Joaquín Villalobos ha escrito de la guerra y la paz. Quienes han conocido su historia lo leen. Este salvadoreño fue el principal comandante militar y estratega del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una coalición de grupos guerrilleros que puso en jaque a las fuerzas armadas salvadoreñas -respaldadas por el poderío estadounidense- desde fines de los 70 a principios de los 90.
En un perfil que sobre él escribió para el diario británico Financial Times el periodista británico John Carlin llamó a Villalobos el «verdadero maestro de la lucha guerrillera latinoamericana en el siglo XX«, por encima de Ernesto «Che» Guevara.
En los 90 se convirtió en uno de los principales negociadores de la guerrilla en los diálogos que culminaron con el acuerdo de paz de 1992. Villalobos se radicó en el Reino Unido en 1995, luego de una pública ruptura con el FMLN como movimiento político.
En Inglaterra estudió en el St Anthony’s College de Oxford, ejerciendo luego como profesor visitante.
Ha integrado Diálogo Interamericano, organización que fomenta la democracia, el diálogo y la equidad en América Latina y el Caribe. También asesor de procesos de paz en Sri Lanka, Filipinas, Bosnia e Irlanda del Norte.
El último proceso de paz en el que intervino fue el del gobierno colombiano con las FARC. Allí trabajó estrechamente con su amigo Jonathan Powell, jefe de gabinete del gobierno laborista de Tony Blair y principal negociador en el exitoso proceso con el IRA en Irlanda del Norte.
En el contexto de la actual crisis cubana cobra sentido reponer su reflexión sobre la revolución en problemas. Es autor de un extenso ensayo histórico de dos partes : Cuba/Final de la Utopía precede a Defensa y Agonía que aquí se reproducen en fragmentos escogidos de lo que el autor define como una dictadura longeva ante la cual la izquierda debería abandonar cualquier fidelidad a la religión marxista.
Con la actual pandemia, sectores de la izquierda marxista pronostican el fin de la globalización y del capitalismo al que apodan neoliberalismo. En el mundo sólo quedan dos países con economías estatizadas de carácter marxista: Corea del Norte y Cuba.
Corea del Norte es una monarquía comunista, no forma parte de la mitología revolucionaria universal. El régimen cubano es entonces el último referente moral, político e ideológico del modelo marxista, anticapitalista y antiimperialista. Luego de sesenta y un años de sobrevivir está en decadencia moral, material, intelectual y generacional. Pero la muerte de la utopía cubana no será sólo el final de un régimen, sino el derrumbe de una iglesia que dejaría en el desamparo espiritual a millones de creyentes de la religión política marxista en todo el mundo.
Fidel Castro abrió la conversación con lo que más se hablaba en aquel momento en La Habana, la prohibición de las revistas soviéticas Novedades de Moscú y Sputnik. De manera tajante me dijo: “Hemos tenido que terminar su circulación. Durante años distribuimos millones y difundimos sus ideas como verdades, pero su contenido actual equivaldría a que el Vaticano sacara un nuevo catecismo donde afirmara que Jesús y la Virgen nunca existieron y que todo ha sido una mentira. No podemos cuestionar nuestras verdades, porque se nos cae el sistema”. Era agosto de 1989. El llamado “socialismo real” o “comunismo” empezaba a agonizar en Europa y Asia. Aunque la intención fuera otra, la comparación de esa agonía con el final de un sistema de creencias religiosas no pudo ser más elocuente.
El enojo de Castro lo provocó un artículo de Vladimir Orlov en cual sostenía que el socialismo cubano era una copia del soviético que “negaba totalmente la economía de mercado y el pluripartidismo” y mantenía al “Estado militarizado para defender a la élite partidaria estatal, no sólo de la contrarrevolución externa, sino también de la interna”. Se burlaba de que Fidel llamara a defender ese socialismo hasta la última gota de sangre. Había razones para el enojo, pero impedir el debate con ideas que venían de la meca del socialismo era miedo de Castro a perder el debate y el control sobre los cubanos. Obviamente, la utopía cubana también podía morir. Era fácil acusar de traidor y de agente de la CIA a un disidente cubano o a un crítico de la izquierda latinoamericana, pero eso no se le podía decir a los soviéticos que durante cuarenta años le habían dado a Cuba el desayuno, el almuerzo y la cena…(…)
Para Bertrand Russell “el bolchevismo entendido como fenómeno social no ha de ser considerado un movimiento político corriente, sino una religión”…(*) Mis propios orígenes como revolucionario a inicios de los años setenta partieron del catolicismo y puedo dar fe de que la militancia era una especie de apostolado, tal como me lo dijo Ignacio Ellacuría, sacerdote jesuita asesinado por los militares en 1989, durante la guerra civil en El Salvador.
