Estamos en un instante paradójico donde se ve televisión a destajo, pero el avisaje no repunta y el negocio se sigue cayendo. Las audiencias fraguan un nuevo pacto mediático -estallido social invernando- con rostros que empaticen desde una sincera alteridad con una ciudadanía maltratada por el poder del virus y por el desgaste del poder político. Más una carrera electoral plagada de incertidumbres y una certeza: la estructura social de castas y desigualdad ya no resiste.
A poco más de un año y un mes del inicio de la pandemia del Covid-19, asistimos a una cruel paradoja respecto de la industria de la TV abierta y su prolongada crisis financiera, sumada a la fragmentación de audiencias: la gente encerrada por las cuarentenas se ha volcado a consumirla más que en los años recientes, cuestión similar a la que ocurre con la radio, las redes sociales y los nuevos medios. Ergo, un antídoto contra la pandemia fue el volcamiento al consumo de medios y la conexión constante con la actualidad.
Los prolongados encierros en la primera y segunda ola de la pandemia llevaron a asentar la pantalla televisiva en la tercera edad, que en promedio vio casi 8 horas 38 minutos diarios el 2020, y que en lo que va del presente año se mantiene en torno a las 8 horas 26 minutos. Mientras en los públicos sub – 50 años internet marca una fuerte preferencia mediante el móvil como un dispositivo clave, los mayores de 65 años se aferraron al tradicional visionado de TV desde la pantalla grande.
Las cifras del regulador
En su informe anual 2020 de consumo televisivo, el Consejo Nacional de Televisión da cuenta de un punto de inflexión en la fuga de las audiencias. Se recuperaron niveles inferiores pero cercanos al total de televidentes alcanzados o que al menos vieron un minuto de TV de los años 2016 o 2017 y la temporada pasada creció un 5% respecto del 2019.
El reporte aclara que mientras el visionado diario de TV abierta subió un 11,1% el 2020 y la TV de pago subió un 18,5%, la TV en general -incluidos todos sus usos- lo hizo un 16,5% comparado con solo un 4% registrado entre el 2018 y 2019.
La mayor concentración de este consumo se produjo desde mediados de marzo a mediados de julio, pero el resto de los meses se mantuvo estable, sin decrecer fuertemente por la estacionalidad del verano.

Las mujeres pasaron a ver 6 horas 43 minutos, a lo que se agrega el salto dado por los hombres que también se situaron en casi 6 horas un minuto. En general, mientras el público femenino ve casi una hora más que el masculino la oferta de los canales abiertos, lo hace 15 minutos menos respecto de la televisión de pago.
Y en términos de géneros más vistos, el ranking presenta la misma distribución en ambos públicos: Informativos (31,5%), Misceláneos/Matinales (22,2%), Telenovelas (21%), Programas de conversación (8,7%), Telerrealidad (5,4%) y Series/miniseries (2,7%), entre otros. Mientras en promedio ¾ partes de la oferta se compone de programas de no ficción (actualidad variada e informativos) y solo ¼ de ficción (teleseries, series, cine), en canales como Mega o La Red esta proporción fue de 2/3 vs 1/3. En tanto, Chilevisión tuvo casi un 92% de toda su oferta compuesta por contenidos de no ficción.
Paradoja de menos para más
Así como el alza del consumo televisivo mostró una recuperación casi histórica por la pandemia; se consolidó la paradoja de una pauperización de la oferta de producción fresca, centrándose los cuatro canales nacionales más grandes en la repetición de teleseries nacionales y extranjeras, más segundas, terceras y/o cuartas pasadas de programas de conversación y concursos.
El deterioro de novedad para disminuir el gasto de pantalla en un año 2020 de fuerte contracción publicitaria se tradujo en solo 180 mil millones de pesos invertidos en esta industria. En total 47 mil millones menos que el 2018, y 19 mil millones menos que el 2019, los que terminaron también por seguir asfixiando a la industria en su conjunto.

