Bolivia. Evismo y Antievismo: enemigos absolutos. Por Sergio Molina Monasterios

por La Nueva Mirada

Bolivia se encamina a una elección donde se medirán las fortalezas y debilidades de su democracia y su estabilidad política, social y económica. Se trata de unos comicios que pueden desembocar —en el peor de los casos— en otro ciclo de ingobernabilidad y violencia tan tradicionales durante el siglo XX en el país vecino; y, en el mejor de ellos, a un gobierno débil que termina su mandato enfrentando exhausto los coletazos económicos y sanitarios de la pandemia.

Si hay algo que caracteriza la última etapa de la campaña es que refleja con pelos y señales la polarización extrema en la que encuentra el país desde hace más de un año. Por un lado, los candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS) y, por otro, una variopinta muestra de la fragmentación política boliviana, que coincide en una sola cosa: el deseo de desterrar definitivamente del país todo lo que esté relacionado con Evo Morales y su partido.

Por un lado, los candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS) y, por otro, una variopinta muestra de la fragmentación política boliviana, que coincide en una sola cosa: el deseo de desterrar definitivamente del país todo lo que esté relacionado con Evo Morales y su partido.

Esa polarización se siente en las calles, en las conversaciones cotidianas y familiares, y tiene expresiones socioeconómicas, raciales y regionales (como casi siempre en Bolivia): pobres y clases medias depauperadas frente a sectores altos urbanas menos afectados por la crisis; mestizos y blancos contra indios; oriente amazónico frente occidente altiplánico. Todos clivajes imprescindibles para comprender Bolivia.

Estas oposiciones binarias siempre existieron y si bien durante los 14 años de Morales se lograron disimular, ahora cobran otra dimensión porque no existen vasos comunicantes entre ellas, ni hay ningún sector político que quiera entender que la política, además de muchas cosas, también se compone de acuerdos y transacciones.

Se trata de una confusión muy similar a la de connotados analistas respecto a las relaciones bilaterales entre Chile y Bolivia y que hace recordar el concepto de “enemigo absoluto” de Carl Schmitt: un adversario agonal e imaginario que solo puede proporcionar la ideología.

Los candidatos mejor posicionados

La mayoría de las encuestas realizadas en los últimos días afirman que ningún candidato tendrá mayoría suficiente en la primera vuelta del 18 de octubre y que habrá una segunda vuelta electoral entre los dos más votados el próximo 29 de noviembre.

Quien más cerca está de ganar es el representante del MAS y exministro de Evo Morales, Luis Arce Catacora. Sin embargo, su triunfo en primera vuelta no le permitiría llegar al 40% (con 10 puntos de diferencia con el segundo candidato), cifras necesarias para ganar según el sistema electoral boliviano. Arce tiene en su haber ser artífice del crecimiento, redistribución y de la estabilidad macroeconómica que caracterizó a Bolivia en los últimos años (con el imprescindible auxilio de la bonanza que se vivió en ese mismo periodo), y también el estar acompañado por David Choquehuanca, excanciller, con fuerte ascendencia sobre los movimientos campesinos e indígenas bolivianos.

David Choquehuanca, excanciller, con fuerte ascendencia sobre los movimientos campesinos e indígenas bolivianos.

En segundo lugar, se encuentra Carlos Mesa, el expresidente y candidato de Comunidad Ciudadana; Mesa es un sofisticado intelectual que no apasiona ni provoca movimientos de masas, pero da ciertas certezas de moderación a los sectores menos politizados y centristas de las clases medias. Podría atraer en segunda vuelta el voto antimasista que es mayoritario pero que hasta ahora ha sido incapaz de unir bajo su figura. La división de la oposición al MAS deja huérfano a un porcentaje muy importante de bolivianos que no quiere volver a los 14 años de Morales, pero tampoco quiere retroceder al neoliberalismo de 20 años atrás.

Podría atraer en segunda vuelta el voto antimasista que es mayoritario pero que hasta ahora ha sido incapaz de unir bajo su figura.

El tercer lugar de las encuestas arropa a Luis Fernando Camacho, un exdirigente de la ultraderechista Unión Juvenil Cruceñista, que se hizo famoso en las semanas de movilización que terminaron con el gobierno de Morales un año atrás. Camacho es fiel a los sectores más conservadores y racistas de la elite cruceña y dice ser el genuino representante del antimasismo: “si gana Arce, Evo vuelve en 48 horas; si gana Mesa, Evo vuelve en 72 horas”, afirmó recientemente para solaz de su electorado más conservador afincado sobre todo en el oriente boliviano.

dice ser el genuino representante del antimasismo: “si gana Arce, Evo vuelve en 48 horas; si gana Mesa, Evo vuelve en 72 horas”

