Audiencias para la historia. Por Jorge A. Bañales

por La Nueva Mirada

Un comité bipartidista de la Cámara de Representantes continúa exponiendo, de manera sistemática, la conspiración encabezada por el expresidente Donald Trump para mantenerse en el poder, y su responsabilidad en la insurrección que asaltó el Congreso para anular el resultado electoral.

Atención pública

Unos 20 millones de personas sintonizaron el 8 de junio la transmisión televisada de la primera audiencia del Comité Selecto de la Cámara de Representantes que investiga la asonada del 6 de enero de 2021 en Washington. FOX News, en cambio, relegó la transmisión a su canal de negocios hasta que, hacia la tercera audiencia empezó a darle un poco más de espacio.

Los legisladores programaron esa sesión entre las 20:00 y las 22:00 horas, el período de mayor audiencia y las cadenas ABC, CBS, NBC, CNN y MSNBC dejaron a un lado su programación habitual para cubrir la audiencia.

Aunque las cifras de la medidora de audiencias Nielsen muestran que la de esa noche estuvo lejos de los debates presidenciales, con cifras que van de 63 millones a 73 millones, el espectáculo legislativo atrajo un público comparable a la final del fútbol americano.

Estados Unidos ya ha tenido otras investigaciones legislativas con audiencias televisadas, como la del caso Watergate que en 1974 llevó a la renuncia del entonces presidente Richard Nixon, o la que exploró el caso Irán-Contras a mediado de la década de 1980.

Pero algo que debilita la estatura política del Comité del 6 de Enero es su composición. A diferencia de pesquisas anteriores, conducidas por comités plenamente bipartidistas, en esta ocasión sólo dos republicanos, que además son adversarios de Trump, participan en la labor. Para muchos estadounidenses, eso ya demuestra la parcialidad de los investigadores y quita interés al show.

Trump, quien considera las audiencias televisivas como un indicador crucial de la realidad, ha dicho que las audiencias “son una producción teatral de ficción política partidista que está teniendo esos ‘ratings’ terribles, terribles ‘ratings”, y eso los vuelve locos. Están enloquecidos”.

Buena producción

El comité ha trabajado con parsimonia y el millar de entrevistas y los casi cuatro millones de dólares ya gastados están resultando en una narración por episodios –como una producción de Netflix- en la cual los testimonios y los videos están integrados en un relato que comenzó con la asonada y ha ido remontándose en el tiempo hasta el día mismo de la elección, el 3 de noviembre de 2020, cuando Trump y sus aliados pusieron en marcha la Gran Mentira.

En lo que hace a los testimonios, los investigadores están sacando a luz pública las declaraciones de excolaboradores directos de Trump, ex funcionarios de su gobierno como el entonces secretario de Justicia, Bill Barr, y aún de familiares del expresidente como su hija Ivanka. Los testimonios muestran que una y otra vez asesores políticos, gobernadores y legisladores republicanos de estados y funcionarios electorales le dijeron a Trump, de manera clara y terminante, que había perdido la elección.

Los testimonios también muestran cómo Trump y sus, a esta altura, cómplices, presionaron a las autoridades electorales en algunos estados para que desecharan los resultados de la votación, y designaran “delegados alternos” al Colegio Electoral donde se decide la elección presidencial en Estados Unidos.

En el terreno de audiovisuales, la producción “6 de Enero” compaginó escenas simultáneas que muestran el trasfondo de lo que ocurría en las calles cuando cientos de sediciosos, instigados por Trump, marcharon al Capitolio e iniciaron el asalto al edificio donde el Congreso debía sesionar para la certificación formal del resultado de las elecciones.

En comunicación telefónica Trump presionó al entonces vicepresidente Mike Pence para que no certificara el resultado electoral y cuando Pence se negó a hacerlo, Trump lo denunció como traidor. El mensaje Twitter enfogonó a la muchedumbre que, al grito “Pence, a la horca” irrumpió en el Congreso forzando la suspensión de la sesión ceremonial.

Con videograrías, el comité mostró cuán cerca estuvieron los insurrectos de alcanzar a Pence quien, custodiado por la Policía del Congreso bajó corriendo a un escondite en las entrañas del Capitolio.

Los testimonios más impactantes en estas audiencias no son las peroratas de los demócratas –que actúan para la cámara y la audiencia en sus respectivos distritos electorales – sino los que provienen de las entrevistas con republicanos que resistieron las presiones de Trump y defendieron el proceso electoral.

Está la promesa de los comisionados de que, a su debido tiempo, mostrarán qué estaba haciendo Trump en la Casa Blanca mientras sus seguidores apaleaban a policías, rompían ventanas e invadían el ámbito legislativo.

Una cuestión que se acerca gradualmente al centro de la atención es si lo documentado por los investigadores del Congreso alcanza la consistencia de pruebas de crímenes que lleven al encausamiento de Trump y/o algunos de sus adláteres.

El yuyo de la violencia

En el comienzo del verano (hemisferio norte), los estadounidenses están más preocupados por la inflación, la gasolina a razón de 1,32 dólares el litro, las balaceras, la tenencia de armas de fuego, y la inminencia de un fallo del Tribunal Supremo de Justicia que podría ilegalizar el aborto que por estas audiencias que escudriñan lo ocurrido a comienzos de 2021.

Lo ya puesto en evidencia incluye la coordinación entre Trump, personal de la Casa Blanca, asesores legales y trumpistas en diferentes estados en una campaña de intimidación –que ha incluido amenazas de muerte- para torcer los resultados electorales.

Lo ocurrido el 6 de enero de 2021 no fue el estallido espontáneo de la ira de un segmento de los votantes –o como lo ponen los trumpistas, un ejercicio de la libertad de expresión amparada por la Primera Enmienda de la Constitución – sino un uso planificado de la fuerza con un propósito sin precedentes en la historia de Estados Unidos: la continuidad en el poder de un presidente que perdió la elección.

Trump no es quien inspira a más de 30 millones de votantes estadounidenses sino, más bien, quien expresa el sentimiento de asedio, decadencia moral y desconfianza del sistema político que comparte una buena porción de la población.

Las audiencias del Comité del 6 de Enero han documentado y siguen documentando cómo la ambición de un aspirante, mediocre, a dictador engranó con el descontento social y ha nutrido un discurso público en el cual los insultos, la tergiversación y la bronca son cada vez más comunes y aceptados.

Pero, más acá de ese vistazo al pasado cercano, está el hecho de que la violencia en el debate y la amenaza de violencia a cualquier nivel siguen propagándose en un país cada vez más fracturado y donde un segmento de la población se siente acorralado por cambios socioeconómicos y demográficos que superan la capacidad de los ciudadanos.

Si, como abiertamente lo declaran algunos trumpistas, este país se encamina a una guerra civil, las audiencias del Comité del 6 de Enero serán vistas por los historiadores del futuro como el teatro donde se dio fuerte y clara la voz de alarma.    

Curiosamente, hasta ahora, las audiencias no han enfocado un asunto peculiar del asalto trumpista al sistema político: ¿Qué esperaban Trump y sus aliados que ocurriría si Pence anulaba el resultado electoral?

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