Anne Sexton: Cuando la poesía se convirtió en espectáculo. Con un Pulitzer bajo el brazo y una banda sonora. Por Karen Punaro Majluf.

por La Nueva Mirada

La poetisa estadounidense entró al mundo de la literatura porque su psiquiatra se lo recomendó. Deprimida, angustiada, sintiéndose la peor de las madres y con un matrimonio decadente; se matriculó en un curso de la Universidad de Boston en donde entabló una profunda amistad con Sylvia Plath y descubrió que la prosa estaba en sus venas.

Anne Sexton jamás pensó que la poesía sería el pilar de su existencia. Desde siempre para ella la belleza y la moda fueron sus motores y aprovechando su enorme atractivo es que tuvo una corta carrera como modelo; corta porque sin el permiso de sus padres (Arthur Churchill Harvey y Mary Gray Staples) contrajo matrimonio con Alfred Müller Sexton – a quien llamaba Kayo- un prometedor estudiante de medicina que vio truncada su carrera tras ser llamado a engordar las filas del ejército estadounidense durante la II Guerra Mundial.

Su primer embarazo lo pasó sola, en casa de sus suegros, entregándoles a ellos el cuidado de la niña una vez que nació, pues se sentía angustiada e incapaz. Con su segunda hija las cosas no fueron diferentes, sino más bien peores, pues cayó en una profunda depresión posparto que la llevó a retomar sus sesiones con la doctora Martha Brunner, quien la había atendido en ocasiones anteriores. Antes de cumplir medio año de tratamiento, fue diagnosticada de trastorno maniacodepresivo.

Sobre este período, su hija Linda Gray publicó en 2018 la biografía de su madre Buscando Mercy Street. El reencuentro con mi madre, Anne Sexton. Un texto lleno de rencor en el cual se rompe la confidencialidad médico-paciente, pues usando las grabaciones del segundo doctor que atendió a Anne se redactó la mayor parte del libro.

“Ser madre resultó a Anne abrumador. El parto le había perecido una experiencia terrorífica y no quiso volver a hablar del tema. El engorroso trabajo de cuidar de un recién nacido la deprimía, y el bebé lloraba sin cesar, o eso parecía. La sensación de estar bajo la lupa de cuatro abuelos muy resueltos contribuía a que Anne se sintiera cada vez más inútil y desesperada; en su convivencia con los Sexton se sentía atacada por los consejos de su suegra para las tareas del día a día”.

La descompensación psicológica la llevó a internarse durante tres semanas en el centro psiquiátrico Westwood Lodge, hospital donde conoció al doctor Martin Orne quien comenzó con ella una innovadora terapia: por un lado, grababa las sesiones para que ella las escuchara horas después lejos de la consulta, y la instó a tomar un curso de literatura que cambió el rumbo de su vida.

Poesía confesional

Fue a finales de los ‘50 que surgió el Confesionalismo como una forma de narración personal que se centra en los momentos más extremos de la vida del poeta, en su psiquis y, especialmente, en el trauma; llevando a sus exponentes (Robert Lowell, Sylvia Plath, John Berryman, Allen Ginsberg, WD Snodgrass y Anne Sexton) a tratar temas tabúes, como las enfermedades mentales, la sexualidad e incluso el suicidio.

Anne se matriculó en uno de los cursos del poeta Robert Lowell coincidiendo con Silvya Plath. Inmediatamente desarrolló una fascinación por ella, con quien bebía martinis en el Ritz tras las clases, mientras hablaban de las mil y una ideas que tenían para terminar con sus vidas.

Plath se le adelantó a la hora de suicidarse, motivo que llevó a Sexton a escribir uno de sus más famosos poemas “La muerte de Sylvia”, incluido en el libro Vive o muere, premiado con el Pulitzer en 1967.

(Fragmento)

Oh, Sylvia, Sylvia,

con un cajón muerto de piedras y cucharas,

con dos chicos, dos meteoros

que deambulaban tranquilos en una diminuta sala de juegos,

con tu boca hacia la sábana,

hacia las vigas del techo, hacia la muda plegaria,

(Sylvia, Sylvia

¿a dónde fuiste

después de escribirme

desde Devonshire

acerca de cultivar papas

y criar abejas?)

¿A qué te detuviste,

cómo te metiste adentro?

Ladrona,

¿cómo te arrastraste adentro,

te arrastraste sola

dentro de la muerte que quise tanto y por tanto tiempo,

la muerte que dijimos haber superado,

la que llevábamos en nuestros pechos flacos,

de la que hablábamos tanto cada vez que

nos bajábamos tres martinis extra secos en Boston,

la muerte que hablaba de analistas y curas,

la muerte que hablaba como novias cómplices,

la muerte que nos bebimos,

los motivos y los silenciosos hechos?

