Ambrose Bierce y “El Diccionario del Diablo” El baile de los que sobran. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Publicado inicialmente en 1906 bajo el título “El libro de las palabras cínicas”, este particular texto de definiciones no tiene piedad con el género humano. El libro, que combina humor con política y poder, abre un espacio para que los bárbaros e intolerantes de siempre mantengan su propia vigencia y no se pierdan en el camino.

Llegué a Ambrose Bierce (1842 – 1914) por un dato. Me hablaron de él una tarde de invierno y debo decir que enganché de inmediato con su historia. Fue un escritor y periodista norteamericano que destacó por sus textos satíricos y sus relatos de terror. A los 19 años participó en la Guerra Civil de Estados Unidos y posteriormente se dedicó al periodismo y a la literatura. A los setenta años viajó a México para unirse a la Revolución Mexicana y nunca más se supo de él. Por su estilo literario se le compara mucho a Edgar Allan Poe y H. P Lovecraft.

“El Diccionario del Diablo” es una de sus obras más conocidas. Originalmente no fue concebida como un libro, sino que años después de que las primeras sentencias candentes aparecieran en el semanario “The Wasp”, en 1881, y continuasen en ese medio hasta 1886. En 1887 reaparecieron las sarcásticas definiciones en el periódico “The Examiner”. En 1906, finalmente, fue publicado por Doubleday, Page and Company en forma de libro bajo el título “The cynic´s word book” (“El libro de las palabras cínicas”), un título que fue impuesto por prejuicios religiosos ajenos al escritor. En 1911, Bierce se desquitó en la publicación de sus “Obras Completas” y remató el diccionario de 1906 (que contenía quinientas palabras, A-L) con quinientas palabras más (M-Z) eligiendo su título preferido, “El Diccionario del Diablo”. Ahí se obtuvo la versión definitiva con términos en los que no existe piedad con el género humano y donde Bierce toca perfectamente puntos sensibles que se mantienen vigentes hasta el día de hoy, mostrando a la gente con sus vicios y debilidades. Para muestra, un extracto de su famosa obra:

Discusión, s. Método para que los demás se reafirmen en sus errores.

Engañar, v. tr. Decirle al pueblo soberano que si resultas elegido no robarás.

Litigio, s. Maquinaria en la que se entra como un cerdo y se sale como una salchicha.

Padre, s Oficial de intendencia y comisario de subsistencia que proporciona la naturaleza para nuestro sustento en el período que precede a que aprendamos a vivir de los demás.

Teléfono, s Invento del Diablo que anula algunas de las ventajas de mantener a distancia a alguien desagradable.

El resultado de lo que dice “El Diccionario del Diablo” está a la vista y es posible que el Cola de flecha o Lucifer haya estado muy presente en la cabeza de Ambrose Bierce, un hombre lleno de contradicciones que siempre odió a su padre y lo demostró en sus escritos. Cinismo contra el poder, combinado con humor es lo que predomina en este verdadero enfrentamiento literario en el que también entran al baile los que no encajan, los bárbaros e intolerantes que se resisten a los cambios y también conviven dentro de este texto maldito que hasta el día de hoy continúa siendo constantemente editado y leído.

Los designios de Satanás son tan diversos e insondables que se me hace imposible dejar pasar esta columna sobre la singular publicación de Bierce, sin mencionar una de mis películas favoritas: “Antes que el Diablo sepa que has muerto” (2007), dirigida por Sidney Lumet,  que debe su título a una frase hecha de un brindis irlandés: “media hora en el paraíso…antes que el Diablo sepa que has muerto”. La frase y la película sobre un robo fallido –protagonizada extraordinariamente por Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Marisa Tomei y Albert Finney- recogen ese espacio de tiempo en que el paraíso de los problemas superados no se alcanza a lograr de ninguna forma. Quizás ahí se encuentra la fórmula con la que Bierce trabajó “El Diccionario del Diablo”, preparando los significados con ritmo y agilidad, media hora antes de que Belcebú pudiera alcanzar sus verdaderas intenciones.

Una vez leído este particular texto, me entra la terrenal duda sobre los diccionarios de La Real Academia de la Lengua, Sopena o Larousse, por mencionar algunos de los más conocidos ¿Se acercan realmente al significado original de los términos que exhiben, al resultado verdadero? ¿Seremos víctimas de un permanente engaño? En medio de insurrecciones, pandemias, gobiernos corruptos y políticos ineficaces, no me cabe la menor duda que el diccionario de Bierce es el que, en estos momentos, se ajusta más a la norma y a la definición correcta de la etimología de las palabras. El Diablo terminó metiendo la cola. 

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