginarla con esa fe inquebrantable, quizás envidiable, que no dejaste de reforzar en voz y escritura.
Buen viaje (Don) Armando Uribe. Me imagino estarás sorprendiendo a tu amada y bella Cecilia Echeverría con esa barba que no te conocimos antes.
A ti, Cecilia Echeverría
Dedico un libro que no lees
Porque estás muerta. Más no digo.
Escribo por la pura, por la pura
obstinación de estar contigo
por un momento, aunque es estúpido
creer que, por decirlo, tu estarías
conmigo en esto, que es literatura