Hay que ser argentino para entenderlo. Y aún para ellos es difícil. Sergio Massa, el ministro de economía y candidato oficialista no tan sólo pasó a la segunda vuelta, sino que se impuso como ganador en la primera, con más de un millón setecientos mil votos de ventaja por sobre Javier Milei, el candidato libertario que aparecía como el favorito en todas las encuestas. Incluso se especulaba con su eventual victoria en primera ronda.
Al parecer, el miedo superó a la bronca que se anida en muchas y muchos de los votantes del provocador y excéntrico líder libertario que durante la campaña prometiera dolarizar la economía, cerrar el banco central y la mayoría de los ministerios, liberalizar la tenencia y porte de armas, así como el comercio de órganos, entre otras ofertas programáticas. De paso, arrasó verbalmente con la imagen del Papa (argentino), y su vocero Alberto Benegas Lynch agregó al Vaticano en la no menor lista de congelamiento de relaciones diplomáticas para su eventual futuro gobierno.
El temor de que el remedio fuera peor que la ya crítica enfermedad de la economía trasandina y su cuestionada institucionalidad incidió en la decisión de miles de electores que apostaron por un diablo conocido antes que otro más peligroso por conocer. Durante la última semana de campaña Milei puso a prueba su voto duro, extremando las provocaciones y desatinos políticos, alentado por una sensación mediática del avasallamiento definitivo de las opciones electorales de sus denostados Massa y Bullrich.
La sorpresa política se concentró en el repunte electoral de Sergio Massa (36,7%) y la considerable ventaja conseguida sobre una congelada votación de Milei (30%), mientras Patricia Bullric (23,8%) no conseguía superar el límite ya manifestado en las PASO (primarias obligatorias), manteniéndose aquellas tensiones internas en sus huestes partidarias, que ninguna de los posteriores gestos de Mauricio Macri, con evidentes ambigüedades ante la irrupción de Javier Milei, logró superar.
Aunque ya no es novedad mayor, en las recientes elecciones trasandinas las encuestas volvieron a dar jugo, multiplicando los efectos mediáticos del resultado conocido la noche del pasado domingo, entre otros la desubicación de buena parte de los corresponsales extranjeros que cubrieron la contienda presidencial, incluidas las enviadas especiales de la televisión chilena.
La segunda vuelta con ventaja para Massa ¿Una misión imposible?
Con estos resultados, la segunda vuelta es una nueva elección. Una elección competitiva, en donde Sergio Massa parte con ventaja, mientras se abre la contienda por capturar los votos que respaldaron a Patricia Bullrich, cuyas derrotadas huestes ya son el objeto de deseo explícito, aunque algo grotesco, desde la misma noche del domingo por parte de Milei, que llamó a olvidar los agravios dedicados jugosamente en la reciente campaña. Allí los ojos se instalan en las promesas que habría anticipado Macri y en la frontal confrontación con el peronismo, muy en particularmente con el hoy silenciado Kirchnerismo, contra el que apunta sus dardos más furiosos el aspirante libertario.
Aquella eventual ventaja en la captura del 20% que requiere Milei se complica con la crisis interna de Juntos por el Cambio tras el derrumbe evidente de la maltratada Patricia Bullrich. Un escenario para nada indiferente a las pretensiones de Sergio Massa que la misma noche de su triunfo levantó la propuesta de un futuro gobierno de Unidad Nacional, convocatoria que desde el macrismo fue leída críticamente como un abierto llamado al voto de los radicales. Tampoco escapa de estos apresurados cálculos para la hora decisiva de la votación final del próximo 19 de noviembre, el casi 10% que sumaron las candidaturas de Juan Shiaretti (7%) y Myriam Bregman (2,7%). Abundan así las especulaciones respecto del entorno de los derrotados, como ocurre también con Horacio Rodríguez Larreta, distanciado de Bullrich quien, ciertamente continuará en franco y definitivo distanciamiento de Massa, aunque no olvide las ofensas que le dedicó ardientemente Milei en la reciente campaña.
A la distancia resulta difícil de procesar el efecto de la virtual desaparición de la escena electoral del actual presidente Alberto Fernández y de la muy cuestionada Cristina Fernández de Kirchner, que desde las sombras y contradictoriamente observan la audaz carrera de Sergio Massa a lo que para muchos continúa siendo una misión casi imposible.
