«No es un sacerdote cualquiera, porque iba a pasar a la historia como un santo» y quedó como un «brutal delincuente sexual». (vocero de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, Helmut Kramer, refiriéndose a Renato Poblete)
Durante las últimas semanas, marcadas por la incertidumbre de una pandemia que lejos de amainar recrudece pese a una vacunación catalogada de tremendamente exitosa, he seguido leyendo y recabando mucha información sobre el comportamiento de los papas de Roma y otras materias relacionadas con la historia de la vida sexual en la Iglesia Católica. Así, he podido llegar a la conclusión que establece su fecha de fundación en el nacimiento de Cristo, arbitrariamente ubicado 2021 años atrás. Sostiene, además, que es una institución que ha sobrevivido más de dos mil años, pese a sus cismas, errores y horrores (uno de los mayores, pero no el único: la Inquisición). Todo esto, pese a que Cristo no habló nunca de un rito litúrgico, un territorio como Roma, una época, una doctrina o la persona que la ha organizaría o dirigiría doctrinalmente, salvo en la ocasión en que habría indicado a Pedro que su nombre significaba piedra y que sobre ella construiría su Iglesia. Frase que tampoco tenemos posibilidad alguna de confirmar.

Pero esta institución que durante siglos ha sorteado con éxito asesinatos, conjuras, excesos sexuales y perversiones de distinta laya, ha postulado, durante toda su existencia, que la sexualidad, en particular el deseo sexual, es perverso, obedece a impulsos turbios, peligrosos, degradantes y, por tanto, promueve su represión, idealmente la abstinencia. La Iglesia católica no tiene referentes constructivos sobre el ámbito sexual desde cualquier punto que se le mire: belleza, placer, salud, o cualquier otro. Pareciera que para la Iglesia Católica el deseo sexual y cualquier forma de satisfacerlo, es pecaminoso y deshumanizante. Todo deseo sexual con fines placenteros y lujuriosos es así descalificado y aunque lo considera aceptable y honorable dentro del matrimonio y con fines exclusivamente reproductivos, descarta que sea un vínculo físico o biológico y lo restringe a un signo de comunidad espiritual entre los cónyuges.
A lo largo de los siglos la Iglesia Católica prohibió las relaciones sexuales «anormales» en el matrimonio, tales como mantenerlas durante el periodo menstrual de la mujer, utilizar métodos anticonceptivos, el sexo oral, la utilización de posturas antinaturales en el coito, la penetración anal o la masturbación mutua llegando a tanto la obsesión por controlar la vida sexual de las parejas casadas que impuso un reglamento que impedía que los esposos lo practicaran en fechas como Navidad, Cuaresma, Pentecostés, las fiestas dedicadas a la Virgen y los sábados y domingos. Para qué decir y ahondar en que fuera del matrimonio, el sexo estaba y está prohibido y condena explícitamente el incesto, la masturbación, el bestialismo, la homosexualidad, el uso de afrodisíacos y el adulterio. Sin embargo, nada de esto ha impedido que los hombres (porque durante toda su historia la Iglesia Católica ha estado gobernada por hombres), no olvidaran su pasión sexual, pese al mandato de celibato. Hay muchos Papas que fueron homosexuales, hijos de sacerdotes que llegaron a Papas e incluso hijos de Papas que también llegaron a la máxima institución de la iglesia. Así encontramos en la larga lista de Papas a fetichistas, proxenetas, pederastas, masoquistas y sádicos.

Quizás es esta particular forma de apreciar el sexo lo que ha llevado a que los hombres de la Iglesia, liderados por los papas del pasado, especialmente escandalosos hasta mediado el siglo XVII, continúen hasta hoy en prácticas secretas y retorcidas de una sexualidad reprimida que no dejan de sorprendernos periódicamente con la revelación de perversiones como las que descubrimos sobre el Padre Poblete, casi un santo para nuestro país, a punto de iniciar un proceso de canonización y que nos espantó con la profundidad de su doble estándar sexual. Para qué hablar de la reciente revelación de los mismos jesuitas sobre los abusadores sexuales de la orden. que ha sido develada oficialmente en estos últimos días ni de las recurrentes denuncias sobre abuso sexual y pederastia entre el clero y la jerarquía de nuestro país (Karadima, el obispo Cox y otros).

