Cortázar y los axolotl. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Le debo mucho a Julio Cortázar (1914 -1984) Lamentablemente nunca lo sabrá, pero al menos me di el gusto de rendirle un homenaje cuando escribí el cuento “Vitrina” en mi libro “Apocalipsis y otros relatos breves” (2017).  En mi cuento el protagonista se mete dentro de un libro que quiere leer después de observarlo por muchos días detrás de la vitrina de una librería.  Lo que le sucede a este hombre no es igual, pero se inspira en el  “Axolotl”, el relato que Cortázar publicó en 1956 en su libro “Final del juego”, donde narra lo que le pasa a un joven que visita diariamente un acuario donde habitan nueve axolotl y termina convirtiéndose en uno de ellos.

“Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.” Así comienza el cuento de Cortázar, una historia que en un momento se identificó con el realismo mágico, pero que realmente se inscribe dentro de la literatura fantástica.

¿Qué son los axoltols o ajolotes? Se trata de una especie de anfibios de la familia de las salamandras que habitan en la zona lacustre de la cuenca mexicana. Son renacuajos gigantes de 15 centímetros que se encuentran en peligro de extinción y que parecen mirar fijo y sonreír cuando los observas a la cara. Existe cierta humanidad espeluznante en sus rasgos y eso fue lo que intentó rescatar Cortázar en su cuento. El relato maneja muy bien la atmósfera y el fenómeno de la otredad, de la consideración e identidad del otro. El joven visitante de los acuarios se obsesiona con estos animales y se empieza a mirar a sí mismo como un ajolote dentro del agua, a sentir los movimientos, la respiración del axolotl, sus branquias, su cola, su carácter peculiar. El axolotl finalmente refleja el miedo a ser distinto. La metamorfosis a través del vidrio tiene que ver con la capacidad de observar y escapar de la realidad que no queremos ver.

Existe cierta humanidad espeluznante en sus rasgos y eso fue lo que intentó rescatar Cortázar en su cuento.

Cortázar nació en Ixelles, Bélgica y vivió entre Suiza y España hasta que cuando cumplió cuatro años su familia se fue a Argentina, donde permaneció hasta 1951 para después establecerse en Francia, país donde permaneció gran parte de su vida, falleciendo en 1984. Escritor, profesor y traductor, de pequeño fue un lector empedernido que llegó a tal nivel que cuando tenía nueve años, su madre consultó a un médico que le recomendó que su hijo dejara de leer durante cinco o seis meses para que aprovechara de salir a la luz y tomar sol. La falta de su padre, quien abandonó la familia cuando Julio era pequeño, y esta obsesión enfermiza por la lectura lo marcaron para siempre. Su existencia bien puede ser resumida en parte por “Axolotl”, un relato que con el tiempo se ha convertido en el verdadero paradigma de la sociedad actual ¿Somos anfibios o personas? ¿Nos escondemos de nosotros mismos para encarnarnos en ajolotes? ¿Es más seguro un acuario en un período normal o en época de pandemia?  Son varias las interrogantes que el autor de “Rayuela” provoca en lectores que se plantean la eterna búsqueda de la felicidad como una alternativa concreta. 

le recomendó que su hijo dejara de leer durante cinco o seis meses para que aprovechara de salir a la luz y tomar sol.

¿Somos anfibios o personas? ¿Nos escondemos de nosotros mismos para encarnarnos en ajolotes?

Más allá del encierro, los ajolotes nos representan a nosotros mismos. Para mí “Axolotl” es la piedra angular en los cuentos de Cortázar, el comienzo y el fin de todo, porque es entonces donde emerge la verdadera grandeza de un autor que se entregó profundamente al arte literario:

“Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología. Empecé viendo en los axolotl una metamorfosis que no conseguía anular una misteriosa humanidad. Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo, infinitamente condenados a un silencio abisal, a una reflexión desesperada. Su mirada ciega, el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lúcido, me penetraba como un mensaje: «Sálvanos, sálvanos». Me sorprendía musitando palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas”, reflexiona el protagonista casi a punto de caer sometido a las bondades de un acuario que lo mantiene hipnotizado.

“Axolotl” es uno de esos cuentos breves que después de leerlo queda grabado en la mente y en la piel porque los cambios físicos o espirituales tienden a ser siempre constantes. Aunque el tiempo a veces pase y no se note, las huellas de las metamorfosis van quedando ahí, guardadas en los más recónditos lugares donde habita el alma.

Aunque el tiempo a veces pase y no se note, las huellas de las metamorfosis van quedando ahí, guardadas en los más recónditos lugares donde habita el alma.

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1 comment

Vera Patricia octubre 26, 2021 - 2:44 am

Hace poco leí este cuento en una clase de lectura y escritura y me enamoré, te atrapa, te hace dar cuenta de la profunda soledad que todos pasamos y que no nos damos cuenta que a veces para escapar de la realidad nos centramos tanto en algo que nos llegamos a confundir y perdemos el sentido de lo verdadero. El cuento es fantástico pero en cierta medida también refleja algunas de nuestras realidades.

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