La figura mítica-religiosa de Fidel Castro arranca y cobra fuerza con la prolongada victimización de la Revolución cubana y de la izquierda en Latinoamérica, en el contexto de la Guerra Fría. Las intervenciones estadunidenses, las dictaduras militares, los golpes de Estado, las torturas, los asesinatos, las desapariciones, las masacres y la persecución persistente, le otorgaron de facto a la izquierda la representación del bien en la lucha contra el mal. Castro estaba tan consciente del poder que le daba ser víctima que, en una ocasión, hablando del Che Guevara, me dijo que el parecido de éste con la imagen de Jesucristo contribuyó a convertirlo en un ícono universal revolucionario. Efectivamente, la imagen justiciera del Che y su sacrificio nos movió a muchos jóvenes a rebelarnos contra las dictaduras. Guevara dio fuerza a la mitología religiosa izquierdista al asociar violencia, sufrimiento y martirio con redención y transformación revolucionaria. Cuestionar esta mitología se convirtió entonces en herejía, no importa que se estuviera frente absurdos evidentes…(…)
(…)Cuando las protestas del 2018 en Nicaragua, jamás imaginé que Daniel Ortega fuera capaz de matar a más de 400 nicaragüenses, encarcelar a cientos con tanta ferocidad y definirse abiertamente como dictadura. El sandinismo, incluido Ortega, fue menos dogmático que los marxistas salvadoreños, pero cuando recuperó el poder redefinió su programa como cristiano, socialista y solidario, una mezcla de marxismo, esoterismo y manipulación cínica de la religión. Lo ocurrido en Nicaragua me llevó a pensar que si en El Salvador hubiésemos triunfado, los comunistas, que eran más dogmáticos que Ortega, con el apoyo de Cuba habrían tomado el control del gobierno, yo habría sido disidente y, como tal, habría terminado muerto o dirigiendo fuerzas contrarrevolucionarias(…) Lo paradójico es que yo era simultáneamente un peligro potencial como disidente para la izquierda y al mismo tiempo el objetivo principal de la CIA para ser eliminado y al único al que la agencia destinó un equipo permanente con ese propósito…(…)
La estrategia fundamental del régimen cubano de defenderse fuera de sus fronteras ha tenido tres fases que corresponden a cambios en la realidad y en la situación de la izquierda en América Latina: los primeros treinta años con movimientos guerrilleros; a partir de 1990, con partidos políticos, elecciones y gobiernos; y de 2019 a la fecha, con movimientos sociales y violencia de calle…(…)
(*)Cuba es la dictadura más prolongada de la historia, pero la tragedia de los cubanos pareciera importar a pocos. El mar y los tiburones les impiden escapar en masa como los venezolanos y esto los ha convertido en víctimas de segunda clase olvidadas por el mundo…(…)
(…)Hasta los dirigentes viven en la ficción. Vicente Botín, en su libro Los funerales de Castro, proporciona una lista de parientes de altos dirigentes que viven bien en el exterior y pueden entrar y salir cuando quieren. Esta lista incluye a los hijos de Ramiro Valdés y Juan Almeida, comandantes y héroes de la Revolución compañeros de Fidel…(…)
(…) El régimen se sostiene por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Existen en cada cuadra y su trabajo es fomentar el miedo a partir de que todos vigilen a todos(…) El Partido Comunista de Cuba tiene más de un millón de militantes que representan el 10 % de la población y los CDR están integrados por varios millones. Nada de esto es voluntario, porque en Cuba vivir fuera del sistema es morir(…).
