Cuando la casualidad domina la política. Por Luis Marcó

por La Nueva Mirada

“Regresó a Bohemia por su causa. Una decisión tan trascendental se basaba en un amor tan casual que no hubiera existido si su jefe no hubiera tenido la ciática hacía siete años. Y aquella mujer, aquella personificación de la casualidad absoluta yace ahora a su lado y respira profundamente mientras duerme.”
Milan Kundera. La Insoportable levedad del ser

Unos días atrás, apenas conocida la renuncia del Ministro Víctor Pérez, un socarrón amigo escribió el siguiente mensaje: “cuidado, si pasan por el centro puede que a alguno lo nombren Ministro del Interior”, una forma divertida de decir que cualquiera podría aterrizar en el gabinete. Estamos en un punto donde más que cálculos políticos comienza a correr la conjunción de los astros, la numerología o quizás la mera casualidad. Esto, llevado a la política, es la antítesis de su razón de ser, ya que su propósito es crear condiciones para que determinadas cosas ocurran.

Estamos en un punto donde más que cálculos políticos comienza a correr la conjunción de los astros, la numerología o quizás la mera casualidad.

A lo largo de la historia existen pocas ocasiones en que la política se licua abruptamente, como la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración soviética. En sociedades organizadas ese vértigo se hace insoportable y rápidamente comienza a emerger algo nuevo, de lo contrario se puede derivar a un Estado fallido. Es por eso que el sentido más básico de la política es generar cierto “orden, pero requiere para ello de una arquitectura funcional a los objetivos de un partido, coalición o gobierno; si eso no existe empiezan a aparecer los Trump, Bolsonaro y otros personajes afines. Dicho esto, es obvio que hacer política desde una cadena de casualidades debiera ser un factor de alarma; en tiempos normales no es aceptable acomodarse en las veleidades del destino…pero eso es en tiempos normales.

es obvio que hacer política desde una cadena de casualidades debiera ser un factor de alarma; en tiempos normales no es aceptable acomodarse en las veleidades del destino…pero eso es en tiempos normales.

En La insoportable levedad del ser, Kundera establece seis casualidades que tuvieron que ocurrir para que Tomás, el protagonista, conociera a Teresa, el supuesto amor de su vida. Esa improbable cadena de acontecimientos sirve a Tomás para asumirse como víctima del destino, a preguntarse por qué no pasó de largo y cómo fue que quedó atrapado en una relación neurótica. Es decir, por pura casualidad había terminado en una convivencia tóxica.

Así como ocurre en la praxis política, los académicos de la ciencia política no abrazan las casualidades. Muchas veces se recurre a establecer “issues”, es decir, puntos de inflexión que servirían para explicar una cadena de acontecimientos, es el apego por establecer causas y efectos. En esta lógica resulta, por ejemplo, bastante claro que el destino del Ministerio del Interior quedó comprometido por el estallido social del 18/O.  Ese issue fundamental terminó de desfondar la menguada autoridad de Andrés Chadwick y dejó a La Moneda notablemente expuesta al devenir de los acontecimientos.

Así como ocurre en la praxis política, los académicos de la ciencia política no abrazan las casualidades.

¿Cuántas casualidades han tenido que ocurrir para que Rodrigo Delgado pasara de la alcaldía de Estación Central a ser Ministro del Interior?, es fácil establecer la primera de ellas. El 28 de octubre de 2019, en momentos previos a la ceremonia de cambio de gabinete, se notificó por celular a Gonzalo Blumel que debía asumir la cartera de Interior en lugar de Felipe Ward. Todos vimos por televisión como Blumel se apartaba, hablaba tapándose la boca con una mano y terminaba con cara de incredulidad. Antes de asumir, Felipe Ward, cayó por sus torpes comentarios en redes sociales. Un episodio que los medios trataron casi como una anécdota, pero muy decidor de la desorientación del gobierno.

¿Cuántas casualidades han tenido que ocurrir para que Rodrigo Delgado pasara de la alcaldía de Estación Central a ser Ministro del Interior?