José Luis Reina Palazón define a Anne Sexton como un “ciclón poético, sexual, doméstico, alcohólico, familiar, médico, químico. Sexton hija, Sexton madre, Sexton mujer”.  Cuando ya comenzaba a ser enormemente reconocida por su talento, el crítico añadió que “por un lado, es una mujer atractiva, alegre y fuerte. Por otro, una mujer convencida de que sufre ‘un dolor insoportable, lo que la convierte irremediablemente en un ser marginal. Ahí entra la enfermedad mental y su tabla de salvación: la poesía”.

Las características de su prosa son el constante uso de material autobiográfico que transforma en poesía y es tras el fallecimiento de su madre que la muerte se convierte en el tema fundamental de su obra.

Según Víctor Anguita (doctor en Lenguas de la Universidad de Córdoba) coexistían en Anne Sexton dos personalidades: aquella mujer segura que había creado un personaje público que la llevó a ser una de las poetas mejor cotizadas por el éxito de sus recitales que daba junto a una banda estudiantil que musicalizaba la lectura; “y la versión frágil y atormentada de una mujer insegura de su potencial artístico, que en el intercambio de cartas con sus coetáneos literatos demostraba la desesperación por recibir la aprobación con la que vendar su falta de autoestima”, señaló.

Comienza el fin

Anne desarrolló una obsesión por el doctor Orne. Cuando él pidió el traslado de ciudad la poetisa se sintió traicionada y abandonada, lo que la llevó a buscar un acercamiento sexual con su nuevo terapeuta, el psiquiatra Samuel Deitz.

Destapado el escándalo, las sesiones con él quedaron anuladas y Anne empezó a ser tratada por la terapeuta Constance Chase quien decidió medicarla con un nuevo antipsicótico: torazina. Como efecto secundario su creatividad quedó anulada y ya no podía escribir.

Anne Sexton encontraba en la poesía la única vía de escape a su angustia, cuando ya no pudo escribir sus intentos de suicidio volvieron a manifestarse:

“[…] no quiero vivir. Solo te escribo para contártelo, no para avisarte. A él le avisaré. A ti te lo cuento. A él NO ESTOY AMENAZÁNDOLO. A quién voy a amenazar de todos modos, a nadie. Solo me amenazo a mí. Solo me mato a mí. A nadie más. Ahora escucha, la vida es encantadora, pero NO SOY CAPAZ DE VIVIRLA. Ni siquiera puedo explicarlo. Sé lo estúpido que suena… pero si supieras cómo se SIENTE. Estar viva, sí, viva, pero ser incapaz de vivir. AY, ese es el problema, quedarse fuera”.

En 1969 recuperó las ganas de vivir tras ser nombrada profesora a tiempo parcial de la Universidad de Boston. Impartía clases de poesía y sobre su obra. Allí es donde conoció a un grupo de estudiantes y formaron una banda de música con la que salió a dar una pequeña gira. El grupo «Her Kind» instrumentaba y acompañaba a Anne Sexton, mientras recitaba sus poemas.

La bostoniana había conquistado todo el éxito literario e intelectual que se podía desear. Sin embargo, la distancia que la separaba de su marido aumentaba a diario. Reconoció en sus sesiones psiquiátricas que ella provocaba a Kayo para que la golpeara lo que a la larga la llevó a divorciarse.

Dentro de su ingenuidad creía que siendo nuevamente una mujer libre los hombres la perseguirían como en su juventud, sin embargo, con 45 años, eran muy pocos los que se encontraban disponibles, con potencial económico y sin líos familiares.

La soledad y el abandono pudieron con ella. El tratamiento que seguía para su estado emocional no consiguió aplacar sus ganas de jugar con la muerte. Sumida en una gran depresión, la mañana del viernes 4 de octubre de 1974 regresó de un recital en la Universidad Goucher de Maryland, almorzó con Maxime Kumin en Newton para corregir su próxima publicación, The Awful Rowing Toward God, canceló su cita de la tarde y regresó a casa. Se desnudó, fue por el abrigo de piel de su madre, se sirvió una copa fría de vodka y se encerró en el garaje. Entonces se sentó en su Cougar rojo, encendió el motor y la radio.

Fue así cómo Anne Sexton cumplió su sueño de dominación de la existencia y ganó la partida a las voces de su cabeza que jamás la dejaron tranquila.

Años después, a modo de luto, Linda Sexton decidió compilar y publicar -con pequeños comentarios- la correspondencia privada de su madre en Anne Sexton: a Self Portrait in Letters (1977).

La controversia se desató cuando Linda escribió Anne Sexton: a Biography (1991), ocasión en la que cedió el derecho de las cintas sobre las que se basaron las sesiones de terapia psicológica a las que acudía su madre.

Si bien para algunos se puede tratar de una traición de Linda Sexton, para los fanáticos de la ganadora del Pulitzer estas publicaciones les han permitido retroceder el tiempo y caminar el andar de la poetisa de Boston y así lograr comprender de mejor manera su obra.

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