Bolivia en la hora de las urnas. Por Juan Carlos Salazar del Barrio (La Paz, Bolivia)

por La Nueva Mirada

Con su conocida ironía y espíritu anarquista, Jorge Luis Borges dijo alguna vez que “la democracia es un abuso de la estadística”, la del recuento de votos después de cada ciclo de gobierno, pero no habiendo un sistema mejor ni otra manera de medir la voluntad popular, la democracia y las elecciones son hoy por hoy las mejores fórmulas para normar la convivencia y dirimir las divergencias, dicho esto con el perdón del autor de Historia universal de la infamia.

Los bolivianos acudirán a las urnas el domingo 18 de octubre tras un año de sobresaltos, durante el cual vivieron un intento de fraude, la fuga del hombre que quiso convertir el gobierno vitalicio en un “derecho humano” y el azote de una pandemia que ha obligado a la humanidad a repensar valores y paradigmas. No será pues un “recuento estadístico” cualquiera, sino un acto soberano que marcará un antes y un después en la historia contemporánea de Bolivia.

Los bolivianos acudirán a las urnas el domingo 18 de octubre tras un año de sobresaltos, durante el cual vivieron un intento de fraude, la fuga del hombre que quiso convertir el gobierno vitalicio en un “derecho humano” y el azote de una pandemia que ha obligado a la humanidad a repensar valores y paradigmas.

La votación tendrá como marco una triple crisis: la política, resultante de la renuncia y posterior fuga de presidente Evo Morales en noviembre del año pasado; la sanitaria, producto de la pandemia del coronavirus, y la económica, ocasionada a su vez por la propagación del virus.

Las autoridades electorales se vieron obligadas a postergar los comicios –inicialmente previstos para el 3 de mayo pasado- en tres ocasiones por temor al incremento de los contagios. Aunque la curva ha cedido en las últimas semanas, Bolivia ocupa el tercer lugar entre los países con mayor número de muertos por millón de habitantes.

Aunque la curva ha cedido en las últimas semanas, Bolivia ocupa el tercer lugar entre los países con mayor número de muertos por millón de habitantes.

No es la primera vez que Bolivia vive momentos difíciles en la construcción de su democracia. Bastaría recordar la tragicomedia de octubre de 1970, cuando vio desfilar seis presidentes militares por el Palacio de Gobierno en menos de 48 horas, o la saga de asonadas sangrientas y elecciones anuladas o desconocidas durante el bienio siniestro de 1978/1980.

Si algo han enseñado las dictaduras militares a los bolivianos es a valorar la democracia con todas sus imperfecciones, a salvaguardar las libertades civiles y políticas y a defender principios elementales como el de tolerancia y la convivencia entre diferentes. Esas convicciones, arraigadas en el sentir ciudadano a golpe de infortunios, permitieron el retorno a la democracia, en un 10 de octubre de hace 38 años, y el freno al autoritarismo populista en octubre del año pasado.

Un nuevo octubre, el de 2020, les dará la oportunidad de marcar otro hito en la senda de la consolidación democrática. Las encuestas perfilan una segunda vuelta entre la fórmula que busca el restablecimiento del modelo autoritario y la que propone la apertura de un nuevo escenario que abra paso a la renovación política y a la instauración de una democracia moderna.

Un nuevo octubre, el de 2020, les dará la oportunidad de marcar otro hito en la senda de la consolidación democrática.

Los bolivianos tienen muchas razones para negarle el voto a Luis Arce, vicario del presidente huido. El autoritarismo de que hizo gala el régimen durante sus 14 años de gestión, la corrupción generalizada, el dispendio que privó al país de infraestructuras necesarias -como la sanitaria- y la conducta amoral que ha caracterizado a su líder, Evo Morales, son buenas razones para marcar el final de un ciclo y el inicio de otro.

Sin embargo, la mala gestión del gobierno transitorio, sobre todo en la campaña sanitaria contra la pandemia, y el estallido de la crisis económica, no sólo han obligado a Jeanine Añez a retirar su candidatura presidencial, sino que le han permitido al partido de Evo Morales recuperar el terreno perdido tras la debacle de noviembre, con una campaña que promete el retorno de los tiempos de la bonanza económica que vivió Bolivia gracias al boom de los precios de las materias primas.

no sólo han obligado a Jeanine Añez a retirar su candidatura presidencial, sino que le han permitido al partido de Evo Morales recuperar el terreno perdido tras la debacle de noviembre

Las encuestas perfilan una segunda vuelta, sí, pero no la garantizan. Coinciden en que más de un 60% del electorado prefiere la renovación, pero la dispersión favorece al candidato de la restauración autoritaria, favorito en los sondeos, quien precisa del 40% de los votos válidos y una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el segundo, el expresidente Carlos Mesa, para obtener el triunfo en primera vuelta.

Luis Fernando Camacho, un político de ultraderecha con fuerte ascendiente en el departamento oriental de Santa Cruz y uno los líderes de la revuelta de noviembre pasado contra Morales, es el tercero en discordia. No tiene ninguna posibilidad de victoria, pero su presencia le resta votos a Mesa y le permite a Arce aumentar la brecha que lo separa del segundo. Por eso mismo las encuestas no descartan la paradoja de que el partido de Evo Morales recupere el poder con la ayuda de quien contribuyó hace un año a su caída.    

Por eso mismo las encuestas no descartan la paradoja de que el partido de Evo Morales recupere el poder con la ayuda de quien contribuyó hace un año a su caída.    

Winston Churchill dijo alguna vez que “tras un recuento electoral, sólo importa quién es el ganador; todos los demás son perdedores”, pero si nos atenemos a los sondeos, Bolivia tendrá el próximo domingo dos ganadores, con la peculiaridad de que el segundo se proyectará al balotaje de noviembre con mayores posibilidad de triunfo que el primero.

Parafraseando a José Martí cuando habló de la “hora de los hornos” como parteaguas de un momento histórico, bien podríamos decir que Bolivia se encuentra en la “hora de la urnas”, la hora de las grandes decisiones, un punto de inflexión después del cual “no se ha de ver más que la luz”. Que así sea.

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