Pablo III quien pospuso su ordenación como Papa para poder mantener su estilo de vida promiscuo. Tuvo cuatro hijos ilegítimos con su amante y se le llamó el «Cardenal Enaguas»
Haciendo un breve resumen histórico, se puede afirmar que San Pedro estuvo casado, San Hormisdas también, enviudó y luego fue sacerdote y padre del Papa Silverio; Adriano III fue casado antes de ser Papa y tuvo una hija; León V, Anastasio III, Landon, León VI y Esteban VII, mantuvieron en forma permanente relaciones con mujeres; Sergio III fue el padre del Papa Juan XII y amante de Marozia Spoleto; Juan X mantuvo una relación de por vida con Teodora y fue el padre de Marozia; de Juan XII se dice que convirtió la Archibasílica de San Juan de Letrán en un burdel y fue acusado de adulterio, fornicación e incesto; Clemente IV estuvo casado antes de ser sacerdote y tuvo dos hijas; Juan XXIII (el cuarto de los antipapa) admitió haber incurrido en incesto, adulterio, fornicación y otros (“doscientas mujeres, matronas y viudas, incluyendo unas pocas monjas, cayeron víctimas de su brutal lujuria”); a Pío II e Inocencio VIII se le conocieron varios hijos ilegítimos; de Alejandro VI, el papa Borgia, ya sabemos que mantuvo relación con Vanossa Cattanei y luego con Julia Farnese y tuvo varios hijos; Julio II tuvo tres hijas ilegítimas y Clemente VII fue padre de un hijo, al menos. Es larga la lista de papas (no intento siquiera abordar la de cardenales, obispos y sacerdotes que han desarrollado los mismos hábitos porque el artículo sería de nunca acabar) pero quiero terminar esta enumeración con Pablo III quien pospuso su ordenación como Papa para poder mantener su estilo de vida promiscuo. Tuvo cuatro hijos ilegítimos con su amante y se le llamó el «Cardenal Enaguas» ya que su hermana Giulia había sido la amante de Alejandro VI y por supuesto tuvo, al menos un hijo ilegítimo al que llenó de honores, sin olvidar a Gregorio XIII que también tuvo un hijo ilegítimo, pero con la salvedad que fue antes de ser ordenado papa y a Inocencio X que no solo fue amante de su cuñada Olimpia Maidalchini, sino que su pontificado fue todo un escándalo en muchos sentidos.

La iglesia siempre ha culpado a las mujeres de sus males, para así no tener que hacer la menor autocritica de sus planteamientos. Podemos apreciar cómo a lo largo de la historia, la corrupción y la moralidad han estado presentes. Las orgías y fiestas con prostitutas han sido elemento frecuente dentro del Vaticano. Esta es la parte que siempre han intentado ocultar, pero también otros horrores derivados de su retorcida mirada al sexo como fueron, por nombrar alguno, los asilos o lavanderías de las Magdalenas en Irlanda que funcionaron impunemente hasta fines del siglo XX.
“El primer asilo que existió de las Magdalenas –como se conocería mejor a esta institución– abrió sus puertas en Dublín durante 1765”.
En esta especie de reformatorios auspiciados por la Iglesia Católica, jóvenes y adultas irlandesas fueron obligadas a trabajar con el pretexto de ayudarlas en sus problemas pecaminosos. ¿Cuáles fueron dichos problemas? Por supuesto, embarazos fuera del matrimonio, rebeldías, pretensiones de trabajar en un empleo masculino, ninfomanía y otras acusaciones similares. Aunque se iniciaron como asilos y centros de atención para prostitutas, muy pronto se aceptó que cualquier muchacha “caída”, sin importar condición social o religión, podía ser internada siempre y cuando sus padres pagaran su ingreso o las autoridades del Estado así lo consideraran.
“Todas las internas eran obligadas a trabajar en esa red de lavanderías sin canonjías de absolutamente nada y con el peligro de ser abusadas sexualmente a cada momento.

Una vez dentro del reformatorio, el cual era dirigido por monjas encomendadas a la figura de María Magdalena, aquella gran pecadora del Nuevo Testamento, todas las internas eran obligadas a trabajar en esa red de lavanderías sin derecho alguno y con el peligro de ser abusadas sexualmente a cada momento. En este sistema de lavanderías en el que las chicas y grandes eran obligadas a trabajar sin recibir un salario, aunque los servicios eran, por supuesto, cobrados y los clientes más destacados y rentables para la institución fueron el ejército, las oficinas de gobierno, grandes hoteles y la compañía cervecera Guiness.
“Si enfermaban no eran tratadas, si eran golpeadas nadie las defendía, si eran deseadas podían ser tocadas por cualquiera (incluso por las mismas hermanas)”.
Solo cuando una de estas lavanderías en el año 1993 decidió vender parte de su convento a una inmobiliaria, se encontraron 155 tumbas de internas que habían sido enterradas allí sin aviso. Este hallazgo desató el escándalo y el Asilo de las Magdalenas fue puesto bajo investigación; con el desmantelamiento de sus administraciones y entrevistas a mujeres que laboraban en las lavanderías, se pudo calcular que alrededor de 30 mil fueron detenidas entre sus filas y muchas de ellas fueron llevadas a la locura por el maltrato que recibían o nunca se pudieron contactar con nadie del exterior, muriendo allí mismo.
La última lavandería de las Magdalenas funcionó hasta 1996 e Irlanda lo recuerda hoy como uno de sus más grandes desatinos políticos en compañía de la Iglesia Católica.
1 comment
Muy interesante y bien escrito artículo sobre abusos sexuales de oarte de miembros de la Iglesia Católica. Felicito a la autora.