¿Corre riesgos el proceso constituyente?

por La Nueva Mirada

Es raro. Muy raro que a poco más de 70 días del plebiscito diputados de la UDI presenten un proyecto para entregar facultades constituyentes al próximo parlamento. Más parece una provocación que un intento serio por revertir el proceso.

Más parece una provocación que un intento serio por revertir el proceso.

 Ciertamente la maniobra no tiene ninguna viabilidad atendiendo los quórums requeridos. Y porque se ha reiterado hasta el cansancio, lo ha dicho la oposición, también sectores de la derecha y lo ha repetido el propio gobierno, que la única razón para postergarlo, no para desnaturalizarlo, sería una de carácter sanitario. Cualquier otro intento “incendiaría” la pradera.

Sin lugar a dudas el proceso constituyente es una conquista del movimiento social y un triunfo de la política que, respondiendo al clamor popular, logró darle un cauce institucional a la demanda ciudadana, para decidir si el país quiere una nueva constitución redactada en democracia, resolviendo los mecanismos para su elaboración y sanción popular.

Es más que evidente que la mayoría de la derecha no quiere un plebiscito que con toda seguridad  van a perder (por más del 70 %, al decir de las encuestas) y que podría marcar la suerte del sector a futuro. Y menos quiere una nueva constitución redactada en blanco, que modifique sustancialmente la actual institucionalidad.

Con toda seguridad los sectores más duros de la derecha cometieron un error estratégico al concurrir a la suscripción del acuerdo por una nueva constitución el pasado 15 de noviembre en los términos en que fue suscrito. En honor a la verdad, Andrés Allamand fue el único que trato de impedirlo, hasta el último minuto, sosteniendo que el acuerdo debería ser discutido nuevamente por su bancada. Fue el ex timonel de RN, Mario Desbordes el que impuso su criterio. La presidenta de la UDI no expresó mayores  reparos al momento de firmar.

los sectores más duros de la derecha cometieron un error estratégico al concurrir a la suscripción del acuerdo por una nueva constitución el pasado 15 de noviembre en los términos en que fue suscrito.

Ese error no tiene enmienda. Por más que la derecha insiste que no existen las condiciones políticas para su realización. Contra un muro chocan sosteniendo, lo(a)s vocero(a)s gremialistas, que el país no está en condiciones de dilapidar recursos importantes que podrían usarse para otros fines más urgentes y que el tiempo aconsejaría que fuera el próximo parlamento, en uso de sus facultades, quién resuelva cambios constitucionales.

Es remar en contra de la corriente. La inmensa mayoría ciudadana, incluida la llamada derecha social, asume la inminencia del plebiscito

El clima de tensión social

Otro factor recurrente aludido como obstáculo para una adecuada implementación del plebiscito de octubre es el de un país atravesado por una profunda crisis social y económica, en donde más de dos millones de chilenos han perdido sus empleos y fuentes de ingreso, recibiendo ayudas tardías e insuficientes o simplemente ninguna.

El malestar social expresado el 18 de octubre y los meses siguientes se acentúa a partir de la crisis sanitaria y sus devastadores impactos sociales. Se instala un clima de descontento, ira y resentimientos, en tanto que aparece el fantasma del hambre y extremas necesidades básicas. Mientras la torpeza provocativa del nuevo jefe de gabinete y la represión amenazan con escalar la intensidad de confrontaciones en la Araucanía. Factores todos que podrían alentar un estallido social 2.0, como se ha denominado, con presumibles brotes de violencia, iguales o superiores a los ya registrados.