Otra casualidad, esta vez perversa, fue el espacio que encontró la delirante tesis del Ministro de Defensa Alberto Espina, que hablaba de pruebas sólidas de la acción venezolana tras el estallido social. Esta psicosis fue la que abrió la posibilidad de un Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución que ha marcado la política por largos meses y que le dio un espacio a Blumel que difícilmente hubiera tenido. De alguna manera, su gestión clavó la rueda de la fortuna.

Esta psicosis fue la que abrió la posibilidad de un Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución que ha marcado la política por largos meses y que le dio un espacio a Blumel que difícilmente hubiera tenido. De alguna manera, su gestión clavó la rueda de la fortuna.

En un giro involutivo, ya medio agotada la tesis del enemigo externo, no pasó mucho tiempo para que la UDI buscara una manera de desahuciar o desacreditar el acuerdo por el plebiscito constituyente, sin considerar que fue un factor clave para la supervivencia del gobierno. De paso se le cobró a Blumel haber cedido la Constitución de Jaime Guzmán y, en su lugar, los gremialistas llevaron el “rechazo”, de la mano de Víctor Pérez, al epicentro mismo del gobierno. Si hubo cálculo político el resultado fue lamentable.

La secuencia de acontecimientos se hizo cada vez más interesante. El demoledor triunfo del “apruebo” incentivó a Mario Desbordes a deslizar su salida del gabinete, cuestión que podía ser imitada por otros y que habría dejado a Piñera no solo encallado con el gabinete del rechazo, sino en una posición prácticamente insostenible. La decisión de Desbordes se postergó para marzo permitiendo que al menos el barco siga navegando, aunque muy escorado y a la deriva.

Dentro de todas las casualidades que tuvieron que ocurrir desde el 18/O subyace, además, la pérdida de una regla tácita: los Ministros de Interior o tienen indiscutible fuste político, son de extrema confianza del mandatario de turno o una mezcla de ambas cosas. Las dos condiciones estaban en Krauss, Figueroa, Troncoso y Chadwick. En tanto, José Miguel Insulza, Andrés Zaldívar, Belisario Velasco y Jorge Burgos encarnan el tipo de ministros con peso propio, aunque sin una relación estrecha con la Presidencia. Peñailillo, Hinzpeter y el propio Blumel, con exigua trayectoria, podían hablar con la Presidenta/e regularmente y sin intermediación; de ahí que pudieran instalarse con mucha propiedad como voz autorizada. Pero esto último requiere de una condición: que el mandatario/a mantenga un alto nivel de popularidad, sino de poco sirve decir que se habla a nombre del Presidente.

los Ministros de Interior o tienen indiscutible fuste político, son de extrema confianza del mandatario de turno o una mezcla de ambas cosas.

Ni Víctor Pérez ni el recién designado Delgado calzan en ninguno de los esquemas descritos anteriormente. Ninguno de los dos tiene un reconocido peso político, tampoco cercanía con el mandatario; aunque éste tampoco goza de alarmante buena salud en las encuestas.  Lo que ha ocurrido con Interior es una anomalía, pero tendrá cada vez menos importancia. La elección de constituyentes, en abril, llevará el poder a otra parte y podrían pasar cinco o seis ministros del Interior sin pena ni gloria. 

Ni Víctor Pérez ni el recién designado Delgado calzan en ninguno de los esquemas descritos anteriormente.  

¿Quedará algo para este gobierno o estará atrapado en esta especie de pesadilla? El mal sueño de Teresa, la protagonista de la novela de Kundera, era verse muerta junto a otros cuerpos; en ese oscuro sueño se revelaba con angustia: “¡Pero si tengo ganas de hacer pis! ¡Eso prueba que no estoy muerta!”. En la “fisiología” política se está vivo cuando hay capacidad y margen de poder, de lo contrario solo hay una interminable cadena de casualidades, de neurosis y relaciones tóxicas. Por ahora, el consejo que inició esta nota no tiene desperdicio: es recomendable evitar ir al centro, no sea que por ser el primero en pasar le terminen endosando algún ministerio.

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