(O de cómo volver más alcohólico a un país con etiqueta etílica)
La semana pasada la Comisión de Gobierno Interior, presidida por la diputada Joanna Pérez (DC), aprobó y despachó a la Sala de la Cámara la moción que suspende transitoriamente la aplicación de multas por el no pago oportuno de las patentes consignadas en la ley de alcoholes. La idea de este proyecto se inscribe dentro de las medidas para reactivar el comercio. En este caso puntual, aliviar en parte a los dueños de botillerías y otros locales donde se vende cerveza, vino, licores de todo tipo.
Pero paradójicamente este beneficio es al mismo tiempo la idea más descabellada en un país donde el consumo excesivo de alcohol campea hace décadas, ubicando a Chile entre las naciones con mayor ingesta de esta droga lícita entre adolescentes.
Quienes se verían beneficiados son los comerciantes de estos productos. Hasta ahí podríamos pensar que se trata de un proyecto de ley coherente con las políticas que se están adoptando. Pero paradójicamente este beneficio es al mismo tiempo la idea más descabellada en un país donde el consumo excesivo de alcohol campea hace décadas, ubicando a Chile entre las naciones con mayor ingesta de esta droga lícita entre adolescentes.
Los médicos especialistas en adicciones han advertido que en Chile, así como en la mayoría de los países bajo confinamiento, el consumo de las personas habituadas a beber alcohol con moderación ha aumentado hasta en un 80 por ciento.
Durante este largo período de confinamiento el consumo de alcohol en todos los segmentos socioeconómicos se ha disparado, lo mismo que el uso de benzodiacepinas. Los médicos especialistas en adicciones han advertido que en Chile, así como en la mayoría de los países bajo confinamiento, el consumo de las personas habituadas a beber alcohol con moderación ha aumentado hasta en un 80 por ciento. Esa es la cifra entregada hace unas semanas por las sociedades de psiquiatría en adicciones de Iberoamérica. Un 80 por ciento es a todas luces una barbaridad que se verá reflejado en los próximos informes de consumo de alcohol y drogas de SENDA otorgando a nuestro país otros buenos puntos más en este triste rating.
Uno se pregunta entonces cuál es la idea de sacar adelante un proyecto de ley cuyo impacto positivo es infinitamente menor al daño que produce. Por una parte, los municipios dejarían de percibir ingresos que hoy necesitan más que nunca para ir en ayuda de quienes requieren alimentarse y no emborracharse. Por otra, la peor parte sin duda, propiciamos el consumo de alcohol porque total qué le hace el agua el pescado en este país donde los chicos comienzan a consumir a los 12 años.
Uno se pregunta entonces cuál es la idea de sacar adelante un proyecto de ley cuyo impacto positivo es infinitamente menor al daño que produce. Por una parte, los municipios dejarían de percibir ingresos que hoy necesitan más que nunca para ir en ayuda de quienes requieren alimentarse y no emborracharse. Por otra, la peor parte sin duda, propiciamos el consumo de alcohol porque total qué le hace el agua el pescado en este país donde los chicos comienzan a consumir a los 12 años.
Propiciemos el expendio de alcohol eximiendo de multas por pago atrasado de patentes a quienes lo venden y de paso seguimos matando a la población. No de hambre, sino de años de vida perdidos, de violencia intrafamiliar, de deserción escolar, de pérdida de fuente laboral, de muertes por accidentes en carretera, por nombrar algunos de los impactos negativos del consumo temprano y excesivo de alcohol.
Para nadie es un misterio que la principal causa de accidentes de tránsito en Chile es por conducción en estado de ebriedad y que el gasto en salud derivado del alcohol es notable. La estimación es que el fenómeno del alcohol cuesta al país USD $2.969 millones de dólares al año. Finalmente podemos consignar como si todo lo anterior fuese poco, que es un hecho científicamente comprobado que el alcohol es la puerta de entrada en jóvenes al consumo de drogas aún más nocivas.
Pero acá estamos, con unas autoridades que lisa y llanamente bypasean el tema o lo que es peor, bromean con el asunto como lo hizo Mañalich cuando nos mandó a “tomar una cervecita con amigos” a propósito del cafecito con amigas que había mencionado la sub -secretaria Daza.
En Chile el único problema real y de abordaje urgente de salud pública en tema de adicciones es el alcohol. El resto es comparsa.
