Colombia y los cien años de soledad de América Latina. Por Julio Sau Aguayo

por La Nueva Mirada

Primera parte

Aureliano fue el nombre elegido por el actual Presidente de Colombia Gustavo Petro para participar en la lucha clandestina y armada que libró el grupo guerrillero Movimiento 19 de Abril (M-19) por conquistar la democracia y la justicia social en su país en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado. La elección de dicho nombre de combate aludía claramente a Aureliano Buendía, uno de los personajes centrales de la célebre novela “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez.

Desmovilizado el M-19 a principios de 1990, sus militantes y destacadamente Gustavo Petro dedicaron sus esfuerzos a la lucha por perfeccionar el sistema político colombiano ensanchando sus muy estrechos cauces para permitir el acceso a la vida democrática de los grandes sectores populares y raciales excluidos de ella. Dichos esfuerzos han tenido el domingo 7 de agosto un alentador punto de partida al convertirse Gustavo Francisco Petro Urrego en el primer Presidente de izquierda en la violenta historia de Colombia.

La ceremonia de toma de posesión presidencial colombiana constituyó una significativa expresión de la historia y rica cultura de ese país latinoamericano, al mismo tiempo que el discurso de su nuevo Presidente trazó los derroteros que orientarán la acción de su gobierno, con referencias de enorme interés a problemas latinoamericanos y globales. Y aunque los interesados en los grandes temas latinoamericanos pudimos, tras ingentes esfuerzos, estar “presentes on line” en dicha ceremonia, resultó evidente que la escasa y manipulada presencia de nuestros temas comunes en los grandes medios de comunicación internacionales (reproducida a escala liliputense en los nacionales) quedó, una vez más, de manifiesto. Ni siquiera cuando el Papa se refiere en forma inspiradora a la necesidad de la integración latinoamericana podemos romper el cerco informativo internacional, en una clara muestra   de nuestros cien años de soledad informativa….  en medio de la sociedad de la información.

Realizada al aire libre en la plaza de Bolívar y en medio de cien mil espectadores que llegaron desde todas las regiones en la que vive el pueblo colombiano, la ceremonia ocultó pugnas ideológicas subyacentes y reveló signos referenciales a eventos históricos de lectura dividida entre sus actores. La más importante de ellas se refiere obviamente al rol de la espada de Bolívar en la historia contemporánea de Colombia. Hasta el 16 de enero de 1974 la espada se conservaba como reliquia histórica en el museo situado en la Quinta de Bolívar, en pleno centro de Bogotá. El 17 de enero de ese año fue robada por militantes del M-19 para simbolizar su incorporación como arma de las luchas populares colombianas y no fue devuelta al gobierno hasta 1991, año en el que el M-19 de desmovilizó tras un acuerdo de paz que se negoció durante dos años.

 El simbolismo del primer acto presidencial de Gustavo Petro al disponer la interrupción de la ceremonia de investidura presidencial una vez que fue designado como Presidente para esperar que la espada de Bolívar fuera conducida al estrado- a lo que se oponía el presidente Duque– y sirviera de marco a su primer discurso resulta pues evidente. Y su evidencia aumenta si consideramos que ese día 7 de agosto se conmemora un nuevo aniversario de la batalla de Boyacá que selló la independencia de la Gran Colombia de lo que era el imperio español.

Como para marcar la distancia histórica entre ambos acontecimientos, España estaba representada en el acto de investidura presidencial de Colombia por el Rey Felipe VI, quien fue repetidamente abucheado por el público. Tal vez ello explique lo inexplicable: fue el único invitado internacional que no se puso de pie ante la entrada en escena de la espada de Bolívar. Ofuscado, olvidó su condición real y de representante de España. Más de alguien ha pensado que Juan Carlos I, el llamado Rey Emérito, habría actuado en forma más política, inteligente y educada, a pesar de los pesares. La polémica por la actitud de Felipe VI, en todo caso, es importante solo para sus súbditos y no para los latinoamericanos del siglo XXI.

En la segunda parte de este artículo analizaremos las principales ideas expuestas por el presidente Gustavo Petro en su primer discurso como tal, varias de las cuales constituyen aportes importantes para el proceso de nueva integración latinoamericana iniciado. Solo nos resta señalar un hecho observado en el acto del domingo 7 de agosto en la Plaza Bolívar de Bogotá: la cálida acogida brindada por el pueblo colombiano allí presente a nuestro Presidente Gabriel Boric, que abre camino a una renovada cooperación entre ambos países.

También te puede interesar

Deja un comentario