Parece inevitable. Finalmente, la oposición enfrentará dividida la elección de los miembros a la convención constituyente en tanto que la derecha logrará la unidad, desde los republicanos de José Antonio Kast hasta el conjunto de Chile Vamos, incluyendo un amplio arco de “independientes” de derecha, reafirmando el aserto de que la derecha se une por intereses y los sectores progresistas se dividen por ideologías.
Es más que evidente que la unidad de la derecha se da en torno a la defensa de la actual institucionalidad (“la defensa, artículo por artículo de la constitución de Jaime Guzmán”, como proclamara Pablo Longueira), así como los intentos de restauración del orden actual, con cambios meramente cosméticos. La llamada derecha social y aquellos sectores de la derecha que se pronunciaran por la aprobación del proceso constituyente, finalmente han debido subordinarse a la presión del gobierno y los sectores más duros de la derecha, que apuestan por la restauración del orden actual. No deja de ser sintomático que Mario Desbordes, en su esfuerzo por convertirse en el abanderado de su partido, aparezca como el campeón de la unidad con la ultraderecha representada por J A Kast.
No deja de ser sintomático que Mario Desbordes, en su esfuerzo por convertirse en el abanderado de su partido, aparezca como el campeón de la unidad con la ultraderecha representada por J A Kast.
Se hicieron todos los esfuerzos para alcanzar una lista única de la oposición, que incluyera a los independientes no neutrales y representantes del movimiento social. Pero el Partido Comunista ya había tomado una decisión, sancionada en su reciente congreso, optando por dos listas. Con razones fundadas. La principal son las profundas diferencias que el timonel comunista constata en la oposición. Diferencias aparentemente insalvables no tan sólo en materias programáticas y política de alianzas, sino también constitucionales y acerca del propio proceso constituyente.
Tal como afirma Teiller “al tener dos listas se abre más espacio, queda mejor representada el conjunto de la oposición en toda su diversidad y también parte del mundo social”. No deja de tener razón. La duda es si estas dos listas serán tanto o más competitivas que una sola unitaria.
La segunda razón parece más bien de carácter instrumental. Tal como afirma Teiller “al tener dos listas se abre más espacio, queda mejor representada el conjunto de la oposición en toda su diversidad y también parte del mundo social”. No deja de tener razón. La duda es si estas dos listas serán tanto o más competitivas que una sola unitaria.
Pero hay una tercera razón, tanto o más relevante que las anteriores. Con esta lista de candidatos a la convención, el Partido Comunista da un paso importante para consolidar un frente anti neo liberal (sin medias tintas) como el que aprobara en su Congreso, con la participación de lo que queda del Frente Amplio y la posibilidad de incorporar a Humanistas e Igualdad que, a estas alturas, es lo mejor que podría suceder. Y tienen un candidato presidencial competitivo para enfrentar una eventual primaria en este frente anti – neoliberal. No parece una mala apuesta, aunque con ella se ponga en riesgo el proceso constituyente y se consolide la división opositora.
Y tienen un candidato presidencial competitivo para enfrentar una eventual primaria en este frente anti – neoliberal. No parece una mala apuesta, aunque con ella se ponga en riesgo el proceso constituyente y se consolide la división opositora.
Dos listas ¿más votos y menor representación?
Ahora todo el debate se centra es si con dos listas opositoras se le entrega una ventaja a la derecha, que concentrará su votación en una lista única. La respuesta no es unívoca. Dos listas opositoras pueden y deberían sumar mayor votación y todo depende como se distribuya a la hora de asignar los cupos en disputa. No son pocos los técnicos electorales que sostiene que ello podría maximizar la representación opositora, aunque no descartan que pueda generar una sobre representación de la derecha.
Ahora todo el debate se centra es si con dos listas opositoras se le entrega una ventaja a la derecha, que concentrará su votación en una lista única. La respuesta no es unívoca.
Lo que es de toda evidencia es que más de dos listas opositoras (independientes no neutrales u otras), irremediablemente condena a la oposición a ser minoría en la convención constituyente. Minorías fragmentadas y sin unidad de propósitos.
Lo que es de toda evidencia es que más de dos listas opositoras (independientes no neutrales u otras), irremediablemente condena a la oposición a ser minoría en la convención constituyente. Minorías fragmentadas y sin unidad de propósitos.
No deja de ser lamentable que el proceso constituyente, en donde se juega el futuro institucional del país por los próximos 30, 40 o 50 años, sea parte de la legitima contienda política por las hegemonías y los liderazgos y sería aún más lamentable que la campaña por la elección de convencionales estuviera marcada por la confrontación entre los diversos sectores de la oposición, que aspiran a una nueva constitución y no con la derecha, que busca defender a la actual institucionalidad.
