ANDRÉS MANUEL LOPEZ OBRADOR

por La Nueva Mirada

CABEZA,CORAZÓN Y CARÁCTER

Acaba de cumplir 4 meses en la presidencia de Méjico que, continúa asegurando, le robaron el año 2006 en la contienda que lo enfrentó con Felipe Calderón, favorecido entonces por un cuestionado y polémico escrutinio oficial. De reconocida buena pluma, Andrés Manuel López Obrador (AMLO, para los mejicanos y más allá de sus fronteras) publicó el 2007 el libro “La Mafia nos robó la Presidencia”.

En su tercer intento se impuso de forma arrolladora, superando con mayoría absoluta a sus contendores en el contexto de una sociedad cansada de la corrupción y el flagelo criminal del narcotráfico (un millón de víctimas desde 2006) con instituciones capturadas por bandas criminales. A los 65 años afirma gozar de buena salud, mantiene el hábito de madrugar y está cotidianamente a las 07AM en el palacio de gobierno para sus encuentros con la prensa. Los principales y poderosos medios de comunicación nunca lo han tenido entre sus favoritos y AMLO continúa apostando al diálogo abierto con la población.

La austeridad fiscal era un principio más que lejano de la tradición presidencial mejicana. El nuevo mandatario anunció a fines de su primer mes de gobierno la venta de 263 autos y camionetas de lujo, incluido un Audi de US$330.000, al que calificó sarcásticamente como de “línea fifí”. Alguna roncha sacó también con la venta del lujoso avión presidencial.

Continúa recorriendo el país en automóvil y, como lo prometió en campaña, no vive en la Residencia Oficial de Los Pinos, que emplearon históricamente sus antecesores, abriendo el majestuoso recinto a la visita pública (“ahí espantan, sale el chupacabras”, señaló al ratificar su decisión) pensando en un gran espacio para el arte y la cultura mejicana.

Algo más que un detalle fue poner término a la fuerza de seguridad, un aparato de elite que sumaba 8 mil integrantes asignados para la custodia del mandatario. AMLO es ahora acompañado por 20 profesionales, mitad hombre, mitad mujeres, que facilitan su encuentro y diálogo frecuente con la población.

Para AMLO el béisbol es el Rey de los Deportes. “Es una pasión que requiere de cabeza, corazón y carácter” ha repetido en su estilo que, asociado a preferencias deportivas, abre más de una polémica.

En su conversación de madrugada con representantes de los medios de prensa suele responder preguntas incómodas, como las del periodista que, el lunes 6 reciente, le insistió en que aún quedaban funcionarios con sueldos privilegiados, sin cumplir con la rebaja drástica con que el propio AMLO marcó la línea. El diálogo cotidiano en esos encuentros de prensa y la conversación directa con los mejicanos opera como un mecanismo más que indispensable para el creciente respaldo ciudadano que reflejan las encuestas, superior al que obtuvo en la elección presidencial.

En ese contexto el mandatario valora las redes sociales, pese a sus déficits, vicios de manipulación o “falta de respeto al Manual de Carreño” como señaló AMLO en la conversación del lunes pasado, mientras daba cuenta de los resultados de las medidas de control al escandaloso abuso de la poderosa industria del diesel y la gasolina, una verdadera mafia que ha resistido la iniciativa gubernamental para controlar los precios y verificar un abastecimiento en que se vendan “litros de litro”. Una expresión más de los niveles de corrupción de los mercados en Méjico.

Los abusos confrontados por el nuevo gobierno en el mercado de los combustibles, gasolina y diesel, se ampliará a la política de precios del gas.

En esa línea de medidas que enfrentan grandes poderes oligopólicos se apunta a empoderar a la población con el apoyo de la Procaduría del Consumidor, con información relevante aportada por entidades oficiales. Los desafíos son mayores en la perspectiva de fiscalizar otros mercados tan relevantes para la población como el del oligopolio de los medicamentos (¿le suena algo conocido?).

La realidad del poder judicial tampoco es territorio amigo para las medidas de transparencia y combate a la corrupción sistémica que propone el programa de AMLO.