Massa, un hombre más bien de centro, muy distante del kirchnerismo o de la izquierda peronista, ha prometido formar gobierno con los mejores, independientemente de sus afiliaciones partidarias. Una promesa que apunta a los radicales, a los disidentes de Bullrich, a Shiaretti, a Bregman y a quienes, en el contexto de una crisis económica agobiante, se han mantenido al margen de la contienda presidencial hasta hoy, pero puedan apostar a quien les ofrece superar la denominada “brecha” que ha dividido dramáticamente la sociedad argentina. Una apuesta más que osada e incierta, pero ¿qué otra alternativa tiene quién continúa siendo el principal ministro y eslabón de una administración con resultados tan magros?
Al contrario de Milei, que carece de experiencia política (asumido como una gran virtud y ventaja en su campaña) y a quién la mayoría de las veces lo traiciona su carácter, Sergio Massa es un político con larga experiencia y habilidad para negociar y construir acuerdos. Tal como lo demuestra su campaña de primera vuelta, en donde logró revertir el mal resultado de las primarias. Se repite, hasta el cansancio, que es capaz de vender hielo en la Antártica y arena en el desierto.
Ciertamente los resultados de su gestión a cargo del ministerio de Economía en estos meses no lo ayudan (40 % de pobreza y 138 % de inflación y la seria amenaza de una hiperinflación en el futuro próximo). Como tampoco los escándalos de corrupción que han sacudido al país en los últimos años. Pero también es cierto para los argentinos que la crisis económica viene de lejos y las responsabilidades son compartidas. Al menos con el macrismo, que suscribió el millonario crédito con el FMI, en condiciones imposibles de servir en los términos en que fue pactado.
Sin lugar a duda, la economía será uno de los principales ejes de debate en esta segunda vuelta. Javier Milei ha planteado propuestas extravagantes, por decir lo menos, para enfrentar la crisis, como la dolarización de la economía, cerrar el banco central y la mayoría de los ministerios, que importan serios riesgos y dificultades para el país.
El otro punto sensible en esta segunda vuelta es el tema de la gobernabilidad. A diferencia de Sergio Massa, que cuenta con una importante representación parlamentaria (pese a perder diez diputados), el partido de Javier Milei debuta ahora con 34 diputados y ocho senadores, y no tan sólo necesitará de los parlamentarios de juntos por el cambio (varios del radicalismo) para construir mayorías.
El desenlace de esta segunda ronda se definirá en una muy corta campaña de menos de treinta días, que se inició la misma noche de la elección, tras conocerse los resultados. El discurso de Milei fue producto de la ira y decepción por sus modestos resultados. Pese a lo cual incluyó gestos al macrismo y a la propia Patricia Bullrich, a quién denostara duramente durante la campaña por su proximidad con el movimiento Montonero, en su juventud. No son ofensas fáciles de olvidar o superar.
El discurso de Sergio Massa apostó a la serenidad propia de un estadista, llamando a la conformación de un gobierno de unidad nacional, suprapartidario. Algo que, Argentina pareciera requerir imperiosamente. Para enfrentar la angustiante crisis económica con asignaturas mayores en materia de reingeniería y reconversión del país en el corto y mediano plazo, con la superación de la “brecha” que aprisiona su conducción política. Se aproximan semanas de aguda confrontación política y electoral. Massa la tiene más que difícil y juega a su favor el sorprendente resultado de primera vuelta. Milei intenta reconvertirse para salir de una frustración inesperada, por más que se enorgullezca de su impresionante irrupción en las grandes lides en tan corto tiempo. Por ahora no le sirve y la pregunta es si la natura le dará para un salto mayor…
El impacto de la elección en Chile
En clave doméstica, la derrota de Javier Milei en la primera vuelta es una muy mala noticia para José Antonio Kast y los republicanos, que han apoyado sin reservas al candidato libertario y más optimista para los sectores democráticos, demostrando que es posible enfrentar la ola ultraconservadora y populista que recorre buena parte del planeta. Lo logró hace años Joe Biden en EE.UU. al vencer a Donald Trump. Lo repitió Inacio Lula da Silva en Brasil y ahora lo pueden conseguir los argentinos evitando la odiosa aventura de Milei.
Argentina no puede estar aprisionada entre el miedo y la bronca. O profundizar la brecha que ha dividido al país. Puede aspirar al difícil reencuentro en torno a un proyecto, que pueda acoger las demandas de una amplia mayoría ciudadana que anhela vivir y progresar en paz, con seguridad y mayor justicia social. Sin corrupción. Un gobierno de unidad nacional, como el que ha propuesto Massa, no parece nada fácil. Con todo, puede ser la mejor opción.
La segunda vuelta del 19 de noviembre resolverá una disyuntiva que trasciende las fronteras argentinas.