El gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, generoso en sus besos y abrazos, renunció en medio de una controversia en la cual lo que hasta ayer era efusión amistosa y buena imagen para la foto es hoy posible acoso sexual y abuso de poder.
De la cima a la sima
Cuatro años después que #MeToo extendió una protesta global de las mujeres contra el manoseo sexual no solicitado por parte de hombres en posiciones de poder, el quincuagésimo sexto gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, renunció esta semana hostigado por las denuncias de mujeres ofendidas por sus excesos de cordialidad.
Penoso final para la carrera de un político que completaba su tercer mandato en la gobernación, adonde llegó en 2011, y hace poco más de un año, en ancas de su manejo de la pandemia en el cuarto estado más poblado del país, se preparaba para ser reelegido en 2022 y se mencionaba como posible candidato presidencial demócrata en 2024.
Cuomo es un apellido henchido de poder político en Nueva York. El padre de Andrew, Mario Cuomo, fue el quincuagésimo segundo gobernador del Estado, un cargo que ocupó entre 1983 y 1994. Chris Cuomo, hermano menor de Andrew, es uno de los comentaristas estrella en la cadena CNN, con 60 minutos de peroratas en horario central cada noche.
El futuro político de Andrew Cuomo, de 63 años, divorciado y con tres hijos, empezó a nublarse a mediados del año pasado cuando, después que recibió el Premio Internacional Emmy Founders por sus conferencias de prensa diarias en las cuales educaba al público sobre la pandemia, se descubrió que su gobierno había ocultado información sobre las muertes por covid-19 de residentes en casas para ancianos.
Desde fines del año pasado emergieron las alegaciones de varias mujeres acerca de acoso sexual, y en agosto la Fiscal General del estado, Letitia James, hizo público un informe según el cual Cuomo hostigó sexualmente a 11 mujeres durante su gestión de gobierno.
Desde entonces el presidente Joe Biden, el jefe de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schmer y la senadora Kirsten Gillibrand, ambos de Nueva York, y la jefa de la mayoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de California, pidieron la dimisión de Cuomo. La asamblea legislativa de Nueva York ya tenía iniciado el trámite de juicio político.
“Ciao, bella”
“Quiero que sepan, directamente de mí, que jamás he tocado a alguien de manera inapropiada o he hecho propuestas sexuales inapropiadas”, dijo Cuomo en la televisión hace una semana.
Y, de hecho, la propensión de Cuomo a los abrazos y besos no ha sido asunto furtivo o encubierto. Hay miles de fotografías que muestran al político profesional abrazando y besando a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, hetero y homosexuales, en ocasiones festivas y en momentos tristes. No son abrazos así no más, sino de los de ombligo contra ombligo, con besos a mujeres y hombres en la frente, en la mejilla o, a lo caballero anticuado, en la mano de una dama.
Él mismo admitió ante el país que, en ocasiones, al abrazar o besar a alguna mujer les ha musitado “Ciao, bella”, o “Sweetie” (traducible como “cariñito”). Una pesquisa rápida en los antros de internet encontrará múltiples ejemplos de estos abrazos que, desde que los políticos buscan votos, son ejercicios habituales en la compraventa de simpatías.
Pero, avispado como ha de ser quien triunfa en la política neoyorquina, al parecer Andrew Cuomo no supo ver, desde antes de la eclosión de #MeToo, la bronca que millones de mujeres venían acumulando por las propuestas sexuales impertinentes y la expectativa del “trámite por cama” de parte de hombres con la autoridad y el poder de promover o liquidar carreras profesionales.
La epifanía le cayó de golpe.
“Asumo la plena responsabilidad por mis acciones”, dijo Cuomo al anunciar su renuncia. “Me he comportado con demasiada familiaridad con la gente. He abrazado y besado a la gente casualmente, tanto hombres como mujeres. Lo he hecho toda mi vida. Es quien soy desde que me acuerdo. En mi mente, jamás crucé la línea con alguien, pero no me di cuenta en qué medida la línea se ha trazado de forma diferente. Ha habido cambios generacionales y culturales que yo, simplemente, no tomé en cuenta como debí hacerlo. No hay excusas”.
No es tan simple
El problema no es tan sencillo como la falta de sintonía generacional o cultural. Cuomo asume la responsabilidad por sus actos públicos, pero las mujeres que alegan hostigamiento sexual se refieren a incidentes que ocurrieron en situaciones privadas.
Alyssa McGrath, quien trabaja en la gobernación dijo que en el curso de una reunión en la que estaban solos, Cuomo la inspeccionó con la vista de arriba abajo, hizo comentarios sobre su apariencia y de tono sexual sobre ella y otra empleada. Según McGrath, el gobernador le hizo preguntas sobre el trámite de divorcio en marcha y añadió, en italiano, que era “bonita”. McGrath no acusa a Cuomo de tocarla, pero sí caracterizó el comportamiento del gobernador como acoso sexual.
Ana Liss, otra empleada en la oficina del gobernador, sostuvo que hace pocas semanas Cuomo le preguntó si ella tenía novio, la llamó “sweetheart” (traducción libre: corazoncito, o queridita). En una ocasión, dijo Liss, Cuomo le tocó la parte baja de la espalda en una recepción, y en otra cuando ella se levantó de su escritorio, él le besó la mano.
Charlotte Bennet, de 25 años, ex empleada del gobierno, dijo que tuvo varios encuentros incómodos con Cuomo, incluido uno en el cual él le preguntó acerca de su vida sexual, agregándole que estaba dispuesto a relaciones con mujeres veinteañeras.
Otra ex empleada de Cuomo, Lindsey Boyland, alega que el gobernador intentó besarla durante una reunión en su despacho en la ciudad de Nueva York en 2018.
Quizá la acusación con más consecuencias es la de una mujer identificada sólo como “exasistente ejecutiva 1” que presentó una denuncia criminal ante la policía de Albany, la capital del estado.
La denuncia de la fiscal James incluye una foto “selfie” de Cuomo y esta denunciante, tomada en diciembre de 2019 en la mansión del gobernador en Albany. La mujer dijo a los investigadores que Cuomo le manoseó el trasero cuando se tomó la fotografía. El gobernador dimitente rechaza la acusación.
El comportamiento en ocasiones privadas y sin testigos es difícil de probar: la denunciante dice “esto” y el denunciado dice “no es verdad”. Un cargo criminal puede llegar a un juicio, pero también allí, es la palabra de una persona contra la de otra.