(…)En 1987 se hubiera pensado que el derrumbe soviético era una ilusión, tres años después terminó. Quienes nacieron después de terminada la Unión Soviética tienen ahora más de treinta años…(…) El “imperialismo yanki” como enemigo es ahora retórica de ancianos. Como en la desaparecida Unión Soviética, los nuevos dirigentes cubanos no dicen lo que piensan, ni piensan lo que dicen. En el 2009 el vicepresidente Carlos Lage y el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque fueron destituidos luego de ser filmados secretamente burlándose de Castro. El cambio generacional es la mayor amenaza a la burocracia comunista(…)
(…)En política es fundamental conocer el tamaño de la fiera que enfrentamos y el contexto que la parió. El modelo político, social, económico y diplomático de Cuba parte de su credo marxista, pero también de autodefinirse como un Estado en guerra y sus planes han estado en función de su defensa frente a Estados Unidos. Esto tiene bases reales en su historia pasada y reciente con la invasión de bahía de Cochinos en 1961, en la guerra contrarrevolucionaria en la sierra del Escambray, en las operaciones terroristas que han sufrido, en los intentos de atentados a Fidel Castro, en su involucramiento en la guerra de Angola para responder a una demanda soviética y en la crisis de los misiles de 1963, el momento en que el mundo ha estado más cerca de una hecatombe nuclear(…)
(…)Durante décadas ser de izquierda ha implicado no criticar al régimen cubano, aceptar que éste actúa por solidaridad y tenerle gratitud. Pero la verdad no hay nada que agradecerle, al contrario: ha instrumentalizado y sacrificado a las izquierdas nacionales por su propio interés. La muerte de Allende y la destrucción de Venezuela son algunas de las evidencias irrefutables. Nada ayuda más a las derechas que tener un competidor estúpido. Uno de mis objetivos en este ensayo es provocar a la izquierda para que deje de creer que el cielo existe, abandone la defensa de lo que no funciona, mande al infierno la religión marxista y a todos sus santos, y regrese a la tierra…(*)
(*)Durante los sesenta, setenta y ochenta Cuba mantuvo una intensa política de entrenamiento, provisión de armamento, influencia y control sobre los movimientos insurgentes. Mientras hubiera conflictos por todos lados, Cuba estaría segura. Hubo dos excepciones: en Costa Rica porque la democracia evitó que surgieran movimientos armados y en México, aunque hubo guerrillas, Cuba aparentemente no las apoyó por un acuerdo con los gobiernos del PRI. La Habana fue el centro de la actividad revolucionaria y Washington el centro de la actividad contrarrevolucionaria…
(…)El evento más destacado de esta década fue la Revolución Sandinista en Nicaragua en julio de 1979 que derrocó al dictador Anastasio Somoza. El componente más importante de esta victoria fue la insurrección popular en Managua y la mayor parte de las ciudades. El segundo componente fue el Frente Sur, en la frontera con Costa Rica. Fidel Castro envió a este Frente a militares cubanos armados con piezas de artillería y ametralladoras antiaéreas cuatro bocas. El Frente Sur no tuvo un avance territorial importante, pero amarró a las tropas élite de Somoza, neutralizó sus medios aéreos e hizo perder tiempo al dictador hasta volverle imposible controlar la insurrección en las ciudades. El primer jefe de la inteligencia sandinista fue un oficial cubano…(…)
(…) En esos años Estados Unidos toleró un genocidio en Guatemala, gobernó El Salvador, ocupó militarmente Honduras, hizo la guerra a Nicaragua y terminó invadiendo Panamá en 1989. La base de Palmerola en Honduras la estableció Reagan en 1981 y se mantiene hasta la fecha. La guerra civil salvadoreña es, después de la Revolución mexicana, la experiencia militar insurgente latinoamericana más desarrollada del siglo XX. Controlamos la tercera parte de un país de apenas 20 000 km2, hicimos más de 10 000 bajas y capturamos más de 3000 prisioneros en combate, incluido el viceministro de Defensa; dimos de baja al principal jefe de las Fuerzas Armadas y a todos sus mandos, tomamos brigadas enteras, combatimos en la capital durante quince días y neutralizamos la fuerza aérea con misiles portátiles tierra-aire. Cuba entrenó cientos de guerrilleros salvadoreños. De mi grupo muchos menos, porque los cubanos destinaban demasiado tiempo al adoctrinamiento ideológico y porque podíamos entrenar en nuestros territorios. Pero el apoyo cubano fue vital en armas, dinero oportuno y entrenamiento de fuerzas especiales, artilleros, francotiradores y operadores de misiles antiaéreos.
