Muchos, sino la mayoría, de los ciudadanos brasileños que en la pasada campaña presidencial votaron por Jair Bolsonaro como castigo al PT y a la mayoría de los partidos tradicionales, pensando que nada podría ser peor, están seriamente inquietos.
Y no tan sólo los ciudadanos. También los empresarios e inversionistas, que observan como cae la bolsa y se deprecia la moneda, en medio de fuertes polémicas entre el gobierno y el parlamento en torno a las reformas emblemáticas que busca impulsar el controvertido gobernante.
Todo ocurre tras su cuestionado estímulo para que las FF.AA. conmemoraran el golpe de Estado que derrocó al ex Presidente Joao Goulart y en momentos de su visita a Jerusalén, acompañando a Benjamín Netanyahu, en medio de su campaña electoral, reafirmando la soberanía del Estado Israelí en esos territorios ocupados. Hasta ahora, evita seguir el ejemplo de Estados Unidos para trasladar su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén. Para no afectar los negocios con el mundo islámico.
Todo ocurre tras su cuestionado estímulo para que las FF.AA. conmemoraran el golpe de Estado que derrocó al ex Presidente Joao Goulart y en momentos de su visita a Jerusalén, acompañando a Benjamín Netanyahu, en medio de su campaña electoral, reafirmando la soberanía del Estado Israelí en esos territorios ocupados. Hasta ahora, evita seguir el ejemplo de Estados Unidos para trasladar su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén. Para no afectar los negocios con el mundo islámico.
En rigor, todo podría ser bastante peor para el pueblo brasileño si tan sólo el ultraderechista mandatario cumpliera sus extravagantes promesas de campaña y fuera mínimamente consistente con sus dichos del pasado.
Pese a su pasado castrense (ex capitán de Ejército), Jair Bolsonaro no es un recién llegado a la política. Durante décadas fue el único parlamentario del pequeño partido de ultraderecha fundado por él mismo. Un parlamentario más bien irrelevante, un tanto pintoresco, a quién nadie tomaba demasiado en serio, pese a sus frecuentes salidas de libreto, con evidentes sesgos xenófobos, misóginos, racistas y autoritarios.
Pese a mantener un consistente segundo lugar en las encuestas de opinión al inicio de la campaña presidencial (bastante más atrás que Inacio Lula da Silva), nadie pensó seriamente que tenía alguna chance de convertirse en el nuevo Presidente de Brasil. Incluso el ex Presidente Fernando Henrique Cardoso sostenía, con mucha seguridad que, una vez despejada la incógnita de Lula (la imposibilidad legal de mantener su postulación), la candidatura de Bolsonaro se desinflaría para permitir el crecimiento del candidato de su partido, Geraldo Alckmin. Y la mayoría de los analistas sostenía que Bolsonaro tenía su piso electoral muy cerca de su techo y que quién pasara a segunda vuelta, aún en un segundo lugar, tenía asegurada la elección.
Se equivocaron los analistas, los políticos y muy probablemente los ciudadanos que optaron por elegir a Bolsonaro como forma de castigo al sistema tradicional de partidos, en su gran mayoría, involucrados en una gigantesca trama de corrupción, que ha terminado por reducirlos a su mínima expresión y severa disgregación.
Se equivocaron los analistas, los políticos y muy probablemente los ciudadanos que optaron por elegir a Bolsonaro como forma de castigo al sistema tradicional de partidos, en su gran mayoría, involucrados en una gigantesca trama de corrupción, que ha terminado por reducirlos a su mínima expresión y severa disgregación.
La reciente detención del ex mandatario Michel Temer, procesado en causas de corrupción y enriquecimiento ilícito por la justicia brasileña, ratifica que la corrupción es un fenómeno endémico en ese país. Que no tan sólo incluye al PT y al Movimiento Democrático Brasileño (el partido de Temer), sino un amplio arco político de manera transversal, que ya ha alcanzado a un ministro del gobierno de Bolsonaro, obligado a dimitir antes de cumplir tres meses en su cargo.
Bolsonaro lleva escasos 100 días en el poder y ya se evidencian inquietantes signos de desconfianza y crítica no tan sólo de parte de la ciudadanía sino también de sectores empresariales, que observan con preocupación como la divisa brasileña ha venido cayendo, superando la barrera de los cuatro reales por dólar, a la par que la caída de la bolsa y la reducción de sus proyecciones de crecimiento del 2,4 al 2% para el presente año.
La reciente detención del ex mandatario Michel Temer, procesado en causas de corrupción y enriquecimiento ilícito por la justicia brasileña, ratifica que la corrupción es un fenómeno endémico en ese país. Que no tan sólo incluye al PT y al Movimiento Democrático Brasileño (el partido de Temer), sino un amplio arco político de manera transversal, que ya ha alcanzado a un ministro del gobierno de Bolsonaro, obligado a dimitir antes de cumplir tres meses en su cargo.