El crimen organizado no requiere de muchos preludios para evaluar su amenaza permanente y la penetración en instituciones teóricamente fiscalizadoras y también uniformadas. La apuesta del nuevo mandatario fue inicialmente constituir una Guardia Nacional que, efectivamente concentrara sus esfuerzos en la seguridad pública, iniciativa que fue superando resistencias hasta ganar creciente apoyo institucional y popular.

Ante la magnitud del desafío de enfrentar al crimen organizado y sus poderosas redes AMLO partió por evaluar el fracaso de políticas anteriores y la urgencia de ganar confianza ciudadana ante un enemigo de gran capacidad de acción y resistencia. La compleja cadena de la corrupción, más allá de la transparencia de la acción policial y militar para enfrentar el poder letal de los narcos, en la percepción del nuevo mandatario mejicano requiere de un acento prioritario en políticas de empleo, bienestar social y atención a los jóvenes.

Una apuesta ética para abordar un flagelo que, en palabras de AMLO, llegó a secuestrar al gobierno mejicano. Recurriendo al pasado histórico apuntó, recientemente, a una comparación con los desafíos que enfrentó el Presidente Suárez al separar el poder civil del clerical(A Dios lo que es de Dios, al César lo  que es del César) con el actual que debe apuntar a distanciar el poder económico del político.

Desde la distancia, a veces sideral, que parece imperar en la valoración de nuestra ciudadanía y población por los fenómenos sociales y políticos más allá de nuestras fronteras, la tendencia a caricaturizar o infantilizar lo que ocurre en el resto del continente y el planeta resulta habitual. Desde allí la tentación de simplificar las tendencias imperantes en la política internacional y deducir que el nuevo gobierno mejicano es otra experiencia populista más ó un símil de lo que ocurre en países tan diferentes como Venezuela.

En ese sentido las propias definiciones de AMLO ahorran comentarios. Ciertamente apuesta a un giro histórico de Méjico, un cambio de régimen, donde el acento se pone en los derechos de los más postergados y golpeados por el flagelo de la corrupción y el crimen organizado. “No llegamos para ser floreros, ni monedita de oro”. “Ni chavismo, ni trumpismo. Sí juarismo, maderismo, cardenismo”.

En ese marco de definiciones se pueden revisar algunos asertos de AMLO cuestionados desde la simple superficie. Ocurrió cuando se refirió al perdón histórico que obligarían a España y el Vaticano. Entonces envió cartas al rey Felipe VI de España y al papa Francisco pidiendo que reconocieran los agravios de la Conquista: “No fue el encuentro de dos culturas, fue una invasión. Se cometieron actos de autoritarismo, avasallamiento, se asesinaron a miles de personas. Se impuso una civilización sobre otra”. Lo decía en el contexto de conmemoración de 500 años de la batalla de Centla, entre mayas y los soldados de Hernán Cortés, donde murieron centenares de indígenas.

No han faltado cuestionamientos al ímpetu discursivo del mandatario en sus primeros meses. Respecto de los españoles las consideraciones críticas apuntan a un debate que podría culminar el 2021, cuando se conmemoren esos cinco siglos de la caída de Tenochtitlán y dos siglos del fin de la guerra de Independencia. Algo que no parece inquietar en demasía al enfático AMLO.

El discurso presidencial apunta a esa base popular que le sonríe en las encuestas. Lo hizo al conmemorar 100 años del asesinato de Emiliano Zapata: “Es una enseñanza mayor: No al abuso, no a la prepotencia, sí a la justicia”.

Con múltiples flancos abiertos, AMLO espera darle relevancia a la cuenta de cumplimiento de su programa en el primer semestre de gobierno. Y no olvida la promesa de poner a prueba su adhesión popular cuando lleve dos años en el poder, sometiéndose al escrutinio ciudadano.

Está seguro que llegó al gobierno para cambiar la historia de Méjico. Reivindica los breves años de gloria de los gobiernos liberales del siglo 19, para proyectarse como el mandatario que inaugura un nuevo ciclo para el gran país del futuro que supera sus flagelos del presente. Un período de 5 años y 10 meses para AMLO. No deja de ser un tremendo desafío para seguir soñando. El presidente está empoderado. Se continúa levantando de madrugada para rendir cuenta diaria de su quehacer. Los desafíos son inmensos. La carga parece no pesarle.

 

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