Es un discurso falso pero muy exitoso, que le ha permitido posicionarse en el lugar de Jeanine Añez, que, si bien comenzó su candidatura con ciertas esperanzas y logró la compañía de experimentados políticos como el eterno candidato y empresario, Samuel Doria Medina o el alcalde de La Paz, Luis Revilla, en las últimas semanas comenzó a caer en picada en las encuestas, cercada por las denuncias de corrupción contra sus colaboradores y su inexperiencia política. La actual Presidenta interina, ante la alternativa de la inanidad electoral total, prefirió renunciar para no dilapidar el escasísimo capital político que le quedaba. El año en que Añez fue Presidenta se convirtió en una eternidad política por su incapacidad para entender la diferencia entre un gobierno de transición y uno definitivo: era lo primero, pero decidió actuar como lo segundo.

Es un discurso falso pero muy exitoso, que le ha permitido posicionarse en el lugar de Jeanine Añez

La actual Presidenta interina, ante la alternativa de la inanidad electoral total, prefirió renunciar para no dilapidar el escasísimo capital político que le quedaba.

Ahora bien, los votos de Añez no parecerían trasvasijarse directamente a Mesa, sino que se dividirían entre él y Camacho, por lo que el escenario electoral no parece haber variado significativamente con su renuncia.

Finalmente, el resto de los candidatos muestra una gran variedad folklórica y en lo único en lo que coinciden es en su antimasismo furibundo, de forma que sus escasos seguidores votarán en segunda vuelta por cualquier candidato que no tenga relación alguna con Morales.

En resumen, Arce necesita ganar en primera vuelta para ser Presidente; Mesa aspira a ser segundo y ganar en el balotaje; y Camacho quiere dar el zarpazo y desplazar a Mesa del segundo lugar para ser el beneficiario del voto antimasista.

En resumen, Arce necesita ganar en primera vuelta para ser Presidente; Mesa aspira a ser segundo y ganar en el balotaje; y Camacho quiere dar el zarpazo y desplazar a Mesa del segundo lugar para ser el beneficiario del voto antimasista.

¿Y el futuro?

Sin embargo, los cálculos electorales de todo tipo que ocurren en Bolivia no dejan a ninguno de los candidatos con tiempo suficiente para preocuparse del día y los meses posteriores a los comicios, ni del probable escenario que se avecina: un Congreso dominado por el MAS, con un presidente de otro signo político y una sociedad depauperada y profundamente polarizada. Por el contrario, tirios y troyanos van dinamitando los pocos puentes que aún los comunican con sus contrincantes, olvidándose que tendrán que volver a construir otros iguales y más sólidos en el futuro (si Bolivia quiere tener gobernabilidad y sus líderes algún margen de iniciativa política).

Paradójicamente, los que parecen más urgidos con la situación —porque ven que a pesar de ganar podrían quedarse sin nada—, son los candidatos del MAS

Paradójicamente, los que parecen más urgidos con la situación —porque ven que a pesar de ganar podrían quedarse sin nada—, son los candidatos del MAS que intentan torcer el rumbo descartando públicamente, por ejemplo, que los funcionarios masistas más prominentes de los últimos 14 años vuelvan al poder, o dando a entender que Morales aún debe dar explicaciones sobre su supuesta relación sentimental con una menor de edad, o que no concluirán por secretaría con los diversos procesos judiciales que tiene en su contra.

Para Arce y Choquehuanca, el MAS es su principal capital político, pero la figura del caudillo y sus desafortunadas apariciones en la prensa solo perjudican sus chances.

Para Arce y Choquehuanca, el MAS es su principal capital político, pero la figura del caudillo y sus desafortunadas apariciones en la prensa solo perjudican sus chances. En efecto, perdieron votos luego de las movilizaciones fracasadas del mes pasado impulsadas por Morales desde Argentina; perdieron votos cuando se descubrieron los trapos sucios de su vida privada, y perdieron votos cuando Evo declaró que su intención es volver a Bolivia al día siguiente de las elecciones. Todo ello les hace un flaco favor a sus candidatos, convirtiéndose cada vez más en un jarrón chino que nadie sabe muy bien dónde poner o qué hacer con él.

Hoy Evo Morales es un jarrón chino y un liderazgo tan polarizador que difícilmente volverá al poder, pero hará pagar caro (y en las calles) la osadía de aquellos que lo desafían, sean de su partido o de la jibarizada oposición a su figura.

Hoy Evo Morales es un jarrón chino y un liderazgo tan polarizador que difícilmente volverá al poder, pero hará pagar caro (y en las calles) la osadía de aquellos que lo desafían, sean de su partido o de la jibarizada oposición a su figura.


Por Sergio Molina Monasterios
Periodista, Doctor en Estudios Internacionales de la USACH.

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