Por estos días, el actual mandatario brasileño aparece enfrascado en una dura polémica con el Presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia (militante del MPDB y acusado también de actos de corrupción), que ha criticado duramente el manejo político del Presidente para viabilizar una urgente e indispensable reforma del generoso y a la vez ruinoso e insostenible sistema previsional. “Hay 12 millones de parados, 15 millones de brasileños bajo el umbral de la pobreza y el Presidente cree que gobernar es un juego de niños”, le enrostró a Bolsonaro el Presidente de la Cámara.
Bolsonaro lleva escasos 100 días en el poder y ya se evidencian inquietantes signos de desconfianza y crítica no tan sólo de parte de la ciudadanía sino también de sectores empresariales, que observan con preocupación como la divisa brasileña ha venido cayendo, superando la barrera de los cuatro reales por dólar, a la par que la caída de la bolsa y la reducción de sus proyecciones de crecimiento del 2,4 al 2% para el presente año.
Pese a su contundente victoria en segunda vuelta, Jair Bolsonaro no tiene asegurada una mayoría parlamentaria para viabilizar su agenda de reformas y debe negociar con el fragmentado sistema de partidos para construir mayorías circunstanciales y hasta ahora no ha mostrado señales de flexibilidad para construirlas. (¿suena conocido?)
“Hay 12 millones de parados, 15 millones de brasileños bajo el umbral de la pobreza y el Presidente cree que gobernar es un juego de niños”, le enrostró a Bolsonaro el Presidente de la Cámara.
Precisamente es la escasa destreza política mostrada por Bolsonaro para gestionar una de las reformas más importantes de su administración, que pretende ahorrar 1.1 billones de reales (cerca de 300.000 millones de dólares), lo que explica la creciente desconfianza de los círculos empresariales y la volatilidad que muestra la economía brasileña hasta ahora.
Las claves para medir el éxito o fracaso
En el plano internacional, Bolsonaro ha optado por buscar una nueva relación, de amistad y franca colaboración con el gobierno de Donald Trump, en abierta sintonía con la verdadera cruzada emprendida en contra de Venezuela, Cuba y Nicaragua (la alianza por la libertad) y parece haber elegido a Chile como uno de sus principales aliados a nivel regional, tal como lo demostrara en su reciente visita al país (el primer país sudamericano en visitar). Su viaje a Israel, así como la visita a Jerusalén, en compañía de Netanyahu debe ser entendido como un gesto hacia el gobierno de Trump.
Precisamente es la escasa destreza política mostrada por Bolsonaro para gestionar una de las reformas más importantes de su administración, que pretende ahorrar 1.1 billones de reales (cerca de 300.000 millones de dólares), lo que explica la creciente desconfianza de los círculos empresariales y la volatilidad que muestra la economía brasileña hasta ahora.
Sin embargo, el éxito o fracaso de su administración, al igual de lo que sucede con la mayoría de los gobiernos de derecha o centro derecha que han asumido el poder en la región, se mide por su capacidad de dinamizar y hacer crecer la economía, sin descuidar la protección social. Y ese sigue siendo una asignatura pendiente. No tan sólo para Bolsonaro, que busca replicar el llamado “milagro chileno” atribuido a los chicago boys criollos y que, de acuerdo a la experiencia, no tiene muy buen pronóstico.
Los empresarios chilenos que se reunieran con Jair Bolsonaro durante su visita a nuestro país quedaron muy impresionados de la franqueza del mandatario brasileño, tal como lo refrendara Horst Paulmann, Bolsonaro les habló de reformas en materia económica, que implicarían abrir su economía al exterior, además de privatizaciones y un sistema previsional parecido al chileno, algo que aquellos empresarios chilenos traducen como grandes oportunidades.
Pero esos esperanzados hombres de negocios en Chile parecen no haber escuchado las advertencias de Pablo Guedes, el gurú económico de Bolsonaro, a los propios empresarios brasileños “Estoy aquí para servirles”, les advirtió. Sostuvo: “Si nadie quiere el servicio, será un placer haberlo intentado”, incrementando la preocupación que empieza a cundir en círculos empresariales de su país por la marcha de la economía y los evidentes problemas políticos que enfrenta el actual gobierno.
Pero esos esperanzados hombres de negocios en Chile parecen no haber escuchado las advertencias de Pablo Guedes, el gurú económico de Bolsonaro, a los propios empresarios brasileños “Estoy aquí para servirles”, les advirtió. Sostuvo: “Si nadie quiere el servicio, será un placer haberlo intentado”, incrementando la preocupación que empieza a cundir en círculos empresariales de su país por la marcha de la economía y los evidentes problemas políticos que enfrenta el actual gobierno.