Más que claro. El reciente intento de golpe de Estado en contra del gobierno de Maduro fue un rotundo fracaso. Pese a una gran puesta en escena. Pruebas al canto.
El Consejero de Seguridad Nacional estadounidense, John Bolton, informó a la prensa, desde los jardines de la Casa Blanca, de las autoridades del gobierno venezolano con que habría sostenido conversaciones secretas para precipitar la salida de Maduro (entre otros el propio ministro de Defensa, Vladimir Padrino, el Presidente del Tribunal Supremo, Mikael Moreno y el General de la Guardia Presidencial, Rafael Hernández Dala) y permitir una transición pacífica en el país. Incluso el asertivo Secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró que Maduro tenía preparado un avión para marcharse a Cuba pero los rusos lo habrían hecho desistir.
Una información del todo coherente con las informaciones entregadas a la prensa por Leopoldo López, quien afirmaba que había sostenido numerosas conversaciones con generales y altos oficiales de las FF.AA. bolivarianas, con idénticos propósitos.
Ciertamente dichas versiones pueden ser parte de la sistemática “guerra sicológica”, que se suma a la ofensiva comercial que el gobierno de Donald Trump ha emprendido contra Venezuela, reiterando que todas las opciones están abiertas, sin descartar una intervención militar.
Lo indiscutible es que el anunciado golpe de Estado no pasó de constituir una muy modesta asonada. Radicada en una base aérea de la capital, pese a contar con la complicidad del jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN). Una asonada que duró escasas horas, antes que el liberado Leopoldo López decidiera pedir refugio, en calidad de huésped, en la embajada de España, mientras un reducido grupo de militares hacia otro tanto en la representación de Brasil.
Ciertamente dichas versiones pueden ser parte de la sistemática “guerra sicológica”, que se suma a la ofensiva comercial que el gobierno de Donald Trump ha emprendido contra Venezuela, reiterando que todas las opciones están abiertas, sin descartar una intervención militar.
Las represalias del gobierno
Sin lugar a dudas este fracaso marca el momento de mayor debilidad para la oposición y el autoproclamando Presidente encargado, Juan Guaidó, que infructuosamente intenta sostener la movilización social en contra de un régimen que ha decidido endurecer la mano en contra de los dirigentes opositores. En especial en contra de algunos parlamentarios de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, procediendo a la detención de su vicepresidente, Edgard Zambrano y acusando a una decena de diputados de intentos de subversión.
La respuesta de Guaidó
En el sombrío escenario que enfrenta su fallida estrategia, Juan Guaidó parece, con inocultable desesperación, decidido a subir la apuesta para “terminar con la usurpación”, como describe al gobierno de Maduro. En una muy menguada movilización en la urbanización caraqueña de Las Mercedes, Guaidó anunció que había instruido a su embajador Carlos Vecchio, reconocido por el gobierno norteamericano, para que se reuniera con el Comando Sur, encargado de América latina, para “establecer relaciones directas en materia de cooperación”.
En el sombrío escenario que enfrenta su fallida estrategia, Juan Guaidó parece, con inocultable desesperación, decidido a subir la apuesta para “terminar con la usurpación”, como describe al gobierno de Maduro. En una muy menguada movilización en la urbanización caraqueña de Las Mercedes, Guaidó anunció que había instruido a su embajador Carlos Vecchio, reconocido por el gobierno norteamericano, para que se reuniera con el Comando Sur, encargado de América latina, para “establecer relaciones directas en materia de cooperación”.
Guaidó evita hablar de intervención militar y opta por “cooperación”. Una figura jurídica contemplada en la Constitución, que habilita al Presidente constitucional para solicitar la cooperación de fuerzas extranjeras, en el caso de grave riesgo para la institucionalidad del país y que, en buen castellano, equivale a una intervención militar.
El mismo Guaidó ya ha sostenido que hace mucho tiempo el gobierno de Maduro cruzó la llamada “línea Roja”, que justificaría solicitar la “cooperación” extranjera, asumiendo que la real intervención militar internacional en su país viene de Cuba, con la supuesta presencia de más de 20.000 efectivos militares y agentes de inteligencia, además de la presencia de miembros del Ejercito de Liberación Nacional de Colombia, que estarían sosteniendo a Maduro.
Guaidó evita hablar de intervención militar y opta por “cooperación”. Una figura jurídica contemplada en la Constitución, que habilita al Presidente constitucional para solicitar la cooperación de fuerzas extranjeras, en el caso de grave riesgo para la institucionalidad del país y que, en buen castellano, equivale a una intervención militar.
Sin embargo, y pese a los deseos de los sectores más duros del gobierno norteamericano- Mike Pompeo, John Bolton y Elliot Abrams- es dudoso que Donald Trump se decida a autorizar una intervención militar en Venezuela, que podría fracturar el cerco diplomático que hoy busca aislar al régimen de Maduro ( en especial los países europeos, el grupo de Contacto y buena parte de los países que integran el llamado Grupo de Lima, si se dan por buenos sus reiterados rechazos a la alternativa de una intervención militar), generando una dura confrontación con Rusia y China, en los precisos momentos de inicio de la carrera presidencial en que Trump pretende su reelección.