Es más que evidente que existen diferencias relevantes tanto respecto del propio proceso constituyente ( es importante recordar que ni el PC ni el Frente Amplio o los Humanistas, suscribieron el acuerdo del 15 de noviembre y han planteado transformar la convención constituyente en una verdadera Asamblea Constituyente, plenamente soberana para establecer su reglamente y los quorums de aprobación de los acuerdos), como en los contenidos de una nueva constitución, pese que, hasta ahora, no se ha entrado de lleno a su discusión.
Guillermo Teiller ha dejado la puerta abierta para debatir con los otros sectores de la oposición aquellas materias que debieran quedar en la nueva constitución y parece muy relevante mantener esa puerta abierta para un debate que no tan sólo se debe enfrentar en la convención sino de cara al país, con una amplia participación ciudadana.
Guillermo Teiller ha dejado la puerta abierta para debatir con los otros sectores de la oposición aquellas materias que debieran quedar en la nueva constitución y parece muy relevante mantener esa puerta abierta para un debate que no tan sólo se debe enfrentar en la convención sino de cara al país, con una amplia participación ciudadana.
La llamada Unidad Constituyente, integrada por la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, el Partido Radical, el PRO y Ciudadanos, a los que se podrían sumar los sectores desgajados del Frente Amplio, incluyendo al Partido Liberal y los independientes no neutrales, partidarios de una nueva Constitución, tienen las condiciones de convertirse en el tercio más grande en la convención constituyente, compitiendo de igual a igual con la derecha y buscando acuerdos posibles con el polo de izquierda nucleado en torno al PC para superar la actual institucionalidad.
La reedición de los tres tercios
Con sus resoluciones el Partido Comunista ha asumido una enorme responsabilidad de consolidar la división opositora, que puede proyectarse por muchos años, entregándole a la derecha la mejor opción para vetar el proceso constituyente y proyectarse a futuro. Por cierto, no es el único. La Democracia Cristiana no puede eludir su responsabilidad por su esfuerzo de retomar el camino propio, como tampoco los sectores del Frente Amplio que nacieron a la vida política con la ambición de renovar la política y hoy se constituyen en un factor de división y fragmentación. Y cual más, cual menos, todos los partidos del arco progresista comparten responsabilidades por este trágico escenario que se tiende a configurar.
La Democracia Cristiana no puede eludir su responsabilidad por su esfuerzo de retomar el camino propio, como tampoco los sectores del Frente Amplio que nacieron a la vida política con la ambición de renovar la política y hoy se constituyen en un factor de división y fragmentación.
Es el retorno a la fatídica división política de los tres tercios, de triste memoria en nuestro país (para quienes la conservan). La idea que se puede gobernar e impulsar procesos de transformaciones, aún sin contar con una amplia mayoría social y política que lo haga posible. Una política basada en el voluntarismo, en donde basta la decisión y la audacia, combinada con diversas formas de lucha. para imponer los cambios y transformaciones que una mayoría ciudadana demanda.
Es el retorno a la fatídica división política de los tres tercios, de triste memoria en nuestro país (para quienes la conservan).
Han pasado casi 48 años del golpe militar de 1973 y son muchas las generaciones que no vivieron esa experiencia y piensan que todo es posible. Incluso lo imposible. Pero es responsabilidad de las viejas generaciones recuperar la memoria y rescatar las lecciones del pasado, son pena de repetir la historia. No necesariamente como comedia.
Han pasado casi 48 años del golpe militar de 1973 y son muchas las generaciones que no vivieron esa experiencia y piensan que todo es posible. Incluso lo imposible. Pero es responsabilidad de las viejas generaciones recuperar la memoria y rescatar las lecciones del pasado, son pena de repetir la historia. No necesariamente como comedia.
Las elecciones del próximo mes de abril tienen una importancia estratégica, como lo afirma la propia derecha. En ellas no tan sólo se decidirá la suerte del proceso constituyente sino también dibujaran un nuevo mapa político en el país, en donde el tercio más grande, que no necesariamente representa a la mayoría del país, captará la mayor cuota de poder político, con la primera opción de proyectarse a futuro, sin asegurar la gobernabilidad futura.
Quizás sea demasiado tarde para rectificar, la suerte ya esté echada y el país esté condenado a reeditar la trágica historia que llevó al quiebre de nuestro sistema democrático hace menos de 50 años. Es más que evidente que la historia no se repite de la misma manera, pero el resultado puede ser muy parecido.
Quizás sea demasiado tarde para rectificar, la suerte ya esté echada y el país esté condenado a reeditar la trágica historia que llevó al quiebre de nuestro sistema democrático hace menos de 50 años. Es más que evidente que la historia no se repite de la misma manera, pero el resultado puede ser muy parecido.