Acá estamos con una política pública de prevención completamente fracasada que desvía todo el tiempo la atención. Tres años atrás estuvimos enfrascados en una discusión completamente innecesaria respecto de la legalización de la marihuana, argumentos iban y venían como si se tratara de un problema de salud pública. En Chile el único problema real y de abordaje urgente de salud pública en tema de adicciones es el alcohol. El resto es comparsa.
En gran medida la responsabilidad la tiene la publicidad que sustenta la industria y todos los que abultan sus ingresos gracias a esa industria y por cierto los que tienen la misión de legislar y en lugar de ello silban mirando para otro lado.
En gran medida la responsabilidad la tiene la publicidad que sustenta la industria y todos los que abultan sus ingresos gracias a esa industria y por cierto los que tienen la misión de legislar y en lugar de ello silban mirando para otro lado. Tímidamente la publicidad ha sido regulada en nuestro país, casi como un saludo a la bandera: «si bebes, pasa las llaves»; » llamamos a un consumo responsable» (le escuché al Mministro Paris el otro día cuando le preguntaban sobre cómo se ha disparado la ingesta de alcohol desde que partió la pandemia) El Consejo Nacional de Televisión poco o nada ha hecho. La famosa franja horaria que permite publicitar alcohol después de las 22:00hrs. es una medida irrisoria. En lo personal no conozco adolescentes que apaguen la tele a esa hora. Y qué me dicen de las paletas callejeras, del bombardeo de ofertas de «promos» en los supermercados y botillerías. ¡Por favor! Chile está empapelado con publicidad de alcohol. Es auspiciador del fútbol; es el símbolo de los momentos “felices” en familia y con amigos; es el primer invitado en la lista para celebrar fiestas patrias, fin de año, toda clase de días “D”, actos culturales, reuniones de padres y apoderados, juntas con los vecinos, asaditos de fin de semana, escapaditas a la playa, fines de semana largo, y así, un etcétera “más largo que la esperanza del pobre”.
Chile está empapelado con publicidad de alcohol. Es auspiciador del fútbol; es el símbolo de los momentos “felices” en familia y con amigos; es el primer invitado en la lista para celebrar fiestas patrias, fin de año, toda clase de días “D”, actos culturales, reuniones de padres y apoderados, juntas con los vecinos, asaditos de fin de semana, escapaditas a la playa, fines de semana largo, y así, un etcétera “más largo que la esperanza del pobre”.
La publicidad se ha encargado de mostrarnos esta droga lícita como un producto socialmente aceptado e inocuo. Y es justamente así, como lo perciben preadolescentes y adolescentes. Si a eso le agregamos que un pack de doce latas de “chelas” cuesta por estos días menos de cinco mil pesos; un litro de vino en caja no supera los mil quinientos pesos; una “promo” de pisco con bebida cola fluctúa entre los cuatro y los seis mil pesos; beber en Chile es ostensiblemente más “barato” que un sinnúmero de cosas, desde cargar la tarjeta Bip hasta comprar un kilo de manzanas.
Los proyectos de ley que han tratado de regular el tema de la publicidad del alcohol – con más timidez y tibieza que la Ley de aborto en tres causales que en la práctica fue un saludo a la bandera – duermen el sueño de los justos en algún cajón del Congreso. Sólo hay un proyecto, del año 2011, que no ha avanzado un ápice, en el cual se propone modificar leyes para endurecer la publicidad al alcohol.
Los proyectos de ley que han tratado de regular el tema de la publicidad del alcohol – con más timidez y tibieza que la Ley de aborto en tres causales que en la práctica fue un saludo a la bandera – duermen el sueño de los justos en algún cajón del Congreso.
Hay una discrepancia fundamental en la legislación. Pero no nos atrevemos a “ponerle el cascabel al gato”. Ningún gobierno, ninguna coalición parlamentaria. Algo me dice, hace años ya -desde que en cosa de minutos logramos leyes draconianas contra el tabaco- que en el tema del alcohol hay “gato encerrado”. Asunto que podríamos abordar en otra columna.
Volviendo al comienzo. El proyecto recientemente aprobado por la Comisión de Gobierno Interior no colabora con nada: ni con la salud mental de los miles de chilenos que se han caído al frasco en estos días de encierro, ni con el triste récord de consumo excesivo que tiene nuestro país, ni con los municipios que dejarán de percibir platas que necesitan para cubrir necesidades urgentes.