Hasta el momento Donald Trump se ha limitado a usar la amenaza del uso de la fuerza como una manera de incrementar la presión política, diplomática y económica con las que busca desestabilizar a Maduro y lograr su salida del poder. Pasar de la retórica a la acción, para enviar contingentes militares a Venezuela, constituye una aventura de muy alto riesgo y de muy inciertos resultados.
Sin embargo, y pese a los deseos de los sectores más duros del gobierno norteamericano- Mike Pompeo, John Bolton y Elliot Abrams- es dudoso que Donald Trump se decida a autorizar una intervención militar en Venezuela, que podría fracturar el cerco diplomático que hoy busca aislar al régimen de Maduro ( en especial los países europeos, el grupo de Contacto y buena parte de los países que integran el llamado Grupo de Lima, si se dan por buenos sus reiterados rechazos a la alternativa de una intervención militar), generando una dura confrontación con Rusia y China, en los precisos momentos de inicio de la carrera presidencial en que Trump pretende su reelección.
Tal como ha quedado demostrado durante su gestión, Donald Trump suele negociar al límite de lo posible, incluyendo todo tipo de amenazas y presiones unilaterales, sin descartar medidas de fuerza pero siempre buscando ganar puntos y sacar nuevas ventajas para sus intereses en el propio país.
Tal como ha quedado demostrado durante su gestión, Donald Trump suele negociar al límite de lo posible, incluyendo todo tipo de amenazas y presiones unilaterales, sin descartar medidas de fuerza pero siempre buscando ganar puntos y sacar nuevas ventajas para sus intereses en el propio país.
Así lo hizo en la renegociación del NAFTA, con México y Canadá. Así lo está haciendo en la guerra comercial declarada a China. Y de la misma forma lo haría con la llamada “troika tiránica” como ha definido a Venezuela, Cuba y Nicaragua, en una verdadera cruzada que busca terminar con las experiencias “socialistas o populistas” que aún subsisten en la región. Y ni Donald Trump está tan perturbado como para pensar que ese objetivo se pueda alcanzar con el uso de la fuerza.
Y ni Donald Trump está tan perturbado como para pensar que ese objetivo se pueda alcanzar con el uso de la fuerza.
¿Sumar fuerzas para una salida política a la crisis?
El propio Guaidó sostiene haber recibido informaciones de la diplomacia china, donde insinúan que se aproximaría una fórmula de salida política al conflicto, a través del grupo de Contacto. Una fórmula en la que han venido trabajando arduamente tanto los países de la Unión Europea, como los latinoamericanos que participan en dicha instancia (entre ellos México, Uruguay, Costa Rica y Ecuador), sin resultados visibles hasta la fecha.
Hasta el momento el llamado Grupo de Lima se ha negado a reconocer al gobierno de Maduro como un interlocutor válido en cualquier negociación, limitándose a exigir su inmediata renuncia y el reconocimiento de Juan Guaidó como Presidente encargado. Pero es más que evidente que Guaidó y con él la mayoría de los dirigentes opositores, no pueden ofrecer garantías al chavismo no tienen condiciones para encabezar un proceso de transición pacífica que culmine en unas elecciones libres y democráticas, como demanda la inmensa mayoría de la comunidad internacional. Todo ello sin mencionar el evidente debilitamiento del auto proclamado Presidente encargado y las numerosas críticas a su supuesto liderazgo.
Evidentemente esa fórmula supone una negociación entre el régimen de Maduro y la oposición para designar un gobierno provisional (incluido el poder judicial y el Tribunal electoral) que ofrezca garantías a ambos sectores, con la principal misión de convocar a unas elecciones libres y democráticas al más breve plazo posible
Hasta el momento el llamado Grupo de Lima se ha negado a reconocer al gobierno de Maduro como un interlocutor válido en cualquier negociación, limitándose a exigir su inmediata renuncia y el reconocimiento de Juan Guaidó como Presidente encargado. Pero es más que evidente que Guaidó y con él la mayoría de los dirigentes opositores, no pueden ofrecer garantías al chavismo no tienen condiciones para encabezar un proceso de transición pacífica que culmine en unas elecciones libres y democráticas, como demanda la inmensa mayoría de la comunidad internacional. Todo ello sin mencionar el evidente debilitamiento del auto proclamado Presidente encargado y las numerosas críticas a su supuesto liderazgo.
Sería más que necesario que el llamado Grupo de Lima, incluyendo a nuestro gobierno, adoptara una postura menos partisana y de confrontación, sumándose activamente a los esfuerzos de los países que trabajan por una salida política a la crisis venezolana, que en el curso actual pudiera desembocar en una tragedia mayor para ese país, afectando también a la región y la convivencia internacional.
Sería más que necesario que el llamado Grupo de Lima, incluyendo a nuestro gobierno, adoptara una postura menos partisana y de confrontación, sumándose activamente a los esfuerzos de los países que trabajan por una salida política a la crisis venezolana, que en el curso actual pudiera desembocar en una tragedia mayor para ese país, afectando también a la región y la convivencia internacional.