Por Carlos Ominami
América Latina vuelve a sorprender. Nadie podría haberlo pronosticado. Ni el más lúcido de los analistas internacionales imaginó que en un lapso muy corto de tiempo, apenas 18 meses, iban a tener lugar acontecimientos tan significativos como:
- la renuncia de Pedro Pablo Kuczynsky a la Presidencia del Perú en marzo del 2018 producto de graves acusaciones de corrupción
- el triunfo por amplísima mayoría presidencial y parlamentaria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)en México en julio del 2018
- el triunfo en Brasil de Jaír Bolsonaro, obscuro diputado de extrema derecha, en la elección presidencial de octubre del 2018
- la derrota de Macri a manos de Alberto Fernández en las presidenciales argentinas en octubre del 2019
- el colapso en Chile de la Presidencia de Sebastián Piñera producto de movilizaciones sin precedentes iniciadas el 18 de octubre del 2019
- el golpe de Estado en Bolivia en contra de Evo Morales en noviembre del 2019
- el jaque en Colombia al Presidente Iván Duque por parte de enormes movilizaciones que se iniciaron en noviembre del 2019
- la derrota también en Uruguay del Frente Amplio a manos de Luis Alberto Lacalle Pou luego de tres gobiernos sucesivos (Tabaré Vásquez, Pepe Mujica, Tabaré Vásquez)
Aunque se trata de hechos que responden a orientaciones políticas o ideológicas muy distintas, todos tienen un elemento en común: la impugnación o derechamente la derrota de los gobiernos de turno.
todos tienen un elemento en común: la impugnación o derechamente la derrota de los gobiernos de turno.
Hasta hace poco era casi un lugar común afirmar que luego de los triunfos de Macri, Piñera, Bolsonaro y Jaque se había iniciado un nuevo ciclo de gobiernos conservadores que dejaría atrás y para siempre a los gobiernos progresistas que dominaron ampliamente la primera década de los 2000 en la región. Los intelectuales de derecha lo repetían hasta el hartazgo. A su vez, los grandes medios de comunicación se ensañaron en contra de sus principales dirigentes. Ahí están los linchamientos mediáticos que se abatieron en contra de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y del ex Pdte. Lula para justificar su encarcelamiento
Cobró así fuerza la idea de que se había iniciado un nuevo ciclo, que le daría un nuevo aire a fuerzas políticas de inspiración neoliberal y alineadas con la política norteamericana.
Cobró así fuerza la idea de que se había iniciado un nuevo ciclo, que le daría un nuevo aire a fuerzas políticas de inspiración neoliberal y alineadas con la política norteamericana.
Sin embargo, la realidad no se dejó reducir a ese tipo de esquemas. En economía, las evoluciones tecnológicas permiten sustentar la existencia de ciclos que pueden ser largos o cortos. No es el caso de la política. Especialmente en los tiempos actuales, la política está dominada por la volatilidad, por opiniones públicas que se irritan con facilidad, por gobiernos que ganan con grandes promesas y terminan gobernando con puras explicaciones.
En economía, las evoluciones tecnológicas permiten sustentar la existencia de ciclos que pueden ser largos o cortos. No es el caso de la política.
En un libro que publicamos el 2017, “Claroscuros de los gobiernos progresistas de América del Sur” (Editorial Catalonia), al intentar un primer balance de sus gestiones, nos interrogábamos justamente sobre la naturaleza del período que se abría. ¿Nuevo ciclo o proceso abierto? Los acontecimientos posteriores nos han dado la razón. El proceso está abierto.
La derrota de Macri en Argentina es paradigmática.
La derrota de Macri en Argentina es paradigmática. Ganó la elección prometiendo “pobreza cero” y termina con un 40% de la población en pobreza, una vergüenza para un país tan rico. La herencia que deja es de miedo: una economía en recesión prolongada, una deuda externa por sobre los US$ 300 mil millones, una tasa de desempleo por sobre el 10% y el cierre de más de 22 mil empresas a lo largo de sus cuatro años de gobierno. A sus inicios, luego de un segundo gobierno de CFK fuertemente cuestionado y con el peronismo fracturado todo indicaba que la derecha argentina tenía un futuro radiante por delante. En ese momento, nadie habría anticipado que el peronismo iba a ser capaz de rearticularse y que la ex Pdta., en un gesto de lucidez y grandeza iba a ser capaz de darle la pasada a Alberto Fernández su ex Jefe de Gabinete de Ministros que llevaba más de 10 años distanciado de ella por sus duras críticas a su gestión.
Más sorpresivo aún ha sido el severo cuestionamiento que enfrenta el Pdte. Piñera en Chile.
Del oasis pasó en pocas semanas a las inmediaciones del infierno.
