Evo Morales enfrenta una ola de protestas ciudadanas por su decisión de postularse por cuarta vez a la presidencia, pese a que la propia Constitución sancionada durante su primer mandato, prohíbe más de una reelección consecutiva. Es preciso recordar que el actual mandatario, contraviniendo el texto constitucional, se postuló y ganó un tercer mandato consecutivo, alegando que los períodos se contaban desde la aprobación de la nueva Constitución y que no correspondía sumar el período anterior.
Esta vez Morales recurrió el expediente de convocar a un referéndum para modificar el texto constitucional y permitirle una nueva reelección. Lo perdió con un 51,3 % de rechazo. Pese a ello, recurrió al Tribunal Supremo de la Nación, controlado por su gobierno, para que le repusiera el derecho a postularse nuevamente. Los magistrados interpretaron que los artículos 156, 285 y 288 de la Carta Magna boliviana( que prohíben una segunda reelección consecutiva), no podían estar por encima del artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que reconoce el derecho a la participación política, por ser esta última “una norma más favorable a los derechos políticos”. Dichas maniobras lo instalaron nuevamente como candidato.
La amplia y variopinta oposición a Evo Morales, calificó aquella maniobra presidencial como un verdadero quiebre del sistema democrático en el país, convocando a masivas jornadas de protesta y un paro nacional programado para el próximo 19 de febrero (aniversario del referéndum del año 2016), intentando revertir la decisión del Tribunal Supremo e impedir su nueva postulación.
Versiones no confirmadas sostienen que, al menos cuatro de los integrantes del Tribunal Supremo que participaron en la redacción del fallo, habrían sido designados como embajadores en retribución a los servicios prestados.
La ruptura del orden democrático
La amplia y variopinta oposición a Evo Morales, calificó aquella maniobra presidencial como un verdadero quiebre del sistema democrático en el país, convocando a masivas jornadas de protesta y un paro nacional programado para el próximo 19 de febrero (aniversario del referéndum del año 2016), intentando revertir la decisión del Tribunal Supremo e impedir su nueva postulación.
Por su parte, 20 ex mandatarios europeos y latinoamericanos (entre los que no se cuenta a ningún chileno), demandaron a los gobiernos miembros de la OEA y Unión Europea a mantenerse vigilantes y disponer de todas las medidas preventivas necesarias ante lo que consideran “la ruptura del orden constitucional y democrático de Bolivia”.
“Tenemos claras diferencias de carácter ideológico y programático, pero ellos no deciden aquí”, retrucó el porfiado mandatario boliviano. “Aquí los bolivianos van a decidir quién es su Presidente y no los ex presidentes que suscribieron esa declaración”, afirmó Morales, desacreditando las movilizaciones opositoras, calificándolas como manifestaciones de racismo y discriminación.
“Tenemos claras diferencias de carácter ideológico y programático, pero ellos no deciden aquí”, retrucó el porfiado mandatario boliviano. “Aquí los bolivianos van a decidir quién es su Presidente y no los ex presidentes que suscribieron esa declaración”, afirmó Morales, desacreditando las movilizaciones opositoras, calificándolas como manifestaciones de racismo y discriminación.
Una reelección incierta
Pese a todo, Evo Morales no tiene el camino despejado hacia un cuarto mandato. Debe enfrentar a otros siete candidatos que se han inscrito para las primarias del próximo mes de abril. Las encuestas muestran un empate entre el actual mandatario y el ex presidente Carlos Mesa. Ello podría anticipar que Morales podría ser derrotado en una segunda vuelta, si Mesa logra unir al amplio arco opositor tras su postulación.
A favor de la porfía de Morales juega el largo e inédito proceso de estabilidad política y desarrollo económico logrado tras tres mandatos sucesivos, que han cambiado la cara del país, con la emergencia de una nueva clase media emergente y una economía que recién ahora, tras el fin de los altos precios de las materias primas, muestra sus primeros signos de fatiga.
Es oportuno recordar que Evo Morales y su gobierno sufrieron un duro traspié jurídico y diplomático en el Tribunal Internacional de La Haya, al que recurrió para que reconociera la obligación de Chile de negociar de buena fe una salida soberana al mar para su país.
Y su derrota en el referéndum del pasado 19 de febrero de 2016, en donde la mayoría de los ciudadanos se pronunció en contra de una nueva postulación del mandatario, no es un dato menor. De una u otra manera ese resultado adverso le perseguirá a lo largo de la próxima campaña presidencial, restando legitimidad a sus aspiraciones.
A favor de la porfía de Morales juega el largo e inédito proceso de estabilidad política y desarrollo económico logrado tras tres mandatos sucesivos, que han cambiado la cara del país, con la emergencia de una nueva clase media emergente y una economía que recién ahora, tras el fin de los altos precios de las materias primas, muestra sus primeros signos de fatiga.
El férreo control sobre el aparato del Estado, acompañado de su poderoso Movimiento al Socialismo (MAS), le otorga una buena opción para alcanzar su cuarta reelección pero debe apostar a imponerse en primera ronda, ante el riesgo que la oposición pudiera unirse tras Carlos Mesa en una segunda vuelta y derrotarlo.
El férreo control sobre el aparato del Estado, acompañado de su poderoso Movimiento al Socialismo (MAS), le otorga una buena opción para alcanzar su cuarta reelección pero debe apostar a imponerse en primera ronda, ante el riesgo que la oposición pudiera unirse tras Carlos Mesa en una segunda vuelta y derrotarlo.
Evo Morales, como la mayoría de los líderes mesiánicos del continente, se asume como el único capaz de garantizar la continuidad del proceso iniciado con su llegada al poder – hace casi trece años – aspirando a permanecer en él por un tiempo indefinido. Y como para reafirmar este continuismo ha confirmado a su vicepresidente como compañero de fórmula. El MAS comparte esa convicción y amenaza con “cercar” los distritos que se levanten en contra de Morales.
Bolivia vivirá en este convulsionado ambiente político al menos hasta las primarias del próximo mes de febrero, en donde se elegirán las duplas que competirán por la presidencia. Y todo anuncia una áspera contienda presidencial, plagada de ataques y descalificaciones, con un resultado incierto, por primera vez desde 2016.