La violencia no tiene el aval de ningún sector político, como inducen las expresiones del gobierno. Una cosa es entender las razones y otra muy distinta es intentar justificarla o alentarla. La reacción social y la protesta surge de jóvenes marginados y excluidos a quienes el país no les ha ofrecido verdaderas oportunidades. Se genera por problemas arrastrados y no resueltos. Por las extremas desigualdades y los abusos que marcan a nuestro país, Surge del hambre y extrema necesidad que hoy golpea con fuerza  a los sectores más vulnerables. Con intervención de pequeños grupos anarquista o extra sistémicos. Y de grupos de ultraderecha, como ha ocurrido en localidades del sur a través de provocaciones violentas que sobrepasan a las fuerzas policiales. Con la interrogante abierta respecto de la incidencia del narco tráfico y el crimen organizado.

No deja de resultar preocupante que más de un tercio de los chilenos, según revelan las encuestas, justifiquen la violencia, o piensan que, frente a la violencia institucional, es una forma legítima de protesta para abrir espacio a las demandas ciudadanas,

Ello manifiesta un fracaso de la política. Urgen respuestas efectivas e institucionales- en ello el camino de un proceso constituyente es un factor – a este fenómeno, que tiene sus causas en las desigualdades, las exclusiones y los abusos. En la falta de oportunidades, la segregación y marginalización, que finalmente configura la violencia institucional.

Ello manifiesta un fracaso de la política. Urgen respuestas efectivas e institucionales- en ello el camino de un proceso constituyente es un factor – a este fenómeno, que tiene sus causas en las desigualdades, las exclusiones y los abusos.

El gobierno más que prevenir pareciera alentar un nuevo estallido social. Ha demostrado escasa sensibilidad con los problemas y demandas ciudadanas. Cruzado por fuertes contradicciones respecto del proceso constituyente. Con un nuevo gabinete bautizado como del rechazo, partiendo por el ministro Pérez y el nuevo canciller Allamand.

Una forma de obstaculizar o incluso impedir la realización del plebiscito, además de las condiciones sanitarias, es que se aliente un clima de violencia parecido o superior al del estallido anterior.

No por nada el titular de Defensa, Mario Desbordes, alertó de los riesgos de identificar al gobierno con la opción del rechazo, pero ello resulta prácticamente inevitable atendiendo la errática conducta, hasta hoy, del propio Sebastián Piñera.

Asegurar las condiciones políticas y materiales para la realización del plebiscito es una tarea fundamentalmente para la oposición

El proceso constituyente es una importante conquista social y política, que ofrece un cauce institucional para resolver democráticamente las profundas diferencias que separan a quienes intentan restaurar el desacreditado orden actual y quienes buscan transformarlo. Es la disyuntiva que la ciudadana debe resolver en el plebiscito de octubre por las vías que ofrece la democracia, como el espacio y límite de la acción política. La violencia institucional o contestataria, tan sólo puede favorecer a los extremos y conducir a destinos ya conocidos y no deseados por la inmensa mayoría del país.

Es la disyuntiva que la ciudadana debe resolver en el plebiscito de octubre por las vías que ofrece la democracia, como el espacio y límite de la acción política.

Aquello no excluye la legítima protesta y la movilización ciudadana, marcando fronteras con la violencia que animan sectores minoritarios de diverso origen, incluido un sector de transportistas como quedó en evidencia en los días recientes.

La principal tarea no tan sólo de la oposición sino de todos aquellos que aprueban el proceso constituyente como la forma democrática de resolver las diferencias, es generar las condiciones para asegurar una amplia y masiva participación ciudadana. Para lograr ese objetivo se requiere construir una sólida mayoría social y política, trabajando en forma unitaria para garantizar la realización del plebiscito y ganarlo de manera clara y categórica.

generar las condiciones para asegurar una amplia y masiva participación ciudadana.

Sería incomprensible que los partidarios del apruebo no constituyeran un comando de unidad para enfrentar el inmenso desafío de los días venideros.

Llegará el momento para dirimir legítimas diferencias. Tanto en el plano institucional (para ello está  prevista la convención constituyente), como programática, además de la legítima competencia por los liderazgos. Para eso están las elecciones, en donde la oposición deberá optar por sumar fuerzas o privilegiar la competencia, con el serio riesgo de facilitar la reanimación de la hoy vapuleada derecha.

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