Canal 13 mostró utilidades gracias a la enajenación de activos, venta de terreno por casi 14 mil millones de pesos, reflejando al final un saldo favorable de 7.206 millones de pesos. TVN también vendió un terreno por casi 3 mil millones, lo que le permitió exhibir ganancias por 900 millones de pesos. Por primera vez Mega consolidó casi 4 mil millones de pesos de pérdidas y Chilevisión –líder en visionado 2021- disminuyó las suyas en 2/3, pero siguió en rojo.
Pese a la mantención de la pandemia, la presente temporada ha mostrado una estrategia programática de mayor gasto y debut de formatos frescos. Esto conlleva el riesgo de incrementar los déficits si la publicidad no da muestras de una fuerte reactivación. Los costos operacionales tenderán a subir presionados por los nuevos programas, en donde se observa un 2021 de leve baja en el consumo de TV abierta respecto del 2020.
El mercado de los canales de TV privilegia buscar públicos de los segmentos medios y altos, sean hombres y mujeres, en edad laboralmente activa (25 a 64 años). Por lo mismo, no interesan a los avisadores los adultos mayores –principales consumidores de esta TV- ni el mundo popular, target mayoritariamente fiel a esta industria. Tanto es así que mientras una persona ABC1 consumió 5 horas 5 minutos diarios el año pasado, un individuo del segmento C2 llegó a 5 horas 45 minutos, un C3 a casi 6 horas 10 minutos y un D a 6 horas 35 minutos.
Este análisis de cifras el 2021 va levemente a la baja, pero que refuerza la paradoja de ver más TV sin poder explotarse esto en un incremento del valor económico de las audiencias televisivas abiertas.
La nueva ruta
En el horizonte de mediano plazo seguirán las cuarentenas y desconfinamientos parcelados, con una dinámica televisiva de alta presencia informativa, periodística y de conversación o debate de actualidad. Estilo exacerbado aún más por el intenso ciclo electoral que nos depara el país de mayo a noviembre (o diciembre, de haber segunda vuelta presidencial).

Un instante de pantallas “calientes” como se denomina al interior de la industria a los ciclos de alto visionado, pero de ofertas principales homogéneas, donde la diferenciación se comienza a dar por los puntos de vista explícitos sobre la realidad que están tomando algunos rostros de sus espacios. Montserrat Álvarez y Julio César Rodríguez en Chilevisión; Rodrigo Sepúlveda, Paulina de Allende y José Antonio Neme en Mega; Eduardo Fuentes más el pool de conductores de La Red… todos son parte de este nuevo desenfado frente a las autoridades y los discursos oficiales.
Para algunos analistas dentro del mercado medial se trata de un instante de diferenciación ideológica, incluyendo el statu quo editorial de los medios vinculados a grandes grupos empresariales chilenos (como Mega o Canal 13). Otros lo conceptualizan en alteridad y empatía ciudadana por sobre el antiguo orden de las élites. Incluso se menciona desde círculos ligados a los think tank o grupos de pensamiento de la derecha que es una vuelta de tuerca más de lo que denominan despectivamente “populismo”.
Yo prefiero quedarme aquí con la irrupción de una nueva forma de diálogo con los públicos, más franco y directo. En donde los viejos e inmutables rostros de la TV, asépticos y perfectos, ceden paso a una forma más relajada de interpelación a las élites desde el sentido común, el conocimiento sin soberbia, la comprensión y el interés por la vida del otro; siempre abiertos a distintas formas de pensar.
Algo que para los grupos de poder puede resultar incómodo desde el minuto en que el pluralismo se asienta como prioridad en este instante país complejo, cuestionándolo todo y no dando nada por sentado de antemano. Un nuevo relato de país donde se cuestione o revise sin miedo la estructura social -fraguada desde la colonia en la figura de los hacendados-, y donde parte de esta oligarquía comienza a ver sus intereses en riesgo por la irrupción de esta nueva barbarie, incluso desde sus mismos medios.