Para Castro la guerra en Centroamérica no fue solidaridad, sino su primera línea de defensa frente a la agresiva política de Reagan contra Cuba, que incluyó un enfrentamiento directo entre tropas cubanas y estadunidenses cuando Reagan invadió la isla de Granada en octubre de 1983. Esto explica por qué Fidel mantuvo tanto interés en hablar conmigo. Su papel fue fundamental para unir a los grupos insurgentes y conseguirnos armas en Vietnam, Alemania Oriental y otros países. Éstas llegaban a Nicaragua y desde allí las trasladábamos a El Salvador. No hacen falta más detalles para destacar la importancia de la intervención cubana que fue reconocida públicamente por Castro, incluso con expresiones de admiración hacia los guerrilleros salvadoreños(…)
(*)Desde finales de 1991 hasta inicios del nuevo siglo, Cuba vivió una situación muy difícil al terminar el subsidio soviético. En esos años, su estrategia de defensa en Latinoamérica tuvo una fase ofensiva cuya prioridad fueron los partidos, las elecciones y los gobiernos; y una fase defensiva que empieza en el año 2019, donde el principal interés han sido los movimientos populares y las protestas violentas de calle.
Cuando terminó la Unión Soviética, Fidel Castro creó lo que llamó “período especial”, un plan para evitar que el hambre de los cubanos lo derrumbara. Simultáneamente inventó el apartheid económico con inversiones de capitalistas extranjeros en hoteles y turismo. Los países comunistas se habían vuelto capitalistas, la democracia y los derechos humanos habían avanzado en Latinoamérica, los partidos de izquierda pudieron participar en elecciones libres. El apoyo a las guerrillas perdió sentido, lo principal en ese momento era tener un instrumento para influir sobre los partidos de izquierda que pronto serían gobiernos. Fue entonces cuando Fidel Castro junto con Lula da Silva fundaron en 1990 el Foro de São Paulo (FSP).
En esa fase, el paso más importante de Fidel fue “consagrar” a Hugo Chávez como revolucionario en 1994. Cuando éste se convirtió en presidente en 1999, inventó la Revolución Bolivariana y ocupó política, militar y económicamente Venezuela con miles de cubanos que incluían doctores, militares, profesores, policías, burócratas, entrenadores deportivos e instructores políticos….(…) Para evitar lo ocurrido en Chile, Fidel transformó las Fuerzas Armadas venezolanas al redefinir su doctrina, modificar su organización territorial, alentar el cambio de armamento y reorganizar la policía y la inteligencia. Entrenó oficiales, cooptó jefes y reclutó e infiltró agentes. En Venezuela, del 2015 a la fecha, la inteligencia cubana ha desbaratado catorce conspiraciones de militares patriotas y la Operación Gedeón, que fue dirigida por mercenarios.
Según las propias fuentes cubanas, hasta 2015 habían pasado por Venezuela 219 321 cubanos y, en 2019, Raúl Castro dijo que en ese momento había 23 000 apoyando a Maduro. Esto es la mitad de los que mantuvieron en la guerra de Angola. No creo que exista gobierno en el mundo que tenga desplegado tanto personal en otro país, a menos que se trate de una ocupación militar…(*) El régimen cubano necesitaba el petróleo y el dinero de Venezuela desesperadamente. Para el 2007, gracias al subsidio venezolano, Cuba logró salir de la hambruna. Los regímenes cubano y venezolano son mutuamente dependientes: si uno se acaba, el otro también…(*)
(*)Al morir Hugo Chávez en el 2013, Castro escogió a Nicolás Maduro, el hombre más leal a Cuba, para que presidiera Venezuela. Es obvio que ni Chávez ni los actuales dirigentes venezolanos tenían suficiente cabeza para parir la estrategia descrita. Ésta resultó de la genialidad perversa de Castro. Su palabra era sagrada, todos le consultaban todo y murió en el 2016 como el Santo Padre de la extrema izquierda.
