Hace unas décadas atrás vino de visita mi primo Jorge de Argentina. Nos habían prestado la casa de la tía Sofi en Aquelarre, y partimos felices al lago Vichuquén de vacaciones por unos días. Recuerdo la sensación de libertad en medio de ese paisaje paradisíaco y las conversaciones en la increíble terraza de piedra, iluminada por la luna y las estrellas. Hablamos de la familia, de recuerdos infantiles, de películas, del astrónomo Carl Sagan y su extraña casa-observatorio en Ithaca, Nueva York, que me tocó divisar de lejos cuando viví cerca del lago Cayuga. También nos reímos mucho de la comida que hicimos porque ninguno de los dos cocinaba bien. En realidad, casi nada. Recuerdo un arroz pegoteado e incomible que Jorge tuvo que batir con una cuchara de palo en una olla. Una escena que jamás se va a borrar de mi cabeza. Fue un verano, al menos para mí, inolvidable. Días después mi primo volvió a Buenos Aires. A los meses algún pariente cercano tuvo la suerte de viajar a la ciudad del Obelisco y llegó a mi casa con un paquete extraordinario. Se trataba de un libro de más de cuatrocientas páginas llamado “Cine bizarro. 100 años de películas de terror, sexo y violencia”, del crítico argentino Diego Curubeto. Me lo mandaba Jorge. La portada era llamativa con coloridas imágenes de un elegante Bela Lugosi; Paul Naschy como el Hombre Lobo y la diva argentina Isabel Sarli, entre otras rarezas cinematográficas. La emoción fue tremenda, especialmente porque siempre he sido un fan empedernido del cine extraño y Jorge había dado en el clavo. Abrí la tapa y leí la dedicatoria: “Para mi primo Tomás, en recuerdo de esas comidas bizarras en Aquelarre. Jorge 5/97”.
Sonreí. De inmediato el texto se convirtió en mi libro de culto. Lo cuidaba, revisaba y guardaba como si fuera mi máximo tesoro. Primera vez que veía gran parte de mis rebuscados gustos cinéfilos en una sola obra: un diccionario de películas con las que a veces me topaba en revistas extranjeras, en televisión, tiendas escondidas de VHS o en enciclopedias. Mario Bava, Clive Barker -al que después tuve la suerte de entrevistar-, Quentin Tarantino, Jess Franco, H. P. Lovecraft y Peter Lorre, son algunos de los personajes que aparecen en el libro con curiosas fotografías y afiches.
Mario Bava, Clive Barker -al que después tuve la suerte de entrevistar-, Quentin Tarantino, Jess Franco, H. P. Lovecraft y Peter Lorre, son algunos de los personajes que aparecen en el libro con curiosas fotografías y afiches.
Pronto me convertí en la envidia de mis amigos freaks. Incluso uno de ellos, el más fanático de todos, lo único que quería era ir a mi casa para leer la obra de Curubeto. Cuando lo hacía, observaba con devoción y ojos largos cada una de las páginas y me miraba como diciéndome: “Préstamelo, préstamelo”. Nunca lo hice. Lo habría perdido. Tampoco trasladé mucho el libro de un lugar a otro, por eso mi ejemplar de “Cine bizarro” ha sobrevivido los avatares de temblores, terremotos, cambios de casa, viajes. Tal como lo señala el abstract en la contraportada, el texto: “bucea en algunos de los más oscuros rincones del cine bizarro latinoamericano, investiga subgéneros extraños como las películas snuff, el cine sobre drogas y el anticomunismo, las comedias de hoteles y alojamiento y los documentales mondo, sin obviar temas clásicos como extraterrestres y dinosaurios”.
En marzo de este año, Curubeto lanzó una reedición del libro publicado originalmente en 1996, con los textos actualizados a 2020, que se puede comprar por internet. 6 años se demoró el escritor en volver a publicarlo con nuevos y sabrosos ingredientes cinéfilos. La gracia del autor argentino es que se compromete a fondo con los realizadores, actores y protagonistas de su libro. Pareciera que en cada línea estuviera hablando de sus amigos, contando sus intimidades y menudencias. El horror y lo extraño bajo la pluma de Curubeto se hacen cercanos, se pierde la visión aburrida y erudita de un cine oscuro que no es para todos. El viaje a través de las páginas y las imágenes de archivo se convierte en una experiencia entrañable. Por ejemplo, cuando habla de Rondo Hatton como el único monstruo que no necesitaba maquillaje ni efectos especiales para actuar o como cuando describe con devoción a la despampanante Estella Blain en “Miss Muerte”, según Curubeto una de las mejores películas del director español Jess Franco. Rarezas y más rarezas, el libro es ideal para especialistas en ellas y también para inexpertos que quieren seguir profundizando sobre cintas de culto y aprender cada día más. Es el acercamiento hacia los verdaderos dioses y monstruos de la pantalla grande. También una nueva mirada al mundo de los perdedores, los que, con bajo presupuesto, luchan con todas sus fuerzas por sacar adelante una película adornada con mucho kétchup que se financia casi con el vuelto del pan. Se trata del lado B del cine, a estas alturas imposible de encontrar en Netflix. Este último, considerado por Curubeto un perfecto demonio porque con su programación te dice siempre lo que tienes y no tienes que ver.
De acuerdo a muchos expertos, está probado que los gustos cinematográficos quedan marcados en la infancia. En plenos años 70, Curubeto vio morir en televisión a Barbara Steele en la película “La Máscara del Demonio”, de Mario Bava. “Yo era chico y debo reconocer que, en ese entonces, me dio mucho miedo”, dijo en una entrevista. Lo cierto es que gracias a esa imagen horrorosa años después escribió “Cine bizarro”, creando un inédito documento sobre películas raras con realizadores y protagonistas apasionados e inolvidables.
Lo cierto es que gracias a esa imagen horrorosa años después escribió “Cine bizarro”, creando un inédito documento sobre películas raras con realizadores y protagonistas apasionados e inolvidables.