Comentarios sobre encuestas cambiantes (11/7): “El segmento popular es el que mejor ha adoptado el mensaje del Rechazo” (…) La aprobación del presidente es prácticamente la misma que la de la Convención, por lo tanto, todo lo que haga bien o mal, impacta” (director de Activa)”. “Las prioridades de las personas no están con la redistribución de la riqueza y poder, sino llegar a fin de mes” (director de Tres Quintos).
Opiniones, cartas y declaraciones claras y otras oscuras de expresidentes, acusaciones ministeriales a granel, decisiones y propuestas ¿irracionales? de escenarios y resultados inciertos, en medio de una “neblina mental” plebiscitaria.
Amanece y acontece tormentosamente. Nieva en un minuto. Se aproxima un nuevo frente de mal tiempo político.
El borrador constitucional plebiscitario, (a la venta “sólo” por 5000 pesos ¿o dólares?), redactado sin distinguir entre los valores y los hechos, donde predominan los valores contextuales influidos por movimientos socioculturales identitarios y, en menor grado, políticos, es imposible que genere una imagen racional de objetividad imparcial. El conocimiento usado para construirlo no fue el “objetivo”, sino un “conocimiento situado”, donde “los valores contextuales, pueden incluso determinar lo que hay que preguntar”.
La ideología que subyace a este tipo de conocimiento es recogida en el planteamiento de la no existencia de un conocimiento objetivo proveniente de algún lado. “Todo conocimiento llevaría la marca de su autor o autora” como un sitio de origen… De ahí, lo “situado”. “Los condicionantes de cada época y comunidad y las relaciones políticas y sociales son determinantes en su origen (…) y afectan a la capacidad de conocer y al mismo contenido del conocimiento”.

Es un conocimiento político individual sujeto sociocultural y académicamente a las dinámicas de poder de los grupos que participaron, hecho claramente reflejado en el texto constitucional. El conocimiento de los convencionales plasmado en el proyecto constitucional.
Los críticos al texto y los que ya dicen que votarán rechazo (y apruebo), no perciben, sólo intuyen, que están frente a un campo semántico pluri situado, donde no se piense, (erróneamente), que todo vale. “Interesa también tener criterios para defender teorías y prácticas frente a otras” (vistas como enemigas).

¿Es posible someter entonces al juicio de la razón estricta y objetiva “el librillo” y frente a éste vaticinar la conducta de las personas que decidirán votar en septiembre? No, y no es sólo un problema de las influencias afectivas intersubjetivas emocionales, sobre los y las votantes de familiares, grupos, pares y redes. Ya el origen mismo del documento impide esta aproximación.
En estos tiempos, no queda más que perder la fe en “la razón y sus ideales de la Ilustración que originaron los sistemas democráticos”. Ya hace tiempo demostraron “que los sistemas democráticos conducen a paradojas donde las decisiones de las personas pueden combinarse de manera contradictoria e irresoluble”, causando severos conflictos sociales.
Algunas de ellas reflejadas en el borrador constitucional, conducen por ejemplo a la eterna tensión entre las libertades individuales y de las mayorías, lo que lleva a que un grupo mayoritario imponga su voluntad sobre una minoría en los extremos. Otras veces, situaciones de unanimidad pueden vulnerar libertades, “generando amenazas a los derechos de las personas con decisiones donde están implícitamente ellas mismas de acuerdo”.
Existirían limitaciones a nuestra idea general de democracia. Los espectros ideológicos en franca fragmentación y transformación han perdido su capacidad de incorporar orden, regularidad y coherencia a los múltiples puntos de vista. “Mientras, se aplaude la desideologización y la independencia, impidiendo escapar de sus paradojas y limitaciones”, a una democracia que evoluciona necesariamente frente a nuestros ojos.
¿Irracionalidad o falta de coherencia de las personas? ¿Falta de voluntad de cooperación (solidaria)? o ¿Sólo “fallas” de los propios mecanismos de acción de la razón democrática?
En estos procesos de cambios democráticos se intentan eliminar o atenuar las paradojas a través de favorecer la cooperación; lo óptimo para el individuo lo es para el grupo dejando de buscar racionalmente el beneficio propio. Se deben incorporar en los acuerdos de cooperación solidarios dirigidos al bien común, mecanismos de seguridad para garantizar no ser traicionados en el último momento o posteriormente. Basta ver en el apruebo y rechazo “para reformar” las declaraciones orales y escritas de compromisos, pero que sólo parecen de buena voluntad táctica para sobrevivir sin ningún espíritu de impulsar el actual y futuro proyecto de cambios.
Por último, también se puede acudir a la ciencia del gato cuántico vivo y muerto a la vez. (En este caso, a la del votante cuántico). Imagine un voto en dos estados mentales “superpuestos “cuánticamente: (“Apruebo” y “Rechazo “a la vez). Quizás en ese momento, como en una epifanía, las conductas “irracionales”, (aparentemente) cobrarán “sentido”. De golpe se instalará en esta “nueva” realidad “cuántica y votantes “cuánticos”, aunque no lo garantizo.

En este plebiscito, el ámbito de la razón absoluta (si existe,) definitivamente ha colapsado. No hay “ninguna postura bien definida allí esperando para ser medida”, a pesar de los encuestadores y sus probabilidades lógico-racionales. Sólo una lógica difusa y aberrante (¿inconsciente individual-colectiva?), nos permitiría ser parte, tratar de comprender y discernir (nunca de forma absoluta), esta realidad. Sorprendente. Bueno, es sólo una de tantas posibilidades imposibles posibles.
En mi caso, el gato está sólo vivo. Sigo votando (de forma “delirante”), por aprobar, un Estado Social Democrático de Derecho. Eso, ya es una revolución “objetiva” en el Chile de hoy.