(…)*La explicación de la resistencia de Maduro es clara en la lógica que venimos exponiendo: si él perdía el poder, el régimen cubano también lo perdería. Para evitar esto, la democracia en Venezuela debía darse por terminada. Y no sólo allí. En marzo de 2018 la reducción de los subsidios venezolanos a Nicaragua generó en ese país una explosión social tan potente y prolongada como la de Venezuela, pero fue sofocada con una represión más brutal que la de la antigua dictadura de Somoza: centenares de presos y más de 400 muertos…(*)
(*)Cuba es la dictadura más prolongada de la historia, pero la tragedia de los cubanos pareciera importar a pocos. El mar y los tiburones les impiden escapar en masa como los venezolanos y esto los ha convertido en víctimas de segunda clase olvidadas por el mundo. El régimen es un bandido que con el tiempo se volvió socialmente aceptable para académicos, intelectuales, actores, políticos, millonarios y turistas. Cada uno por distintas razones: arqueología política, excentricidad, inversiones sin sindicatos, burocracias corruptibles por nada, prostitución barata, drogas, etcétera. La mitología revolucionaria convirtió a los disidentes en gusanos y a los que viven en la isla en hormigas de laboratorio de creencias fallidas…
(*)El Partido Comunista de Cuba tiene más de un millón de militantes que representan el 10 % de la población y los CDR están integrados por varios millones. Nada de esto es voluntario, porque en Cuba vivir fuera del sistema es morir.
(*) El cambio generacional es la mayor amenaza a la burocracia comunista. El régimen teme replicar el modelo chino porque esto implicaría aceptar inversión externa en todos los sectores, permitir cubanos ricos y, lo más difícil, asumir la reunificación de la Cuba rica de la Florida con la Cuba pobre de la isla.
(*)En política es fundamental conocer el tamaño de la fiera que enfrentamos y el contexto que la parió. El modelo político, social, económico y diplomático de Cuba parte de su credo marxista, pero también de autodefinirse como un Estado en guerra y sus planes han estado en función de su defensa frente a Estados Unidos. Esto tiene bases reales en su historia pasada y reciente con la invasión de bahía de Cochinos en 1961, en la guerra contrarrevolucionaria en la sierra del Escambray, en las operaciones terroristas que han sufrido, en los intentos de atentados a Fidel Castro, en su involucramiento en la guerra de Angola para responder a una demanda soviética y en la crisis de los misiles de 1963, el momento en que el mundo ha estado más cerca de una hecatombe nuclear.
Cuba es el único país latinoamericano que ha necesitado llevar seguimiento de lo que pasa en nuestro continente y el mundo. Sólo hay dos salas situacionales globales en América, una en Washington y otra en La Habana. El régimen no hace elecciones, pero conoce cómo funcionan y hace proyecciones sobre los resultados de éstas en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Necesita prever si éstas afectarán o no su sobrevivencia. Sus servicios de inteligencia superan en capacidad, experiencia y cobertura a cualquier país latinoamericano, compiten con la CIA, el Mosad o el MI6.
(*) Aquel artículo de Orlov que enojó a Fidel Castro en 1989 decía que Cuba es un “Estado militarizado” y sigue siéndolo. Esa afirmación da sentido a todo lo planteado sobre su estrategia de defensa. A esto agrego mi propia vivencia que describo con un viejo refrán que dice: “Si digo que la burra es parda, es porque tengo los pelos en la mano”.
Durante décadas ser de izquierda ha implicado no criticar al régimen cubano, aceptar que éste actúa por solidaridad y tenerle gratitud. Pero la verdad no hay nada que agradecerle, al contrario: ha instrumentalizado y sacrificado a las izquierdas nacionales por su propio interés. La muerte de Allende y la destrucción de Venezuela son algunas de las evidencias irrefutables. Nada ayuda más a las derechas que tener un competidor estúpido. Uno de mis objetivos en este ensayo es provocar a la izquierda para que deje de creer que el cielo existe, abandone la defensa de lo que no funciona, mande al infierno la religión marxista y a todos sus santos, y regrese a la tierra.