Más sorpresivo aún ha sido el severo cuestionamiento que enfrenta el Pdte. Piñera en Chile. Su proyecto de refundar una derecha republicana capaz de abrir paso a un ciclo largo de hegemonía conservadora está fuertemente cuestionado. Por de pronto, la enorme movilización social puso en la agenda pública cuestiones tan alejadas del universo de la derecha como el inicio de un proceso constituyente destinado a dotar a Chile, por primera vez en su historia, de una Constitución emanada de la soberanía popular. La realidad ha sido especialmente cruel con Sebastián Piñera. Solo un mes antes del estallido del 18/10, en una entrevista al Financial Time Piñera se refería a Chile como un “oasis “en el cuadro latinoamericano. Chile representaba efectivamente el triunfo del neoliberalismo y había sido elevado a la condición de modelo digno de ser imitado. Un Pdte. que soñaba con un liderazgo internacional como anfitrión de Trump y Hi Jinping en el marco de la APEC y Pdte. de la COP 25, con un apoyo en la actualidad del 10% y un rechazo del 80 % tiene ante sí un futuro extremadamente incierto. Del oasis pasó en pocas semanas a las inmediaciones del infierno.
Las derrotas de las derechas no deben ser sobre interpretadas. Ellas no anuncian un nuevo ciclo de gobiernos de orientación progresista. Por de pronto, entre los hechos políticos más relevantes de los últimos meses figuran el golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia y la derrota del Frente Amplio en Uruguay. Se demuestra así que la tendencia dominante no es necesariamente un giro hacia derecha o a izquierda sino que apunta a la derrota de los gobiernos independientemente de su signo y al triunfo de las oposiciones.
Las derrotas de las derechas no deben ser sobre interpretadas. Ellas no anuncian un nuevo ciclo de gobiernos de orientación progresista.
Hay muchas razones para ello. Probablemente, una de las principales, radica en la incapacidad de las economías para hacer frente a las demandas crecientes de sectores emergentes. Se trata de demandas que tienen que ver, ya no con coberturas de tipo cuantitativo, sino con servicios de calidad en materia de salud, transporte o educación. Son demandas mucho más difíciles de satisfacer por sus altos costos y mayores exigencias en cuanto a la calidad de la gestión.
Hay muchas razones para ello. Probablemente, una de las principales, radica en la incapacidad de las economías para hacer frente a las demandas crecientes de sectores emergentes.
Las economías del continente están confrontadas a la necesidad de una transformación productiva profunda. Es la única manera de asegurar un nuevo dinamismo una vez agotado el ciclo de alza de los precios de materias primas.
Las economías del continente están confrontadas a la necesidad de una transformación productiva profunda. Es la única manera de asegurar un nuevo dinamismo una vez agotado el ciclo de alza de los precios de materias primas.
Sin excepción, las evoluciones políticas en curso en los principales países de la región plantean grandes interrogantes.
¿Podrán terminar sus períodos constitucionales los gobiernos de los Presidentes Piñera y Duque? y si lo consiguen ¿en qué condiciones lo harán? ¿Podrá Perú abrir paso a un nuevo período de estabilidad política de la mano de la gestión del actual Pdte. Vizcarra? ¿Se consolidará definitivamente en Venezuela el régimen encabezado por el Pdte. Maduro? ¿Podrá AMLO mantener en México sus impresionantes niveles de aprobación? Son solo algunas de las preguntas hoy día planteadas.
¿Podrán terminar sus períodos constitucionales los gobiernos de los Presidentes Piñera y Duque? y si lo consiguen ¿en qué condiciones lo harán? ¿Podrá Perú abrir paso a un nuevo período de estabilidad política de la mano de la gestión del actual Pdte. Vizcarra? ¿Se consolidará definitivamente en Venezuela el régimen encabezado por el Pdte. Maduro? ¿Podrá AMLO mantener en México sus impresionantes niveles de aprobación?
Pero, en lo que se refiere especialmente a América del Sur la vista estará puesta en la Argentina y la gestión que recién inicia el Pdte. Alberto Fernández. El desfiladero por el que deberá caminar es sin dudas estrecho. Altas expectativas por parte de los sectores populares fuertemente castigados por la política del gobierno anterior se verán confrontadas a una economía en recesión, con alta inflación y fuerte endeudamiento externo. Argentina tiene sin embargo muchos factores a su favor, entre ellos una población que mantiene altos niveles de educación y una rica dotación en recursos naturales. El desafío de la gestión que comienza tiene sin duda una dimensión económica fundamental. La renegociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional y los deudores privados ocupará un lugar central. Es cierto, la Argentina tiene un gran problema con el FMI, pero este también enfrenta un problema mayor luego de girar irresponsablemente más de US$ 40 mil millones para sostener al gobierno de Macri.
Pero, el desafío principal de la nueva administración será político. Luego de décadas de confrontación, el Pdte. Fernández tiene ante sí el reto de superar la “grieta” que divide a la sociedad argentina. Si lo consigue, la Argentina puede tener por fin un futuro a la altura de sus potencialidades. Si lo logra, Alberto Fernández no será uno más de los gobiernos progresistas que conocimos durante los últimos años sino que el líder capaz de una síntesis nueva entre las importantes realizaciones de esos gobiernos y las lecciones que resultan de la necesaria autocrítica por los graves errores cometidos.
Pero, el desafío principal de la nueva administración será político. Luego de décadas de confrontación, el Pdte. Fernández tiene ante sí el reto de superar la “grieta” que divide a la sociedad argentina.
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